Woodstock, el símbolo de una generación. Para algunos fue solamente un concierto de rock que, durante tres días, reunió en una granja del estado de Nueva York a 25 músicos surgidos en los años 60 y a cerca de 500.000 hippies. Para otros, fue el mayor encuentro contracultural que haya producido la cultura joven; el punto culminante de un movimiento cuyos ideales eran paz y amor, sus formas: sexo, música y drogas, y sus intereses: filosofía, política y religión.
Lo cierto es que entre el 15 y el 17 de agosto de 1969, cerca del pequeño pueblo de Bethel, se realizó -en medio de una lluvia torrencial- la Feria de Música y Arte de Woodstock. Allí tocaron, entre otras figuras del rock, el folk, el soul y la música country: Jimi Hendrix, Joan Baez, Bob Dylan, The Who, Joe Cocker, Janis Joplin, Santana, The Grateful Dead, Joni Mitchell, Crosby, Stills, Nash & Young, Jefferson Airplane y Sly & The Family Stone, entre otros.
De aquel encuentro quedan un puñado de actuaciones memorables, una película que inundó las trasnoches de los cines de todo el planeta, un estribillo que de allí en más pasó a entonarse en miles de recitales y, ante todo, un mito. El del espacio de libertad absoluta donde la solidaridad, el pacifismo y el amor libre lograron cuestionar, aunque más no sea parcialmente, el sistema. Como reconoció en la Casa Blanca un funcionario de turno, “era más fácil enviar tropas al extranjero que movilizar a la Guardia Nacional contra los hijos de los contribuyentes”.
También es cierto que, más allá de los análisis y las posturas ideológicas, Woodstock tuvo su contracara: 2.200 personas sufrieron heridas y quemaduras, 800 jóvenes debieron ser atendidos por exceso en el consumo de drogas y hubo dos muertos (uno atropellado por un tractor y otro tras ingerir varias dosis de LSD). Pero, estos números jamás podrán demoler el mito de Woodstock, el símbolo de una generación. Una verdadera leyenda que cumple medio siglo.