A 11 años de su anterior álbum, León Gieco llega con novedades con la publicación de «El hombrecito del mar», disco con el que retoma una trayectoria imponente y lo muestra a la altura de su propia leyenda.
«En este momento y con 71 años, evidentemente necesité una década para componer las canciones y elaborar este disco teniendo otros 40 o 50 discos editados, y entonces ya no es tan fácil ni tan fluido componer muchas canciones porque uno ya estuvo tocando todos los temas que quiso tocar», asegura Gieco durante una entrevista con la agencia Télam.
Y escuchando el resultado estético alcanzado en «El hombrecito del mar» y el elenco que fue capaz de reunir para acompañar esta aventura sonora que urdió junto a Luis Gurevich y que añadió el aporte en producción desde Los Ángeles de Gustavo Borner, es como para darse por hecho, una vez más.
El registro, realizado a distancia y por Zoom debido a la pandemia, tuvo como banda estable a Vinnie Colaiuta en batería, Leland Sklar en bajo, Dean Parks en guitarras, Luis Conte en percusión, Jerry Douglas en dobro y a Michael Thompson y los productores Borner y Gurevich en teclados.
Pero, además, contó con un elenco de excepción capaz de darle aún más matices al repertorio casi enteramente firmado por el autor de «El país de la libertad», «Cinco siglos igual» y «Sólo le pido a Dios», por citar apenas algunos de los sucesos con su sello.
Lila Downs y Jerry Douglas (en «Soles y flores»), Roger Waters, la voz de Víctor Jara, la guitarra de Pedro Rossi y al cello de Jacques Morelenbaum (en «Gira gira girasol», del trovador chileno Jara), Emma Shaplin (en «Las ausencias»), Ligia Piro, Carlos Núñez y el coro de niños La Salle de Córdoba (en «Dios naturaleza»), y Silvio Rodríguez, la murga Agarrate Catalina y Lula Bertoldi (en «Sueño con serpientes», un clásico del cubano), encabezan las colaboraciones.
La nómina se amplía con la fadista portuguesa Sara Correia, su grupo y el bandoneonista Martín Sued (en «Estuche», con letra de la pareja de León, Alicia Scherman), Gustavo Santaoalla (en «La amistad»), el artista mexicano Sergio Arau (en «Alimentación.com»), Claudia Puyó («Todo se quema»), Hilda Lizarazu («Mis heridas curé») y el grupo de cuerdas Aqualáctica («El final»), entre otros.
La placa tuvo una escucha parcialmente pública el lunes pasado por la noche en la sala porteña de Café Berlín, donde Gieco lució feliz por la nueva cosecha de canciones donde se reconoce su caligrafía social y su libertad expresiva.
Allí también y seguramente a cuento de mostrarse dispuesto a seguir en la ruta, como cuando confiesa que con la placa en ciernes inauguro sus «últimas dos décadas de actuaciones y trabajo con la música», anunció que trabaja junto a Gurevich en nuevo repertorio que incluirá canciones de homenaje a Mercedes Sosa y Sara Correia (cuyos textos leyó), otra titulada «Democracia» en colaboración con Teresa Parodi, la «Baguala para la Argentina» que supo componer con Chabuca Granda, y «Mama Coca» sobre el expresidente boliviano Evo Morales, entre otras.
El gusto de cantar con Víctor y Silvio, otros dos íconos de la canción latinoamericana
El nutrido y variado abanico que contiene «El hombrecito del mar» incluye para su mentor, León Gieco, la posibilidad de reunirse con el chileno Vïctor Jara (asesinado por la dictadura chilena en septiembre de 1973) y con el cubano Silvio Rodríguez, otros dos referentes de la música popular latinoamericana.
Sobre «Gira, gira, girasol», de Jara, Gieco especifica: «No es que decidimos hacer una canción de Víctor sino que yo tenía la idea de cantar con él y también tenía en claro que no quería que fuera en una de sus canciones políticas».
Al repasar las motivaciones de la versión, el artista oriundo de Cañada Rosquín repasa: «Tenía la idea de invitar a Joan Baez pero ella no podía participar porque estaba de gira por Canadá y entonces Gustavo Borner genialmente se acordó que Roger Waters me había dicho -el día que me invitó a cantar en el Estadio Único- ‘contá conmigo para lo que quieras’ y le dimos libertad para que haga lo que quiera y recibimos unas palabras hermosas y también canta una partecita».
Con los aportes de la guitarra de Pedro Rossi y el cello del brasileño Jaques Morelenbaum, además de la voz recuperada de Jara, León considera que «quedó una versión hermosa que cuenta con un detalle más: todos los derechos que genere van destinados a la Fundación Víctor Jara».
P: ¿Y qué te impulsó a hacer una visita pop a «Sueño con serpientes» de Silvio Rodríguez?
León Gieco: «Sueño con serpientes» es una canción que me llamó la atención toda la vida, como «Solo el amor» que grabé en «Semillas del corazón» (1988) transformándola en una especie de canción de Neil Young.
En este caso y como «Sueño…» siempre me pareció una canción tan delirante, tan hermosa, que significa tantas cosas, entonces pensé que podíamos hacerla tipo «petergabrielesca» y con Luis (Gurevich) hicimos una versión en 2013 para cantarla con Agarrate Catalina en el Luna Park, con ritmo uruguayo, así que cuando llegó el momento de grabar el disco, no dudamos en llamar a la murga y también Silvio aceptó la invitación y (Gustavo) Borner propuso que el solo de guitarra lo hiciera Lula Bertoldi.
Tengo un mensaje de Silvio que al escucharla me dijo que no solo la había completado, sino que la canción había crecido… por lo que estamos muy contentos de haberla grabado.
P: ¿Por qué elegiste «El hombrecito del mar» para dar nombre a tu disco?
León Gieco: Todo surgió porque el Parque de la Memoria es un lugar que visito frecuentemente con mi nieto Oliver, de 5 años, desde hace algún tiempo y él le pone nombre a algunas cosas: siempre me dice: «primero juguemos en la cárcel de la que nos podemos escapar» por la obra de León Ferrari «A los Derechos Humanos», que está ubicada en la entrada del Parque y después me lleva a ver al «Hombrecito del mar», en referencia a la obra de «Reconstrucción del retrato de Pablo Miguez» de Claudia Fontes.
Yo le expliqué que si bien para él se trataba de un hombrecito, no estaba en el mar sino en el río y la diferencia es que uno tiene agua salada y el otro aguas dulces, a lo que Oliver me respondió: «bueno, es un mar dulce entonces».
Por esa historia es la primera vez que decido que no haya una foto mía en la tapa de un disco y en su lugar elegí esta obra maravillosa de Claudia, una escultura sobre el agua que articula los conceptos de aparición y desaparición.
P: En tu trayectoria supiste burlar los moldes de los géneros y sos uno de los artistas que más trabajó en juntar artistas y estilos sin importar las procedencias. ¿Cómo ves ese ejercicio de la libertad entre artistas de hoy?
LG: Creo que los músicos generalmente buscan relacionarse con otros porque es una forma de alimentarse y crecer. Pienso que cualquier músico inteligente hace eso. Sé que Wos tocó con (Ricardo) Mollo, por ejemplo, o Trueno con Víctor Heredia, de a poco se van arrimando al pop o al rock, y hay gente que hace cosas muy interesantes con máquinas.
Yo hice eso desde el comienzo, no te olvides que compuse «Cachito, Campeón de Corrientes» incluyendo un chamamé dentro del movimiento del rock y fue una jugada muy difícil y la pasé muy difícil… o sea, viene conmigo desde ahí eso de romper moldes y estilos. Otra vez junté, por ejemplo, a Ricardo Iorio y Mercedes Sosa en «El embudo», de Marcelo Berbel. Pero no es que me dediqué a romper moldes, lo hago naturalmente porque estoy influenciado por un montón de corrientes musicales. Y en este momento escucho desde música clásica hasta un rap y todo tiene lo suyo, de todo se aprende, todo te moviliza y todo te hace mover el culo, es así.
P: Dos de los tres nuevos temas («Todo se quema» y «Alimentación.com») refieren a situaciones acuciantes: el medioambiente y qué comemos. ¿Los escribiste por necesidad y preocupación o también porque seguís creyendo que las canciones sirven para alertar, para crear conciencia?
LG: Yo creo que la canción sirve para crear conciencia pero yo no las escribo para eso. Hay una necesidad interna de manifestarme, no puedo explicarlo de otra forma. Esa necesidad existe, hace que las canciones surjan y a la larga sirvan para crear conciencia.
Por supuesto que estoy muy preocupado por los cambios del medio ambiente y por la alimentación, pero siempre lo estuve…»Todo se quema» por ejemplo, en sus ocho estrofas habla de ocho cosas distintas, como la inmigración, entre otras temas.
Pero, yendo a tu pregunta, sí, ambas cosas me preocupan. Y por supuesto, si el día de mañana me surge alguna canción que sirva para clarificarle algo a algunas personas que toman seriamente ese mensaje, lo haré, pero a mí me sale naturalmente; no es que lo hago por un motivo determinado, es mi forma de componer. Siempre hice canciones incluso con un toque de esperanza, hay mucha gente trabajando para cambiar las cosas, y yo soy uno más.
P: ¿Cómo aparece «Estuche» en tu repertorio? ¿Puede pensarse que retoma la huella musical de «Alas de tango»?
LG: Sí, en realidad es casi una continuidad de «Alas de tango», está compuesta por los mismos autores: la letra es de mi compañera Alicia Scherman y la música es de Luis Gurevich. Lo que pasa es que en un momento me pareció raro poner un tango en este disco que tiene un estilo determinado, entonces lo llevamos hacia el fado y quedó perfecto. Tuve la gran suerte de que Gustavo Borner conociera a un grupo de músicos de Portugal y nos comentó que estaban acompañando a la increíble cantante Sara Correia por lo que era muy probable que contásemos con ella también en el disco.
De tocar para Evo Morales a reponerse de las cuerdas vocales para volver a los escenarios
Así como estuvo 11 años sin publicar un álbum, León Gieco también dejó de presentarse en vivo, una cuenta pendiente que espera saldar después de resolver «un problema de cuerdas vocales que no es operable y me demandará un largo tiempo de foniatría para curarme».
«Ocurre que estoy pasando un momento de incertidumbre respecto a la afonía, pero cuando empiece a mejorar de la voz, voy a tratar de reiniciar de a poco la actividad y volver a cantar», confiesa Gieco.
Pese a la imposibilidad de hacer recitales extensos, el músico comenta: «Hice algunas participaciones solidarias, solo o acompañado generalmente por Lito Vitale, por lo que seguramente le propondré que empecemos a trabajar alguno de los temas nuevos de a poco».
El lunes último, sobre el escenario de Café Berlín, el artista despidió la escucha de «El hombrecito del mar» tocando (a guitarra y armónica) y cantando «El orgullo» (que pone broche al listado de 13 temas y donde se asume en la piel de una niña trans, un niño qom, Fernando Noy y un hijo apropiado por la dictadura cívico-militar) y «Días peligrosos» (uno de los dos bonus track -el otro es «La balsa que yo soñé», dedicado a Litto Nebbia– que se agregarán a la edición en vinilo de la placa).
P: Acerca de presentaciones, ¿cómo fue tocar en el Festival de Cine Mar del Plata para la premiere mundial del documental «Seremos millones» sobre el expresidente boliviano Evo Morales?
León Gieco: Yo conocía el documental que se estaba gestando, iba viendo los avances y quise sumarme. Fui el creador junto a Gustavo Santaolalla y Miss Bolivia de «Mama Coca», la canción que se convirtió en el leit motiv de la película, también allí hay otra canción mía, «Cuando los ángeles viajan», y varias de Gustavo.
La película es muy buena, y en mi caso por conocer a Evo y su historia, me involucré bastante en el proyecto y por eso propuse ser «el numero vivo», como se hacía antes en los cines. En este caso me encantó hacerlo, fue un evento muy emotivo, el público recibió muy bien el documental, y ahora estamos a la espera del estreno en Buenos Aires para el mes de febrero.
«No podría haber encontrado una persona más perfecta»
El sonido de León Gieco tiene desde hace 30 años el sello del músico y productor Luis Gurevich, un ladero que vuelve a decir presente en «El hombrecito del mar» y al que el autor de «Pensar en nada» y «La mamá de Jimmy» considera «una persona muy importante con la que yo cuento».
«En un momento tuve un percance personal y empecé a autoplagiarme musicalmente porque sentía que me faltaban elementos y le eché la culpa a que no pude estudiar y demás», recuerda León.
En la evocación, Gieco repasa: «Hacia 1988 yo tenía mucho éxito en Alemania, tocábamos con charango, violín y mandolina y en ese momento un stage manager que trabajaba conmigo me dijo que conocía un tecladista que podría ir muy bien con lo que yo estaba buscando porque había tocado con David Lebón y con Peteco Carabajal, o sea que hacia folclore y rock».
P: El tecladista era Gurevich y finalmente se conocieron…
LG: Sí, en 1989 empezamos a tocar, nos llevamos bien y en ese momento me trajo las melodías que luego resultaron ser «Cinco siglos igual» y «Todos los días un poco». Ahí sentí que lo mío floreció y tuve más libertad para componer mis letras de forma más poética o más profunda porque me había sacado de la mente aquel peso del autoplagio musical. Desde entonces, trabajamos juntos y hemos compuesto muchas canciones.
P: ¿Cómo se aprecia ese vínculo en «El hombrecito del mar»?
LG: Para este último disco todas las canciones son nuestras. Mi relación con Luis en este momento es casi perfecta, no nos molestamos, creamos juntos, componemos y grabamos porque él también es multiinstrumentista y un gran técnico. Es una persona muy importante con la que yo cuento y además de ser un excelente compositor, es un extraordinario versionista o recreador de canciones. La verdad que no podría haber encontrado una persona más perfecta que Luis.
Por Sergio Arboleya (Télam)