Después de un álbum debut que no colmó las expectativas de público y crítica, tal vez incomprendido en su momento, Serú Girán decidió dar un paso adelante, buscando un mejor estudio de grabación. De la nada apareció un productor de eventos llamado Daniel Grinbank, quien empezó a trabajar como mánager de la banda, y uno de sus primeros logros fue cambiar la locación original para el registro del segundo disco.
La gestión se volvió más temeraria cuando sacó al grupo de Music Hall y creó su propio sello, DG Discos, y así Serú Girán ingresó a la escudería de bandas independientes. Entre julio y agosto de 1979 fueron las sesiones en ION, con la asistencia técnica de Amilcar «No te Mueras Nunca» Gilabert (así figura en los créditos). El ingeniero optó por aprovechar el perfecto ensamble que caracterizó al cuarteto desde sus inicios, y los grabó «tocando en vivo el 99% del registro».
Gilabert contó con libertad absoluta y su trabajo fue tan bueno que se convertiría en el sonidista de Serú y, luego, en la mano derecha de Charly García en su debut solista. Entre sus méritos rankea alto la mezcla de «La grasa de las capitales», gracias al buen uso de la consola de 24 canales que había en ION. «La mezcla de la batería se mantuvo mucho en el estilo tradicional. Pero el uso de equipos analógicos nos ayudó a conseguir una saturación muchísimo más cálida que la que estábamos acostumbrados acá», dice Gilabert, que también colaboró con el efecto de fritura grabado en la cocina de su casa para el tema que abre el disco.
Entre los afortunados que asistieron a la grabación figuraba un novel periodista de Expreso Imaginario. Claudio Kleiman, hoy una de los críticos más reconocidos y una de las firmas más importantes de la revista Rolling Stone. «En esa época no había tantos intermediarios», recuerda Kleiman. «Lo más probable es que nos hayamos cruzado y alguien me dijera: ‘Estamos grabando en ION, venite’». Metido en la cocina del disco, Kleiman no puede borrar la imagen de Pedro Aznar grabando el emotivo bajo de «Viernes 3 a.m.». «Me sigue pareciendo un tema extraordinario, con mucha influencia de Joni Mitchell. Pintaba una situación dramática, un momento individual pero a la vez social», dice Kleiman.
El sonido suave y natural del bajo fretless marcó a Serú. «Me acuerdo que a Pedro le decían Aznorius, por el estilo de tocar, muy Jaco Pastorius, y en la sesión de grabación de ‘Viernes 3 a.m.’ Charly, desde el control, le hacía señas como para que metiera más de eso. Y Pedro me mira a mí como diciendo: ‘¿Ves? No soy yo el que hace eso, ellos me lo piden’. Como excusándose», dice el periodista.
«La grasa de las capitales» llegó a las disquerías a fines de octubre de 1979 y tuvo una tibia recepción por parte de la prensa. La aceptación corrió lentamente, como esos discos clásicos que exigen tiempo. El arranque ya indica que es un álbum de ruptura con el pasado. Un coro anuncia con claridad meridiana el estado de las cosas: «Qué importa ya tus ideales, qué importa tu canción, la grasa de las capitales cubre tu corazón».
Entre octubre y noviembre de 1979, García se sentó en la mesa de Mirtha Legrand. Así, «La grasa…» llegó a la TV como la mayor ironía del músico y marcó el inicio de su nuevo estatus en la vida pública: con acceso al corazón del mainstream y a cargo de las contradicciones que tanto fastidian a sus detractores. «Mirtha Legrand mostró la tapa en cámara y dijo: ‘Es como People, ¿no?’», dice el periodista Roque Di Pietro, autor de «Esta noche toca Charly». «Imaginar la escena es casi un happening. Y le abrió las puertas a otra lluvia de críticas de parte de la buena conciencia rockera».
«La grasa…» se inspiró en el desprecio a la gente careta y el «no se banca más» podía tener distintas capas de sentido. El segundo disco de Serú Girán es una obra conceptual sobre los conflictos, las inseguridades y la soledad, una radiografía de época más útil que los manuales de escuela.
La tapa
La tapa de «La grasa de las capitales», una sátira a la superficialidad de la sociedad en pleno gobierno militar, jugó un rol fundamental.
El blanco elegido por Charly García: la revista Gente. Las fotos se hicieron con una cámara Hasselblad idéntica a la que llegó a la Luna con el Apolo 11. La sesión se hizo sobre un fondo infinito de 12 metros color rojo. La serie de fotos de «La grasa de las capitales» se hizo en Hipólito Yrigoyen 1284, tercer piso oficina seis.
«Si se quiere, el rojo daba grasa», dijo en declaraciones al diario Clarín el fotógrafo Rubén Andón. El arte corrió por cuenta de Rodolfo Bozzolo. La idea fue toda de García, explicó Andón. «Estaba podrido de todas esas revistas tipo Gente, tan caretas», supo declarar el propio García. «Habíamos compuesto el disco para ir directamente al choque. Las canciones eran más pesadas, más contestatarias. Había que salir de la grasa, de la mediocridad…».
«La palabra ‘grasa’ llegó al español a mediados del siglo XIV, proveniente del latín ‘crassus’, luego devenida ‘craso’: rudo, gordo, tosco, grueso. De ahí el uso de craso error, como error indisculpable, por lo ‘grueso'», explicó el profesor Esteban Giménez.
Y agregó: «El uso de grasa como sinónimo de ordinario viene por influencia del inglés greaser: grasiento, adjetivo que aplicaban en el oeste de los Estados Unidos a los mexicanos y, en general, a los latinoamericanos. En nuestro país comenzó a usarse en forma despectiva durante el primer gobierno de Perón, acuñada, tal vez, por el círculo del embajador norteamericano Spruille Braden, quien así aludía a la descuidada apariencia de los seguidores del peronismo».
La tapa muestra a Pedro Aznar como un oficinista. David Lebón, con sus brazos en jarro, es el rugbier menos pensado. Oscar Moro, de porra maradoniana, hace de carnicero y García es empleado de una estación de servicio, en una crítica a las petroleras. Contexto de 1979: 140% de inflación y una economía estancada.
El diseñador Alejandro Ros, que ha creado infinidad de tapas emblemáticas para el rock argentino, expresó: «Cuando salió ‘La grasa…’ yo todavía vivía en Tucumán y para mí fue fue muy fuerte, me marcó. La ironía, el humor, elementos que después usé en mi trabajo. En esa época, la música abría mundos y las tapas eran fundamentales».
Según contó Andón, cada uno eligió su personaje: «El contexto de la foto era (Jorge Rafael) Videla presidente y la idea de criticar, con todo lo que significaba criticar en ese momento, tuvo una cuota de valentía. Además a Charly ya le habían prohibidos temas como ‘Botas locas’… ‘La grasa de las capitales’ no era un lanzamiento más. No al menos para mí, que considero que el rock ha forjado mi conciencia».
“Los personajes de Gente siempre me parecieron la grasa de las capitales… Grasa, Gente, Charly solamente tuvo que jugar con el logotipo. El bidón que él tiene en la mano es un envase de fijador fotográfico que estaba tirado en mi estudio. El delantal que usa Moro para posar se lo pedimos al carnicero de la esquina. El cuchillo es de mi cocina», agregó Andón.
La crítica
En su número 122, la revista Pelo escribió:
Serú Girán nació como un proyecto discográfico individual de Charly García, con la participación de David Lebón. Juntos compusieron el material del álbum, y convocaron los servicios del bajista Pedro Aznar y el baterista Oscar Moro.
Así nació el primer álbum de Seru Giran y la formación quedó establecida. El disco no tuvo la acogida que sus realizadores esperaban. Algunas de las razones fueron la ausencia de frescura, una cierta introversión en la que Charly García venía navegando desde los últimos tiempos con La Máquina de Hacer Pájaros. Sin embargo, esto revaloriza el álbum, que indudablemente tiene muy buenos temas que incluso mucha gente recién descubre ahora.
Pero tal vez el factor más negativo de aquel Seru Giran fueron sus propios músicos y sus actitudes. García parecía cansado y confundido, y mostraba una especia de aversión hacia el público. Todo esto contribuyó a deteriorar aún más la relación con las audiencias.
El tiempo transcurrió Seru Giran fue asentándose como banda, y grabó un nuevo álbum. «La grasa de las capitales» es un disco que va a tener admiradores y detractores igualmente incondicionales. Por un lado, estarán los que darán la bienvenida a un García que abandonó la complejidad y retoma la temática de crítica social que tan bien desarrolló anteriormente. Y por el otro, habrá quienes condenen esta simplicidad como una falta de progresión.
Lo cierto es que Seru Giran produjo uno de los trabajos (junto al de León Gieco) más logrados de este año. El tema que da título al álbum es la canción más comprometida de todo el disco y exhibe una crítica abierta y sin eufemismos a los aspectos más deplorables y decadentes de las grandes ciudades, y sus agentes contaminantes. «San Francisco y el lobo» es una estupenda balada acústica cantada por un afinado Lebón. «Perro andaluz» es un tema de García que plantea una simple historia de amor en la que el desengaño deja lugar a ala amenaza latente.
«Frecuencia modulada» es una invectiva contra la vacuidad de estos tiempos. Le sigue un tema de Pedro Aznar en el que interpreta todos los instrumentos, y muestra un registro vocal interesante.
El segundo lado tiene las canciones más fuertes y acabadas del disco. «Noche de perros» es una hermosa melodía construida por el inconfundible sonido «fretless» del bajo de un inspirado Aznar, con un crescendo que estalla en la vigorosa guitarra de David Lebón.
«Viernes 3 AM» es un tema que enseguida atrae al oyente por su melodía. Es una de las composiciones más logradas de García en los últimos tiempos. Las palabras hablan de la angustia, de la alienación de un cambio que nunca llegará, y el trágico final. La canción tiene un irresistible y nostálgico clima porteño, subrayado por los coros y el piano. También «Los sobrevivientes» plantea una virulenta crítica social que es fácilmente reconocible como el testimonio de un músico que lucha por el reconocimiento de su arte. Es final es «Canción de Hollywood», el perfecto requiem para estrellas en decadencia.
Tapa: La mejor tapa nacional de este año.
Síntesis: Seru Giran encontró el camino de su expresividad. Charly García volvió a mirar de frente a su público y nuevamente pudo transmitir algunas de las miserias, alegrías y anhelos que ellos sienten.