Hace 20 años moría en California, a los 88 años, John Lee Hooker, uno de los grandes maestros del blues, a partir de una escuela interpretativa que osciló entre el sonido acústico y el boogie eléctrico; y un fraseo casi hablado al cantar que inspiró a decenas de futuras estrellas de rock.
«Digan lo que digan todo se reduce a una cosa: un hombre, una mujer, un corazón roto, un hogar roto», fue la escueta y precisa definición que este artista ofrecía cuando se le preguntaba de qué se trataba el blues.
Acaso esa simpleza sea el gran secreto de «Boogie Chillen», su primer gran éxito de finales de los 40, que empezó a marcar el camino para el surgimiento del rock and roll; y de «Boom Boom», su máxima obra de mediados de los 50 que trascendió en el tiempo.
Nacido a orillas del Misisipi, en el seno de una familia de granjeros y con diez hermanos, John Lee Hooker se crió en medio de la pobreza y el segregacionismo. Tras la separación de sus padres, su madre se volvió a casar con un músico quien le enseñó sus primeros acordes en la guitarra.
En un intento por escapar de la pobreza y el racismo, se trasladó a Memphis y luego a Detroit, en donde comenzó a cantar en bares en el estilo acústico y casi hablado que tan característico para el subgénero conocido como Delta Blues.
En la primera mitad de los 50 emigró a Chicago, en donde estaba establecido el famoso sello Vee Jay y en donde comenzaba a aparecer un modo eléctrico de tocar blues que contrastaba con el sonido acústico de John Lee Hooker.
Sin embargo, el artista se adaptó y ofreció en 1955 «Boom Boom», su mayor éxito, uno de los temas que inspirarían a unos jóvenes ingleses que, años más tarde, decidirían formar una banda llamada The Rolling Stones.
Pero el predicamento de este blusero también se hizo sentir fuerte en la escena folk, que supo seguir valorando el carácter acústico de su música ante la predominancia de sonidos eléctricos. En ese sentido, no es extraño que en 1960, un joven trovador llamado Bob Dylan ofició de número de apertura en algunas de sus presentaciones.
En medio de la explosión del rock y el pop, la figura de John Lee Hooker fue reconocida como una gran influencia aunque no era un artista taquillero ni buscado por los grandes promotores.
Su alianza en los 70 con bandas como Canned Heat o con el guitarrista Paul Butterfield lo volvieron a poner en los primeros planos, algo que se consolidó en 1980 cuando se convirtió en una de las tantas figuras que participaron en la película «The Blues Brothers» , de John Landis, interpretando su hit «Boom Boom».
A finales de esa década volvió a tomar relevancia cuando grabó «The Healer», un trabajo que lo reunió con figuras como Carlos Santana, Los Lobos y Bonnie Ratt, entre otras, que le valió un premio Grammy.
Con más de cien discos editados, John Lee Hooker pasó los últimos años de su vida en California, disfrutando de una fortuna que le había sido esquiva hasta entonces, a pesar de su peso en la historia del blues.
Una semana después de tocar en San Francisco, el 21 de junio de 2001, el blusero murió en su residencia. Las crónicas de la época afirman que ocurrió mientras tocaba la guitarra y balbuceaba una melodía.
Por Hernani Natale