Hace 50 años, un joven Stevie Wonder, que a pesar de sus 23 años ya era un «veterano» de la escena de la música afroamericana gracias a la acumulación de una buena cantidad de éxitos, comenzaba a transitar 72 horas en las que pasaría de la gloria de editar «Innervisions», uno de sus mejores discos, a debatirse entre la vida y la muerte a raíz de un violento accidente automovilístico.
Irónicamente, mientras se multiplicaban hora a hora las críticas que sentenciaban de manera unánime que su 16º producción finalmente lo consagraba como un «artista adulto» por su exploración sonora y el compromiso en sus líricas, el genial creador ingresaba en estado de coma a un hospital de Winston-Salem, en Carolina del Norte, luego de que el auto en el que viajaba chocara contra un camión que transportaba troncos.
Pero a la par de que se iba produciendo el milagro de la recuperación, tras varios días en que se dudaba si sobreviviría -o en qué estado quedaría, si así ocurriese-, las estaciones radiales emitían entre sus temas predilectos a «Higher Ground», «Living for the City», «Don’t You Worry ‘bout a Thing» y «He’s Misstra Know-It-All» , entre otros cortes de «Innervisions».
La brillante producción del «chico maravilla» de la famosa discográfica Motown había sido lanzada el 3 de agosto de 1973 y venía precedida de «Music of My Mind» y «Talking Book», dos trabajos de 1972 que habían inaugurado una nueva etapa en su ya extensa carrera.
Es que bajo el nombre de Little Stevie Wonder, el artista nacido en 1950 había sido uno de los «niños mimados» del sello desde los tempranos 60, para el cual registró 13 álbumes en los que se explotaba su gran talento compositivo e interpretativo, pero se le negaba voz propia.
Sin embargo, en 1972, consciente de que el sello había renunciado a la pureza del sonido y la cultura afroamericana en una negociación tácita con el masivo público blanco, y que eso encorsetaba a los artistas, Stevie Wonder hizo algunos planteos en torno a su contrato.
Al obtener a cambio de su continuidad una plena libertad creativa, puso en marcha una nueva era en su música, marcada por la experimentación con sintetizadores y líricas que daban cuenta de las problemáticas que atravesaban a los ciudadanos afroamericanos.
«Nosotros, como pueblo, ya no estamos interesados en las canciones de ‘baby, baby’. Hay más en la vida que eso», marcó su postura en una entrevista de la época, cuando ya había mostrado las cartas con temas como «Superstition».
Pero, inspirado por el fabuloso «What´s Going On?», del otro astro de Motown que también alzó la voz racial, Marvin Gaye; Stevie Wonder se despachó en «Innervisions» con cuestiones como los falsos predicadores, las dificultades para moverse en la ciudad para una persona ciega como él -prácticamente desde que nació-, el lado B de los cantos de sirena del libre consumo de drogas y las revueltas raciales, entre otras.
Todo eso sumado a los grandes avances que había logrado en el uso de TONTO (The Original New Timbral Orchestra), el gigantesco sintetizador, que era el más avanzado de la época y con el que había comenzado a experimentar en sus trabajos anteriores.
Así fue como este disco, al que se asocia con sus dos antecesores y sus dos sucesores -«Fulfillingness’ First Finale» y «Songs in the Key of Life»-, permitió que los críticos dejaran finalmente de recordar a «Little Stevie Wonder» cuando vieran al actual.
Con los crecientes elogios a cuestas, el artista inició una gira promocional de disco ni bien fue lanzado, que abrió con una actuación en Greeneville y debía continuar el 6 de agosto en Durham, Carolina del Sur.
Pero en el trayecto entre ambos ciudades, a bordo de un auto de alquiler que manejaba un primo suyo, mientras dormía en el asiento del acompañante, se produjo un choque contra un camión cargado con troncos que iba delante de ellos en la ruta.
A raíz del impacto, un gran tronco golpeó la frente del músico, quien fue trasladado en un desesperante estado de coma a un hospital. Durante varios días permaneció inconsciente y muchos medios de comunicación hasta llegaron a darlo por muerto.
Según narró tiempo después su amigo y director de la gira Ira Tucker, Stevie Wonder era capaz de mover sus dedos cuando estaba inconsciente, si le cantaban al oído «Higher Ground», una de las canciones de su flamante disco.
Aunque varios días después recobró la consciencia, se temió por el estado en que iba a quedar debido a que, en principio, había perdido el sentido del gusto y del olfato. El primero, lo recuperó con el tiempo; el segundo, nunca más.
No obstante, el peor augurio era que cuando le acercaban un teclado no se animaba a tocarlo por un gran temor a descubrir una hipotética pérdida de movilidad en sus dedos. Cuando finalmente tomó coraje, todos los miedos resultaron infundados.
«Trajimos al hospital uno de sus instrumentos, creo que era el clavinet -comentó el mismo Tucker-. Por un tiempo, Stevie simplemente se quedó bloqueado a su lado, no hizo nada con él. Se podía percibir su pánico a tocarlo, su nerviosismo y temor a haber perdido su habilidad y simbiosis con el instrumento, no sabía si podría aún tocar y jugar con el teclado. Pero finalmente lo tocó y solo podías ver la felicidad propagarse sobre él. Nunca lo olvidaré».
Milagrosamente, poco más de un mes después del accidente que lo puso al borde de la muerte, Stevie Wonder reapareció sobre un escenario como invitado de Elton John, en un concierto en el Madison Square Garden de Nueva York, en donde fue recibido con una ovación que duró largos minutos.
Como los médicos le habían recomendado que no hiciera grandes esfuerzos, el músico postergó su regreso absoluto por unos meses, hasta que en 1974 pudo asistir a la ceremonia de los Grammy para recoger los premios obtenidos por «Innervisions», y luego sí protagonizar un concierto en el célebre reducto neoyorquino. Allí, emocionado, mostró su cicatriz en la frente y con la cabeza hacia el cielo agradeció a Dios por estar vivo.
Por Hernani Natale (Télam)