Con el lanzamiento de «Blizzard of Ozz», el 20 de septiembre de 1980, Ozzy Osbourne inició uno de los regresos profesionales más improbables en la historia del rock, silenciando a decenas de incrédulos que sentían que el ex cantante de Black Sabbath nunca podría lograrlo por su cuenta. El propio Osbourne podría considerarse uno de esos escépticos.
De hecho, la autoestima de Osbourne era tan baja después de ser echado de Black Sabbath, en abril de 1979, que perdería meses encerrado en un motel de mala muerte de Los Ángeles, mientras continuaba complaciéndose con sus numerosos vicios. Al final, se necesitó un paria de proporciones similares, la futura representante y, más tarde, su esposa, Sharon Arden, para rescatar a Osbourne, en un momento en que ella buscaba romper filas con su padre, el legendario representante de artistas Don Arden (quien, casualmente estaba a cargo de la carrera de Black Sabbath).
Ozzy y Sharon vieron algo en el otro que nadie más vio: esperanza. Así que comenzaron a buscar cómplices que también estuvieran dispuestos a tomar riesgos con el cantante. Aunque las cosas fueron difíciles al principio (el único sello dispuesto a ofrecer un contrato fue Jet Records, propiedad del padre de Sharon), finalmente se llevaron el premio gordo con el prodigio de la guitarra Randy Rhoads, de Quiet Riot, quien asombró a Ozzy con su talento y capacidad para escribir canciones.
Rhoads voló a Inglaterra en noviembre de 1979 para unirse a Osbourne y al bajista australiano Bob Daisley (ex-Rainbow, Widowmaker, Chicken Shack y Kahvas Jute) para los ensayos que tendrían lugar en la campiña galesa, respaldados por una seguidilla de bateristas suplentes. Después de casi darle el puesto a Dave Potts (futuro integrante de Praying Mantis), fue otro músico veterano, el baterista de Uriah Heep Lee Kerslake, quien terminó completando la formación bautizada informalmente como Blizzard of Ozz (basado en una vieja sugerencia del padre de Osbourne).
En este punto, 1979 ya se había convertido en 1980, el invierno en primavera, y los ex compañeros de banda de Osbourne en Black Sabbath habían aumentado la presión al protagonizar un regreso triunfal con «Heaven and Hell», su primer álbum de estudio con Ronnie James Dio que sorprendió a los fans y críticos y rápidamente se disparó al Top 10 en el Reino Unido. Todo esto mientras Osbourne trabajaba duro en los estudios rurales de Ridge Farm, preparando su debut solista aún sin título.
Habiendo prescindido del productor original Chris Tsangarides (eligiendo producir ellos mismos con la ayuda del ingeniero Max Norman), Osbourne, Rhoads, Daisley, Kerslake y el tecladista de sesión Don Airey cerraron filas en torno a un impresionante conjunto de canciones construidas alrededor del asombroso dominio de Rhoads de la música clásica, en las letras evocadoras de Daisley, la experiencia en arreglos de canciones de Kerslake y la voz y el carisma inimitables de Osbourne.
Desde entonces, lo que resultó de aquellas sesiones se ha convertido en elementos básicos de los conciertos de Osbourne, especialmente el exitoso single «Crazy Train», la explosiva llamada a las armas de «I Don’t Know», la advertencia de «Suicide Solution» (que más tarde generó controversia cuando se la culpó de los suicidios de adolescentes) y el favorito de los fans góticos, “Mr. Crowley”, que se benefició de una intro con un órgano de catedral atemporal a cargo del talentoso Airey. En medio de estos clásicos de todos los tiempos estaban la sincera balada «Goodbye to Romance» (el triste adiós de Osbourne a Sabbath), implacables rocks como «No Bone Movies» y «Steal Away (The Night)» y dos demostraciones más del talento de Rhoads en el interludio acústico «Dee» y la épica neoclásica “Revelation (Mother Earth)”.
«Blizzard of Ozz», como fue bautizado el álbum para que la marca de Osbourne pudiera recibir la máxima atención, le dio al cantante exactamente el tipo de respuesta que necesitaba para silenciar a sus críticos y contrarrestar el renacimiento de Sabbath con Dio. «Blizzard…» no tuvo un éxito tan impactante desde el principio por falta de apoyo promocional y el hecho de que recién fue lanzado en los Estados Unidos en marzo de 1981. Pero finalmente ganaría el maratón, vendiendo más de seis millones de copias en todo el mundo (cuatro de esos millones sólo en los Estados Unidos).
En sus memorias de 2011 «I Am Ozzy», Osbourne escribió: «Estaría mintiendo si dijera que cuando hicimos ‘Blizzard of Ozz’ no me sentí como si estuviera en competencia con Black Sabbath. Les deseaba lo mejor, supongo, pero en el fondo me estaba cagando encima sintiendo que iban a tener más éxito sin mí».
Irónicamente, pocas semanas después del lanzamiento europeo del álbum, pero aún a meses de su llegada a los Estados Unidos, la banda de Osbourne ya estaba trabajando duro en su sucesor, «Diary of a Madman». Lo que la sección rítmica de Daisley y Kerslake nunca vio venir, después de todo lo que habían contribuido a la resurrección de Osbourne, fue su reemplazo inminente y poco ceremonioso por Rudy Sarzo (el antiguo compañero de banda en Quiet Riot de Randy Rhoads) y Tommy Aldridge (ex Black Oak Arkansas, Pat Travers), quienes, para colmo de males, fueron fotografiados para la portada del nuevo álbum.
Este acto de traición a sangre fría supuso el final de Blizzard of Ozz, la banda, pero, por supuesto, «Blizzard of Ozz», el álbum, trascendería ese comportamiento mezquino y se convertiría en un clásico del heavy metal. Sus canciones han seguido siendo la columna vertebral de la carrera solista de Osbourne, mucho más allá de la prematura muerte de Rhoads en 1982, sus muchos reemplazos en las seis cuerdas, las desafortunadas batallas legales libradas entre la organización de Osbourne y la sección rítmica del álbum y, por supuesto, las propias aventuras y desventuras de Osbourne durante las décadas siguientes.
Todo gracias al improbable cambio de carrera propiciado por «Blizzard of Ozz» y al gran y talentoso grupo de personajes que contribuyeron a su creación y éxito.
Texto: Rodolfo Poli