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30 años sin Federico Moura, el más glamoroso del rock argentino

21/12/2018 - Retro
30 años sin Federico Moura, el más glamoroso del rock argentino

“Hay que salir del agujero interior”, sugieren los miembros de Virus en uno de sus temas más aplaudidos, más admirados, más bailados, claro. Hay que abandonar ese espacio de pesadumbre y doloroso aislamiento donde los jóvenes se han acurrucado durante los días difíciles del gobierno de facto. Hay que bailar, alivianar los cuerpos de pesados fantasmas, exorcizarlos.

Una década después de que la agrupación vio la luz, en 1989, se edita “Deca dance”, como para que no queden dudas de que los últimos años fueron consagrados al placer de los sentidos. En medio de ambos extremos, la muerte de Federico Moura quebró en dos la historia del grupo y frustró su supervivencia. Pero resta la memoria.

La década de la danza (o la decadencia, leyeron con malicia quienes denunciaban para ese período una excesiva frivolidad) tuvo como uno de sus protagonistas más convencidos a Virus. Con su voz persuasiva, cargada de inflexiones insinuantes, con su presencia escénica jugada deliberadamente al borde de la ambigüedad, Federico Moura es el hechicero de cada ritual escénico. Su arma predilecta es la seducción.

Con decir intencionado, el estupendo vocalista invita a recorrer ciertas “superficies de placer”, a entregarse al hedonismo después de tantos años de sombría introspección. Es más o menos esa misma bandera la que en ese umbral de los ochenta alza Soda Stereo. Las dos agrupaciones son de algún modo expresión de la modernidad, promueven el individualismo o el encuentro de a dos (nunca más).

Federico lo explicaba con acostumbrada lucidez: “Los 70 fueron años oscuros, para adentro, llenos de guerra y dolor; los 80 son opuestos, debemos dejar de estar atormentados por la idea de la muerte”.

Pero dice más su música diáfana, austera, despojadísima, de espaldas a toda ornamentación excesiva o a signo alguno de barroquismo formal. La del álbum “Recrudece” (1982) todavía da muestras de inmadurez artística, apenas en el comienzo de la aventura. Es un disco temprano de interés escaso, salvo por la confianza que en él depositó con su desarrolladísimo olfato el productor Daniel Grinbank, en esos años dedicado a respaldar a las bandas pequeñas, antes de emprender una soberbia trayectoria como productor de espectáculos internacionales.

Es el año de Malvinas, pero Virus no está obsesionado precisamente por los problemas colectivos. El interés se centra en el individuo. Y cobran singular dimensión la vida sexual, las fantasías del erotismo, las pulsaciones de la libido. La transcripción poética de esa sensualidad desbordante -una responsabilidad mayormente confiada a Roberto Jacobi, autor de muchas letras de Virus- nunca cede a la vulgaridad ni al brochazo grueso. Más bien, reposa en cierta elegancia que puede acudir a la metáfora, en una intención teñida de suave ironía, en la sugestión de las imágenes. Pero nada es demasiado evidente, demasiado rotundo.

Sí extremadamente audaz. Con ánimo juguetón, casi al descuido, Federico Moura habla de taxi-boys, pide a su compañera pronta entrega, y no da mas vueltas en “Hay que salir del agujero interior”: “A la vida hay que hacerle el amor, sin dudar, con locura y pasión”, aconseja. La multitud que comienza a seguir los pasos del sexteto no lo contradice. Se entiende la adhesión incondicional.

Además de expresar los sentimientos hasta entonces disimulados de un par de generaciones, Virus ofrece unas cuantas pruebas de su crecimiento artístico hacia mediados de la década. El desenfado, el humor leve, la voluptuosidad de los textos, todo encuentra un nuevo respaldo en un tratamiento musical más ambicioso aún en su sencillez: las armonías ganan cierta distinción, el pulso rítmico puramente bailable cede paso a atmósferas estimulantes, crece notablemente la musicalidad.

El crecimiento se hace extensivo a los ejecutantes que asoman por detrás de la voz abaritonada de Federico: sus hermanos Julio (guitarra) y Marcelo (teclados), Enrique Mugetti (bajo), Mario Serra (batería) y Daniel Sbarra (teclados, guitarra). Las consecuencias de esos progresos son nítidas en los grandes clásicos del grupo, que ahora llegan en versiones remozadas, favorecidas por el refinamiento discreto (es decir, nada ostentoso) de los arreglos instrumentales: “Imagenes paganas”, “Hay que salir…”, “Luna de miel en la mano”, “Dicha feliz”, “Sin disfraz”. El acierto es doble, porque es enriquecimiento no atenta en modo alguno contra el estímulo del baile.

Cuando Federico Moura muere, el 21 de diciembre de 1988, el dolor se multiplica entre los jóvenes seguidores de la agrupación, pues el vocalista es una de las primeras víctimas del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) en nuestro país. Deja tras de sí un estilo vocal inconfundible como pocos, una personalidad escénica cargada de significado, un concepto estético que se prolonga en su música y la distinción de la puesta en escena.

El capítulo que se cierra al expirar el año se reabre doce meses después, cuando Marcelo Moura gana el centro de la escena como cantante. La ceremonia del reencuentro, que tiene como uno de sus escerios el teatro Coliseo, es emotiva, pero hay una distancia importante entre este Virus francamente rockero y el de su cuna musical, más rico en musicalidad, más provocativo en su base artística.

Los pensamientos de Federico

A través de diversas entrevistas con la revista Palo, Federico Moura se explayó sobre algunas temáticas imperantes en la década del 80. A continuación hemos seleccionado algunas.

LOS ADOLESCENTES

«Están muy cerca del concepto de libertad de expresión. Ellos se manejan con más espontaneidad, son más frescos que un tipo de treinta años que vivió con otra edad estos años de silencio» (Junio de 1983)

LA POLÍTICA

«Hay muchos que están más conectados con la política, pero creo que es más importante la participación en la visión social y no tanto en la política. porque en este momento todo el mundo habla de la palabra ‘compromiso’, y ¿qué es eso? Todo el mundo se compromete uno o dos meses cada cinco o seis años. Eso no tiene trascendencia» (Junio de 1983)

EL RIESGO

«Siempre nos interesó no tener límites de ningún tipo. Para nosotros, el rock es internacional y no como algo ‘snob’ sino con un sentido amplio. Me parece fantástico que otra gente haga otras cosas, pero a mi siempre me gustó trabajar con lo que tiene proyección, con lo inseguro. Sé que con lo que no está aceptado la gente se pone nerviosa, pero no me molesta» (Enero de 1984)

LA POPULARIDAD

«Virus no tiene la popularidad que quisiéramos, que debería, que nos gustaría, que podría tener. Pero de alguna manera estamos instalados en la gente. Yo me doy cuenta de eso porque analizo lo que recibido del público. Para la gente, Virus significa algo más y me parece fantástico. Obviamente, me gustaría tener una mayor popularidad, pero por el momento me conformo con saber que la gente se interesa en nosotros. Es horrible cuando no te dan bolilla…» (Enero de 1984)

LAS NOTAS PERIODÍSTICAS

«No me alimento de las notas buenas. No es que me importe un pito las notas, sino que les doy la medida justa. No me invaden la cabeza ni me siento genial cuando alguien me dice: ‘¡Qué genial!’. Soy bastante sensato, no tengo quince años, y estoy bastante curtido. Mi defecto es ser demasiado sensato en un país tan insensato como éste». (Noviembre de 1984)

LA PINTURA

«Siempre estuve en contacto con la pintura. Voy a exposiciones y disfruto mucho. Trabajo mucho a partir de los colores. Pienso en un color, en una imagen antes de componer una canción. Es una sensación primitiva absoluta». (Noviembre de 1984)

VIVIR

«La única forma lógica de vivir es descubrir lo que te gusta y tratar de hacerlo. Descubrí desde muy chico que me gustaba la música, y mi familia fue bastante piola: me dejó elegir. Vivo intensamente y hago lo que quiero. Si yo hubiera seguido los consejos de mucha gente acerca de la música, no hubiera hecho nada. Hubiera sido un reprimido y hubiera pensado en tener una posición lo antes posible. Por suerte, mi cabeza me dio para saber lo que quería. No concibo la vida inhíbida. Me gusta explotar. Quiero llegar a viejo gastado». (Noviembre de 1984)

EL CONSUMO

«En última instancia a mí me asombra que la gente siga tocando o vaya a ver a un grupo si por ahí no puede comprarse ropa. Es todo muy miserable. Se venden pocos discos, pero va a seguir existiendo el público vacuno que compra lo que le venden. Yo aspiro a que la gente pueda detectar lo antes posible lo que consume». (Marzo de 1985)

EL ARTE POPULAR

«Yo creo en el arte popular, y el rock es una pista de despegue para ello. Los Rolling Stones son un buen ejemplo de lo que debería ser un artista y el público en comunicación, y no en sentido vertical sino en el verdadero. El tango, por ejemplo, tiene puntos literarios y musicales maravillosos pero en nombre de él y del arte popular en general se han hecho muchas porquerías». (Marzo de 1985)

LAS LETRAS

«Básicamente, se que no soy un escritor de letras. Me gusta escribir. Trato de no ser estúpido. Me gusta crear nuevas formas, de hablar, por ejemplo ‘El cerebro hay que masajear’. No creo que sea un lenguaje popular, no creo que sea tampoco el lunfardo. Me gusta la significación psicológica que tienen las cosas. Llega un momento en que dejo que fluya la cosa. Es concentración. Se me aparece una imagen y después de concentro. Trato de ser coherente, entendible». (Marzo de 1985)

BUENOS AIRES

«A mí Buenos Aires me gusta. Fundamentalmente, me gusta el Centro. Me gustaría vivir en o como en la Avenida de Mayo, pues los españoles te atienden muy bien. Generalmente, en otros lugares de Buenos Aires te sirven porquerías, te tratan mal, te intoxican. Yo me muevo en la vida por esos estímulos agradables, por lo que un rockero llamaría ‘buenas ondas'». (Marzo de 1985)

EL PÚBLICO

«Me alegra saber que siembre hubo menos público para nosotros, pero más inteligente. Lo puedo decir. De mi música no puedo decir si es buena o no, pero del público sí». (Agosto de 1985)

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