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Hace 30 años explotaba la movida grunge: el grito desesperado de los chicos solitarios y tristes

29/08/2021 - Retro
Hace 30 años explotaba la movida grunge: el grito desesperado de los chicos solitarios y tristes

Hace 30 años, con apenas unas semanas de diferencia, se editaban «Ten», el disco debut de Pearl Jam, y «Nevermind», placa consagratoria de Nirvana; dos obras que provocarían la explosión mundial del sonido grunge, el estilo musical originado en la próspera ciudad industrial de Seattle, a través del cual la llamada Generación X manifestó su angustia existencial.

Las guitarras distorsionadas y estridentes, las melodías pegadizas y las desoladoras líricas del grunge expresadas en las mencionadas bandas, a las que se le sumaron Soundgarden y Alice in Chains, entre otras; aparecieron en respuesta a una década marcada por la fiesta pop de sintetizadores y pelos batidos, y el boom de la fálica diversión propuesta por el llamado hair metal, con Poison, Bon Jovi, Cinderella y Twisted Sister, entre algunos de sus cabales exponentes.

Pero este género musical también fue el grito hastiado aparecido en los Estados Unidos con todo su esplendor, a principio de los 90, tras varios años de políticas neoliberales aplicadas por gobiernos republicanos, que alimentaron toda una generación dominada por el consumismo, el individualismo y el cinismo.

Precisamente, el grunge irrumpió con fuerza mundial en tiempos en que este discurso emanado desde el Norte parecía volverse hegemónico ante las «incuestionables evidencias» que proporcionaban la caída del Muro de Berlín y la desintegración del bloque soviético, que el politólogo Francis Fukuyama resumió con la totalizadora expresión «El fin de la historia», con la que tituló su famoso libro.

«La gente conoció el grunge en 1991 pero se venía gestando desde hacía un tiempo en Seattle, en el noroeste de los Estados Unidos, que fue una ciudad que tuvo un boom industrial muy fuerte a partir de los 70 y que la convirtió en una de las ciudades más desarrolladas del país. Es decir que había una prosperidad económica pero, por otro lado, había toda una masa de jóvenes que se sentía un poquito alienada por la falta de chances de darle una orientación creativa a su vida. La solución para esa crisis existencial, una vez más fue la música de rock», contextualizó en declaraciones a la agencia Télam el periodista especializado Alfredo Rosso.

Por su parte, el escritor y filósofo Gito Minore amplió que la llamada Generación X surgió luego de años de gobiernos neoliberales en los Estados Unidos, como un estadío posterior a la aparición de los «yuppies», los jóvenes ejecutivos consumistas e individualistas.

«La Generación X fue una etiqueta para denominar a los ‘post-yuppies’. Eran también individualistas, pero nihilistas. Estaba esa sensación de sentirse solos», apuntó Minore.

En este punto, Rosso se posicionó de manera diferente al advertir que «esa Generación X, que se identificó con las letras desangeladas de (Kurt) Cobain, no era tanto nihilista, sino más bien crítica de sí mismo, de la sociedad que la rodeaba y de las relaciones».

«Hay un dejo de ironía, pero también de tristeza en esa sensación que se parece mucho al ‘No Future’ de Sex Pistols«, en medio del furor punk ocurrido en 1977, advirtió el periodista.

A nivel sonoro, el grunge reunió distintos elementos entre los que aparecen el hard rock y las melodías pop; a lo que se le sumaron factores más ligados a la actitud y la ira punk y a una «antiestética».

«Ese rock de Seattle tiene varios agentes tributarios. Por un lado estaba el hard rock de Black Sabbath, el hard blues de Led Zeppelin, ese desenfreno que tenían Los Stooges de Iggy Pop, y esto combinado con una actitud punk a mitad de camino entre Los Sex Pistols y los grupos de la costa oeste como Black Flag o los Dead Kennedys«, analizó Rosso.

Pero contexto social y político, influencias musicales y actitudes se entrelazan a la hora de deconstruir con mayor profundidad este género, debido a que la estética contraria a lo glamoroso, las expresiones en las líricas y lo sonoro confeccionaron un todo indisoluble y, casi, innegociable.

«Fue una movida necesaria al final de una década que, desde el punto de vista musical, había empezado con mucho ímpetu y después, en lo que atañe al rock, se había diluido un poco. Estaba el glam metal o hair metal, que era divertido pero le faltaba esa cosa más comprometida líricamente que históricamente tenía el rock de otras décadas. El grunge devuelve un poco esa sensación de pertenencia y de orfandad que siente esa generación que crece a finales de los 80 y principio de los 90», amplió el periodista.

Pero aunque todos los caminos sonoros –en especial por las estridentes distorsiones-, filosóficos y estéticos encuentren parangón con la movida punk, ocurrida poco más de diez años antes del boom grunge, había algunas diferencias sustanciales entre ambas corrientes.

Por un lado, con el grunge ya no corría demasiado esa idea del «hágalo usted mismo» que rigió al punk, lo que derivó en músicos mucho más competentes, aunque, como bien señaló Rosso, «sin necesidad de grandes muestras de virtuosismo, sino siempre al servicio de la música».

Los motivos de disconformidad expresados en las letras también eran distintos porque mientras la música punk apuntaba a una crítica social intensa, el grunge no estaba centrado en cuestionar políticas o en autodefinirse como marginados económicamente, sino en algo más existencial, relacionados con los propósitos en la vida.

Por oposición al consumismo de los 80 y al glamour en la industria musical, el grunge también se posicionó como una estética «antiestética», a partir de que sus principales figuras vestían de la misma manera en que podían hacerlo cotidianamente sus fans, acaso inspirado en Creedence Clearwater Revival o en Neil Young, dos de los grandes referentes del género.

El suicidio Kurt Cobain en 1994 y la consecuente disolución de Nirvana, además de la desintegración de otros grupos, y la fuerte irrupción de otros géneros, como el britpop, marcaron el declive del grunge en la segunda mitad de esa década, más allá de la permanencia en los primeros planos de la escena de Pearl Jam y Soundgarden.

Sin embargo, diversos analistas no dudan en afirmar que el grunge fue la última gran revolución ofrecida por la cultura rock.

«No sé si fue la última movida importante, pero tiene algún fundamento si ves que no hubo otra tan significativa. Hubo bolsones, como el britpop, que si bien tuvo bandas muy populares, la verdad es que no vas a ver chicos con remeras de Oasis o Blur«, opinó Rosso, quien aceptó que «en ese sentido, fue la última movida que produjo un efecto emocional muy fuerte».

Una corta historia, un inesperado éxito y un destino fatal signado por su filosofía

Cuando el 27 de agosto de 1991 el grupo Pearl Jam se daba a conocer con su disco «Ten» y poco menos de un mes más tarde Nirvana se consagraba a nivel mundial con «Nevermind», el grunge se impuso a nivel mundial, aunque se trataba de un estilo musical que venía tomando forma desde hacía varios años.

Surgido en el estado de Washington desde mediados de los 80 de la mano de grupos como Mother Love Bone, que enrolaba a los futuros Pearl Jam Jeff Ament y Stone Gossard; Mudhoney, Green River y The Melvins, los nuevos sonidos derivados del hardcore y del noise rock fueron aglutinados por el sello Sub Pop, que se encargó de difundir esta música.

Allí se publicó el disco debut de Nirvana, titulado «Bleach», en 1989, que llamó la atención de la compañía Geffen Records, que decidió lanzarla a nivel mundial con el disco «Nevermind», el inesperado gran suceso del género.

Hits de Nirvana como «Smell Like Teen Spirit», «Come as You Are» y «Lithium», entre otros; y de Pearl Jam, como «Even Flow», «Black» y «Jeremy», le dieron a este estilo una proyección internacional que sería aprovechada por grupos como Soundgarden, con su éxito «Black Hole Sun», o Alice in Chains.

De esta manera, la desazón juvenil por el rumbo que les reservaba la sociedad para el futuro, la bronca contenida por la falta de espacios para manifestarse, las guitarras estridentes y los melódicos gritos desgarrados, y la moda de las camisas leñadoras y los jeans gastados, coparon las pantallas de los canales musicales en la primera mitad de los 90.

La gran paradoja fue que una banda que renegaba de las mieles del éxito y de la fama se haya instalado como un suceso mundial, lo cual hizo mella en la endeble personalidad de su líder Kurt Cobain, quien renegó a más no poder del alto nivel de exposición hasta que, intoxicado de heroína, se suicidó en 1994.

Este acontecimiento y la pérdida de popularidad de muchos de los grupos de esa escena hicieron languidecer al grunge, que apenas encontró continuidad en el tiempo en la laboriosa permanencia de Pearl Jam y en los distintos trabajos de Chris Cornell, de Soundgarden.

Paradójicamente, Cornell también se suicidó en 2017 y trazó así una fatal parábola que, junto con la adicción a la heroína de varios de sus exponentes, como el caso del fallecido cantante de Alice in Chains Layne Staley, le dio su épica definitiva a un género reconocido por la angustia existencial que expresaba.

El grunge en la Argentina: público fiel, pero escasas bandas locales que repliquen el fenómeno

Las distintas realidades políticas, económicas y sociales vividas en Argentina en la década del 80 y el rumbo tomado en los 90 en relación a los Estados Unidos fue el gran motivo por el cual el desencanto juvenil tuvo otros blancos y optó por otros géneros , para manifestar su desencanto, como el mal llamado rock barrial o el heavy metal.

Sin embargo, eso no impidió que en nuestro país hayan proliferado grupos de seguidores leales que prolongaron el éxito de bandas como Pearl Jam, Nirvana y Soundgarden, y que muchos de esos sonidos se hayan colado de manera subliminal en otras expresiones musicales que coparon la escena local.

«Estados Unidos venía de muchos años de gobiernos neoliberales mientras que nosotros teníamos otro caldo de cultivo, que fue el gobierno militar, la primavera democrática y luego el gobierno de (Carlos) Menem, que tuvo la apariencia de fiesta, pero tuvo su contracara en lo vivido por gran parte de la adolescencia y la juventud», describió el escritor y filósofo Gito Minore.

Por ese motivo, mientras que en el país del norte apareció un grupo de jóvenes marcados por el consumismo hedonista, de los cuales se quisieron diferenciar sus sucesores, en la Argentina se gestó «una generación triste por su miseria económica y moral», en palabras de Minore.

«La Generación X no fue tan X como en Estados Unidos porque aquí eran jóvenes disconformes que terminaban convirtiéndose en desocupados crónicos o en suicidas, en muchos casos», amplió el escritor, quien puntualizó que esta situación local fue lo que provocó el «realismo denuncialista» que encontró su principal plataforma en las letras de las bandas de heavy metal de la época, con Hermética como caso testigo.

En tanto, el periodista Alfredo Rosso también incluye entre quienes tomaron el guante de las letras que manifestaban su descontento a las bandas enroladas dentro de la cuestionable etiqueta de «rock barrial».

«Los 80 fueron una década muy exitista. Se olvidan las utopías colectivas, el cambio social. Es una época más hedonista y egoísta. Un poco lo que vivimos acá en los 90. Acá, la reacción fue el llamado ‘rock chabón’, término que aclaro que no me gusta para nada», dijo.

Pero aunque los canales de expresión fueron ofrecidos por otros géneros, Rosso vislumbró una «influencia bastante fuerte pero de manera subliminal» en diversas bandas locales que no lograron llegar a los primeros planos de la escena rockera, pero se mantuvieron «burbujeantes, por lo bajo» gracias a un público reducido pero sumamente fiel.

«No es que escuchabas una banda local y te remitía a Nirvana, pero yo por ejemplo la estética de Pearl Jam, esas capas de guitarras oscuras y la voz grave, la escuché en muchas bandas que curiosamente no han llegado a los primeros planos», afirmó.

«Había mucho de esa queja existencial adaptada a nuestra realidad. Mientras trascendían bandas como Babasónicos o Los Piojos, estaban estas otras bandas con 200 ó 300 seguidores furiosos que las iban a ver, pero es cierto que no han sido populares», amplió.


Texto: Hernani Natale / Télam