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Hace 28 años nacía el mito de Luca Prodan

22/12/2015 - Retro
Hace 28 años nacía el mito de Luca Prodan

«Una sonrisa infinitamente plácida, autosuficiente; la sonrisa enigmática de Buda», dice sobre Luca Prodan su novia Nora en una nota periodística que sirve de homenaje, días después del fallecimiento del líder de Sumo. El muchacho de la sonrisa plácida se ha encargado a esa altura de provocar una pequeña revolución en muchos jóvenes, que siguen sus espectáculos con la reverencia con que se observa un objeto de culto.

La muerte lo pescó temprano, el 22 de diciembre de 1987. Luca llegaba así al final de un viaje curioso, siempre al límite, siempre en el filo de una cuchilla, hecho de actitudes convulsivas, gestos desafiantes, soledad, pasiones, lirismo. Hecho de música, también. Suficientemente ecléctica en sus años de aprendizaje (educación puramente callejera, no académica, por favor) como para que acepte a Joy Division, Peter Hammill, Van Der Graff Generator, Talking Heads, Roxy Music y King Crimson.

Música que un Luca errabundo escuchó en lugares inhóspitos, solo en las calles de Roma o de Londres, dos ciudades que lo marcaron a fuego antes de su desembarco en Buenos Aires a comienzos de los años 80. Había nacido en Roma, espíritu indomable, revoltoso como pocos, amigo de las fugas, vagabundo por convicción. Se entiende que cuando sus padres -familia bien establecida en la capital italiana, economía sin fisuras- lo instalaron en el colegio escocés de Grodonstown, Luca intentara unas cuantas huidas a mundos, si no mejores, al menos hechos a su medida. La de la desmesura, claro.

Luca tenía dos hermanas nacidas en Pekín, donde sus padres se casaron en 1918; además, estaba su hermano Andrea. Sin embargo, andaba siempre un poco solo, en pleno viaje interior, trabajando en mercados o como sereno, siempre en los bordes de la marginalidad. Creció en el Londres inmediatamente anterior a la explosión punk, de modo que su natural actitud nihilista se fue fortaleciendo con ese escepticismo forjado a golpes de agresión. Cuando hizo pie en la Argentina, en 1975, bebía cantidades de ginebra, amaba deambular por allí y creía en pocas cosas. La música estaba entre ellas.

Era calvo, se sabe, pero entre sus señas particulares no es ésa la esencial. «Border» de alma, fue construyendo paraísos artificiales con todo aquello que tuvo a mano. Ejercía casi sin proponérselo la perturbación, el histrionismo sin límites. Encendió pasiones: cuando cayó de bruces en diciembre de 1987 -nadie podría imaginar una muerte sosegada para Luca- nació el mito. En el cementerio de Avellaneda, donde descansan sus restos, todos los días alguna mano anónima deposita una flor en su memoria.

Sumo nació en Hurlingham. De los ambientes londinenses, el cantante había traído la cadencia del reggae. En esos tempranos comienzos actuaba en el barcito Einstein o en el Stud, dónde conoció a Ricardo Mollo, futuro miembro de la agitada tripulación. De esos encuentros musicales o escénicos surgieron tres bandas, de formaciones tan inestables como el ánimo de Prodan: Sumito, Ojos de Terciopelo, Hurlingham Reggae Band.

Luca pulsaba una guitarra acústica, cantaba con voz poderosa en inglés. Un primer quinteto Sumo grabó un cassette precario en los estudios de Silly Records: «Corpiños en la madrugada». Apenas unos 300 ejemplares, para los íntimos. Más que ese registro de apenas valor histórico, lo sustancial de esas jornadas en estudio fue el encuentro de Luca con Diego Arnedo, Alejandro Sokol, Germán Daffunchio y Roberto Pettinato. Fue una presentación más o menos formal en sociedad.

De esas reuniones en Silly Records surgió, aunque en registros algo primitivos, una buena porción del mejor repertorio de Sumo: «Night and Day», «Divididos por la felicidad», »Teléfonos que suenan en habitaciones vacías», «Basura blanca», »Mejor no hablar de ciertas cosas» (letra del Indio Solari, de Los Redondos), «Heroína», «Fuck you!», un título no precisamente complaciente ni amable que resume con creces el ideario de la banda.

Con sus extravagancias y su decir cocoliche, con su actitud indiferente, pura furia, Luca se convirtió en un personaje de Buenos Aires. En alguna entrevista confió su admiración por el poeta norteamericano Charles Bukowski. No es extraño, aunque Prodan parecía eludir la vulgaridad deliberada o una calculada decadencia. Se lo intuía más sincero, más verdadero, más humano y conmovedor.

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