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Cumple 40 años «The Man-Machine», el disco de Kraftwerk que fusionó la electrónica con el pop

20/05/2018 - Noticias, Retro
Cumple 40 años «The Man-Machine», el disco de Kraftwerk que fusionó la electrónica con el pop

Hace 40 años la banda alemana Kraftwerk publicaba un álbum que cambiaría para siempre el mundo de la música, y especialmente la relación de los seres humanos con la tecnología electrónica para crear música. «The Man-Machine» (en alemán «Die Mensch-Maschine») fue lanzado al mercado el 19 de mayo de 1978, sorprendiendo a propios y extraños.

En aquella década de 1970, Alemania Occidental estaba plagada de incertidumbre; los rusos se habían quedado con la mitad del país, había un potencial holocausto nuclear a la vuelta de la esquina y entre toda esta confusión se manifestaba una de las músicas más innovadoras y precisas del mundo. Se llamaba Krautrock, un género caracterizado por los ritmos monótonos e hipnóticos que eventualmente se convirtieron en la música electrónica que escuchamos hoy.

Lo que Kraftwerk hizo fue subir la apuesta. Tomaron el experimento y lo pusieron patas para arriba. Se volvieron «eléctricos», pero no como Bob Dylan.

Los Krautrockers tiraron sus equipos y se modernizaron. Cambiaron baterías y guitarras por sintetizadores, secuenciadores y novedosas cajas de ritmos. Así cobró vida «The Man-Machine». Lo que siguió fue una creación parecida a Frankenstein que cambiaría para siempre la forma en que se escuchaba y se grababa la música.

El álbum dio sus primeros pasos en el mundo humano en 1978, ante unos oyentes confundidos y divididos. A «The Man-Machine» le fue bien, pero el éxito estuvo sujeto a una reaparición unos cuatro años más tarde, cuando el single «The Model» alcanzó el primer lugar en las listas británicas en 1982.

Parece que la sociedad necesitaba un poco de tiempo para adaptarse al nuevo orden mundial. La crítica del álbum realizada por Rolling Stone en 1978 es una mirada interesante sobre cuánto confundió a los oyentes. Comienza diciendo que con menos de tres minutos en «The Man-Machine», el álbum ha extendido fielmente «la marca inconfundible de exquisita tortura de Kraftwerk».

La voluntad de expresar el movimiento mecanizado se siente en esa continua utilización de las máquinas, con ritmos estandarizados y sin cambios a lo largo de cada canción. No hay variaciones, no hay error humano. Sólo está la perfección de un reloj suizo en los BPM que acompañan a los sintetizadores y las voces de los integrantes de Kraftwerk, ya sea al natural o con vocoder.

Las imágenes que aparecen en la famosa portada con la típica estética de la propaganda comunista soviética, todos vestidos iguales para afirmar la homogeneidad o incluso la propia mecanización del hombre. Ellos son Florian Schneider y Ralf Hütter, miembros fundadores, acompañados de Karl Bartos y Wolfgang Flür.

A lo largo de las seis canciones, «The Man-Machine» suena a muchas cosas menos a algo humano. El sintetizador es una máquina muy celebrada, pero al fin de cuentas sin la mano humana no sirve para nada. Es ahí donde vuelve el vínculo con el hombre. Con estos instrumentos, la tensión creada en las varias capas de las canciones es completamente fértil y humana. «Metropolis» destaca el abismo de los edificios que nos tragan en las grandes ciudades, una suma y resta de sintetizadores y de ritmos con la mágica sonoridad de videojuego de 8 bits.

La simplicidad estructural de «The Model» tiene una voz que repite una emblemática melodía del sintetizador que dicta toda la armonía. La canción más extensa, «Neon Lights», muestra arreglos similares a los de todo el disco de los alemanes, con sintetizadores que entran y salen, como si recorriéramos todos los procesos de producción en una fábrica. Las voces de «The Man-Machine», «The Robots» y «Spacelab», que repiten el título para crear una melodía sintetizada, se diferencian de la voz humana de «The Model» y de «Neon Lights», donde la letra es más explotada.

Kraftwerk cambió por completo nuestra forma de pensar, rechazó el establishment y, de paso, lanzó algunas críticas culturales. Junto con otras leyendas de la música electrónica como Giorgio Moroder, establecieron el escenario para la música disco y allanaron el camino para que el synthpop ganara los 80, para que llegaran las raves en los 90 y para el éxito posterior de artistas como Daft Punk.

Este álbum parece aún más relevante 40 años después, y continúa explorando el impacto de la tecnología sobre la humanidad. Kraftwerk es para la música electrónica lo que Pink Floyd fue para el rock psicodélico.

En su libro “Más brillante que el sol” (1998, recientemente editado en la Argentina por Caja Negra), el crítico Kodwo Eshun dice que «Kraftwerk es al techno lo que Muddy Waters es a los Rolling Stones: el original, la versión no adulterada, la versión auténtica (…) Para el techno, Düsseldorf es el Delta del Mississippi».

Si bien no es sorprendente que los muchachos de Kraftwerk pudieran sentir que nuestra sociedad se volvería más dependiente de la tecnología y buscaran comentar sobre esto, es su efecto sobre la música popular lo más sorprendente.

Las repercusiones de «The Man-Machine» se ven en todas partes. Desde el techno hasta la EDM, pasando por el electro pop, el synth pop o el trip hop. Es imposible ignorar esta influencia en el uso de secuenciadores en «100th Window» de Massive Attack, casi completamente concebido por Robert Del Naja, o incluso en la banda sonora de «Ex-Machina» de Ben Salisbury y Geoff Barrow, una de las grandes figuras de Portishead.

La última conexión obvia será el uso del vocoder, que, 40 años después, es un instrumento de relevancia en la música contemporánea y que tuvo períodos de mayor importancia -es decir, cada año en que hubo un lanzamiento de los Daft Punk, maestros de la música electrónica en el contexto popular- y que pasa en los últimos tiempos por un período de evolución con la creación del Prismizer, instrumento creado por Francis Starlite (Francis and the Lights) y muy celebrado por Bon Iver, Kanye West o Frank Ocean, algunos de los más fascinantes artistas de la actualidad.

Este álbum es una manifestación física de una era tecnológica en desarrollo. El proceso de grabación fue tan complejo que obligó a la tecnología musical a dar un salto adelante y cumplir con las nuevas demandas de una audiencia ávida de música electrónica. La fusión estaba destinada a suceder, y «The Man-Machine» es un símbolo de esa transición.