Si pensamos en aquellos que han moldeado nuestra imaginación en los últimos 50 años, nombres como Steven Spielberg, Stan Lee, Quentin Tarantino, Michael Jackson o Arnold Schwarzenegger vienen inmediatamente a la mente porque con su trabajo han influenciado, de una u otra manera, en nuestra visión del mundo. Pero rara vez se escuchará a alguien mencionar el nombre de uno de los principales «constructores» de nuestra imaginación: Giorgio Moroder.
Sí, Moroder ayudó a dibujar el universo en el que vivimos, fue uno de los artistas que pintó los cimientos del paisaje musical en el que aún nos movemos. Sus ideas, sus intuiciones, su estilo, han influido y siguen influyendo aún a generaciones enteras de músicos. Fue y es un innovador que abrió la puerta a una revolución en la música popular que tuvo enormes implicancias, ayudando a llevar la electrónica al lenguaje musical cotidiano. No es poco, por lo tanto, para este italiano nacido hace exactamente 80 años en el seno de una familia de artistas, enamorado de la música desde que era un niño.
Su aventura en el mundo de la música comenzó a principios de la década de 1960. Pero fue recién en 1967, cuando se estableció en Berlín, que las cosas realmente comenzaron a cambiar. En la ciudad alemana trabajó como ingeniero de sonido, como músico, como productor, entendiendo que su destino era crear música en los estudios de grabación, donde todo toma forma. En 1969, con el único nombre de Giorgio, lanzó su primer álbum, «That’s Bubblegum», que obtuvo un éxito moderado.
En 1971 se mudó a Mónaco y allí inauguró su estudio en el sótano de la Casa Arabella, el Musicland, que en poco tiempo se convirtió en una parada obligatoria para muchos grandes artistas internacionales debido a la calidad de las grabaciones y la cantidad de nuevos instrumentos electrónicos que contenía. Ese mismo año, Giorgio publicó un nuevo single, «Son of my Father», que no tuvo mucho éxito. Pero una copia del simple llegó accidentalmente a manos del productor inglés Roger Easterby, quien convenció a una de sus bandas, Chicory Tip, para grabar una versión en el estudio de George Martin, en la víspera de la Navidad de 1971. La nueva versión alcanzó el número uno en el Reino Unido y España, pero también en Argentina, Bélgica y Sudáfrica, y es el primer single exitoso en tener el sintetizador Moog como su sonido dominante.
Moroder fue uno de los primeros en experimentar con las posibilidades de la nueva máquina de sonido, no solo como un «color» o efecto especial, sino como un instrumento de composición, como una textura fundamental de su música, ya no como un instrumento de vanguardia sino como una base para una nueva forma de pop. El éxito de «Son of my Father» proyectó a Moroder al mundo de los grandes productores, y muchos fueron a grabar a Musicland, incluida la banda Three Dog Night. Para las grabaciones, la agrupación convocó como corista a una joven cantante estadounidense que vivía en Alemania: Donna Summer.
Esa reunión cambió la vida de Moroder y Summer: Giorgio se enamoró de la voz de la cantante, decidiendo trabajar con ella en la realización de un álbum, «Lady of the Night», que se convirtió en un éxito en los Países Bajos, Suecia, Alemana y Bélgica gracias al impulso de dos canciones, «The Hostage» y «Lady of the Night».
En el álbum siguiente, Moroder decidió ir más allá, y con la sensual voz de Donna Summer creó en 1975 «Love to Love You Babe», una canción de dieciséis minutos que habla de sexo y que llevó a la pareja a la cima de los charts de todo el mundo.
La revolución, sin embargo, se completó dos años después, en 1977, en un mundo que se movía entre la música punk, progresiva y disco, entre los Sex Pistols de «Never Mind the Bollocks», Pink Floyd de «Animals» y los Bee Gees de «Saturday Night Fever». En medio de todo eso llegó una canción que cambió por completo las cartas que estaban echadas sobre la mesa, un single de la pareja Moroder / Summer que transformaría la cara del pop, «I Feel Love», basado en el ritmo cuadrado e implacable de una caja de ritmos y en el sonido hipnótico y continuo de un sintetizador, en el que destaca la cálida voz de Donna Summer. La electrónica entró en el pop desde la puerta principal. A partir de ese momento la música pop ya no sería la misma, gracias a la intuición de Moroder, la de combinar la belleza fría y geométrica de la electrónica con la sensualidad de la voz de Donna Summer, las matemáticas con la visión de futuro, la diversión con la ingeniería de sonido, el baile con Kraftwerk.
Desde ese momento, Moroder ha estado en el centro de la música, produciendo álbumes, singles, grandes bandas sonoras como las de «American Gigolo», «Flashdance», «Scarface», «Top Gun», «La historia sin fin», «Expreso de medianoche», «Metropolis», ganando tres premios Oscar a lo largo de los años y creando canciones exitosas como «Flashdance… What A Feeling» de Irene Cara, «Call Me» de Blondie, «Cat People» de David Bowie, «Love Kills» de Freddie Mercury o «Take My Breath Away» de Berlin.
A lo largo de los años ha colaborado con docenas de artistas pop, desde Barbra Streisand hasta Britney Spears y Kylie Minogue, desde Phil Oakey (de Human League) hasta Charlie XCX, encontrando una fama renovada con el público más joven en 2013, cuando colaboró con Daft Punk -sus fieles discípulos- en el éxito planetario «Random Access Memory», donde cuenta su historia en «Giorgio by Moroder», recitando su ahora famosa frase «Mi nombre es Giovanni Giorgio pero todos me llaman Giorgio».
Su álbum más reciente, «Dèjà Vu», fue publicado hace cinco años. Pero su actividad no se ha detenido. Para celebrar su cumpleaños, por lo tanto, hoy habrá generaciones enteras de niños, de ayer y de hoy, que bailaron al ritmo de su música y que, afortunadamente, todavía lo seguirán haciendo.