Más allá de la Historia del Rock Argentino que está en los libros, en las crónicas, en los documentales, cada quien tiene su propia historia con el rock.
Hubo quienes bailaron por primera vez un rock and roll en 1955 mientras cantaba en el escenario Nelly Dors con sus Cometas. Más tarde lo hicieron con Las Mosquitas y sus covers de Los Beatles.
Hay quienes escucharon hablar de «resistencia», por primera vez, en un single de Marilina Ross de 1966, año en el que otras grabaciones demostraban el nacimiento de una cultura contestataria que se llamará rock nacional.
Hay quienes descubrieron el rock nacional a través de la voz de Gabriela, de Carola, de María Rosa Yorio, de Mirta Defilpo, mientras el país iniciaba su camino hacia el horror.
Hay quienes conocimos «el templo del rock» porque hasta allí nos llevó Sandra Mihanovich, en octubre de 1982, y luego volvimos en abril del año siguiente, para escuchar a la metalera Leonor Marchesi.
Hay quienes compramos, ni bien salió, el disco «Me vuelvo cada día más loca», de Celeste Carballo, y agradecimos lo de convertir un escobillón en una guitarra, como se veía en la foto de la contratapa. Escuchamos cada canción hasta gastar el disco.
Muchxs (sic) crecimos cantando «Puerto Pollensa» en fogones de playas. Algunxs conocimos el punk cuando apareció Diana Nylon en Le Chevalet de Ecuador y Juncal; o en Quilmes, cada vez que tocaron las Exeroica.
Muchxs soñamos otros rumbos cuando vimos en escena a Isabel de Sebastián y a Celsa Mel Gowland, en la inolvidable banda Metrópoli.
Algunxs se animaron a decir «no quiero tu amor» cuando escucharon a Patricia Sosa entonar «¿Sabés lo que quiero? Sólo quiero rock and roll».
Hay quienes atesoramos el recuerdo de ver por primera vez una banda de mujeres en el escenario de un Luna Park repleto, bailando «Lollipop» junto a Viuda e Hijas de Roque Enroll, con la alegría como desobediencia, luego de años del cuerpo silenciado y disciplinado por la dictadura militar.
Hay quienes atesoramos el recuerdo de ver por primera vez a una banda de heavy metal formada íntegramente por mujeres, llamada Las Brujas, y confirmamos que ser bruja no era ser ni suegra ni madre ni novia.
Hay quienes supimos qué era cantar cuando la escuchamos a Claudia Puyó.
Hubo quienes supieron que querían ser bateristas cuando vieron a Andrea Álvarez.
Hay quienes descubrieron que se podía ser guitarrista de rock, al ver tocar a Adriana Sica o a María Gabriela Epumer o a Carina Alfie.
Hubo quienes quisieron ser bajistas porque lo eran Susy Rapella, Claudita Sinesi, Pat Coria o Gaby Martínez.
Algunxs aprendimos a luchar por el derecho al aborto legal gracias a que Pat Pietrafesa alzó su voz, cuando recién estaban arrancando los años 90.
Muchxs entendimos que morir y renacer podía resumirse en la voz de Fabiana Cantilo cantando «Mi enfermedad» mientras Maradona entraba a una cancha de fútbol europea.
Hay quienes recorrimos un río Paraná musical desde el escenario de Cemento cuando se subió Rosario Bléfari a encandilar almas alternativas.
Hay quienes estallamos de blues y felicidad con las cuatro fantásticas de las Blacanblus.
Hay quienes se sintieron menos solas en los bares después de la canción de Hilda Lizarazu.
Cuantxs saltamos y gritamos junto a las Actitud María Marta, cuando pusieron en palabras el horror de la dictadura para las nuevas generaciones y en clave de rap furioso.
Cuantxs crecimos riéndonos gracias a «Juana y sus hermanas», para después descubrir en Juana Molina a una cantautora ultrasensible que ahora nos maravillaba con sus canciones.
Cuantxs pensamos en otro destino, cuando escuchamos a una Érica García encendida y bestial.
Hay quienes quisimos escribir porque antes ellas escribieron la historia, la escriben, y la seguirán escribiendo.
Hay una memoria colectiva cuya banda de sonido son voces de mujeres.
Hay una historia del rock hecha por mujeres, que acompañó la nuestra.
A todas las artistas mujeres del rock argentino, a través del tiempo, a pesar de las desigualdades, a favor de la música, con letras que nos incluyeron, a todas ellas, a las nombradas y a las que falta nombrar: gracias infinitas.
- Por Carolina Santos, Gabriela Cei, y Silvia Arcidiacono, autoras del libro «Historia del rock argentino hecho por mujeres», de próxima edición.