Janis Joplin, la dueña de una potente voz surgida desde las entrañas, que simbolizó la liberación femenina en el denominado «verano del amor» en el corazón de la década del 60, murió el 4 de octubre de 1970 e inmediatamente se convirtió en uno de los más grandes mitos del rock y el blues.
Con apenas tres discos editados y un álbum póstumo, su fulgurante trayectoria marcó el pulso de la era vivida entre 1967 y 1970, con epicentro en la ciudad californiana de San Francisco, en donde la juventud y su estilo de vida ligado al hippismo, pareció dictar sus normas al resto del mundo.
En ese contexto, esta mujer se impuso a partir de una inigualable voz, plagada de sentimiento, capaz de expresar el dolor y el deseo en carne viva, como una prueba cabal de su propia existencia, en donde la discriminación y la soledad eran disimuladas por la devoción pública.
«Cuando canto es como si le hiciera el amor a 25.000 personas, pero luego me voy a mi casa y estoy sola», lamentó alguna vez Janis Joplin, quien ocultaba sus demonios internos con un hedonista estilo de vida que incluía alcohol, drogas y una desenfrenada vida sexual.
Su interpretación de clásicos como «Cry Baby» y «Me and Bobby McGee», o sus memorables performances en los famosos festivales de Monterey, en 1967, y Woodstock, en 1969, son algunas de las pruebas de su inconmensurable talento como artista.
Justamente, la capacidad de cristalizar sus sentimientos en su canto y el modo en que la artista se mostraba públicamente se transformaron en un símbolo para un movimiento de liberación femenina que empezaba a ganar terreno en los convulsionados años 60.
Fue tal el protagonismo de Janis en el llamado «verano del amor» que su prematura muerte, en 1970, por una sobredosis de heroína, fue uno de los hitos que marcaron el final de esa era, junto con la también desaparición física de Jimi Hendrix, Jim Morrison y Brian Jones, el cuarteto que dio origen al famoso «club de los 27», por la coincidencia en las edades que tenían al fallecer.
Nacida el 19 de enero de 1943, en Port Arthur, Texas, Janis atravesó una dura infancia y adolescencia debido a la discriminación sufrida por parte de sus compañeros de colegio, a raíz de su robusto físico y los aparatos que debía usar en sus dientes, razón por la cual comenzó a encontrar en el blues un buen refugio.
El dolor expresado en sus canciones por Billie Holiday, Big Mama Thornton y Odetta, entre otras, resultaron una inspiración para la joven que comenzó a vislumbrar una vía de escape en la música.
Janis comenzó a forjar su destino cuando en 1963 se mudó a San Francisco, un ambiente mucho más propicio no sólo para sus aspiraciones musicales, sino para alejarse del limitado estilo que vida que ofrecía su pueblo natal.
En esa ciudad trabó relaciones con diversos músicos, que luego se repartirían en reconocidas bandas de la época como Jefferson Airplane, The Grateful Dead y Big Brother and The Holding Company, en la que se desempeñaría como cantante.
Junto a ese grupo es que Janis alcanza la fama y destaca en el ambiente musical por sus cualidades como intérprete, algo que cristalizó en el homónimo disco debut del grupo y en su segundo registro «Cheap Thrills», así con en los consagratorios festivales de Monterey y Woodstock.
El éxito artístico de la cantante la catapultó como un símbolo del movimiento feminista que veía en ella una figura mucho más representativa dentro de la música que las condescendientes protagonistas de los llamados «girls groups», los abnegados espíritus torturados de las figuras del jazz y el blues, o la polítizada y, para esa altura, casi obsoleta Joan Baez.
Ocurre que el modo de vida de Janis, con su consumo de drogas duras y alcohol, y sus abiertas relaciones sexuales, tanto con hombres como con mujeres, mostraban una liberación poco habitual para una figura pública.
En tanto, la consagración artística de Janis la alejaba de a poco de su banda, y a instancias del histórico mánager de Bob Dylan, Albert Grossman, emprendió su siguiente grabación de manera solista, acompañada por un grupo bautizado como Kosmic Blues Band.
Aunque estos pasos parecían convertirla en una estrella que no paraba de crecer, la realidad marcaba que Janis se sentía cada vez más aislada, algo que minaba su crónica baja autoestima, y la empujaba a incrementar su consumo de heroína y sus casuales encuentros sociales.
En ese contexto, al frente de una nueva banda llamada Full Tilt Boogie, encaró la grabación de «Pearl», su cuarto disco, que contenía sus clásicos «Cry Baby» y «Me and Bobby McGee», la cual no pudo concluir debido a su muerte.
Su ausencia al estudio en la sesión del 4 de octubre de 1970 llamó la atención de sus colaboradores, quienes, cuando la fueron a buscar, la hallaron muerta al lado de su cama víctima de una sobredosis de heroína.
Finalmente, el disco fue editado de manera póstuma e incluyó una versión instrumental de «Buried Alive in the Blues», cuya voz no llegó a grabar, y un registro a cappella de «Mercedes Benz», en la que puede apreciarse su gran talento vocal.
Tal como ocurre en estos casos, los años siguientes fueron testigos de una andanada de publicaciones piratas, grabaciones encontradas y álbumes recopilatorios lanzados al mercado para explotar su figura.
También existen una gran cantidad de documentales y hasta una famosa película biográfica, la exitosa «La Rosa», de 1979, con una actuación consagratoria de Bette Middler.
Lo cierto es que la muerte de Janis puso fin a toda una era y dio origen a un mito que creció con los años, acaso alimentado por una voz que sigue conmoviendo por más conocida que resulte a esta altura.
El recuerdo de las artistas argentinas
Cinco músicas de distintas generaciones y estilos dentro del rock argentino recordaron a esta artista que encontró en el blues y en la movida hippie de San Francisco, la válvula de escape –aunque más tarde, también su sentencia de muerte- al bullying sufrido en su Texas natal.
Claudia Puyó: «Janis es como una condena (risa). Desde que soy chiquita me comparaban con ella, aunque lo único que tuve en mi infancia de ella fue un simple que traía ‘Cry Baby’. Como me comparaban siempre, empecé a comprar sus discos para ver de qué se trataba y ahí pude apreciar su música, porque yo era más de seguir a las cantantes negras hasta entonces. Es una cantante apasionada, con una voz extraordinaria, con armónicos como si fueran dos voces en una. Lamentablemente, vivió muy poco tiempo para darnos más cosas maravillosas. Una cantante con el poder del apasionamiento como pocas cantantes blancas en la historia del rock. Sus referentes eran Etta James y Bessie Smith, ambas negras, o sea que tenía mucha influencia por ese lado. Admiro profundamente a la Joplin, fue una pérdida terrible y esa voz única en el mundo se distingue entre todas. Su discografía es breve pero interesantísima y su versión de ‘Summertime’ es de las más desgarradoras que escuché en mi vida».
Lula Bertoldi: «La figura de Janis es para mí, sobre todo, avasallante. Fue un ícono, no solo musical sino también en cuanto a su personalidad. Y lo más loco es que fue una mujer súper maltratada y bastardeada por sus parejas, por sus colegas. Pero arriba del escenario se notaba que lo dejaba todo, sus dolores, sus tristezas. Su música era alegría y descontrol, pero también era catarsis. Incluso, esos descontroles tenían que ver con sus penurias y la búsqueda constante de amor y aprobación. Ser mujer, tener esa voz y esa actitud en esa época…¡Mamita, qué desafío! La admiro y siempre la admiraré mucho por su coraje».
Isabel De Sebastián: «La primera vez (y quizás la única) que me presenté a un casting fue a los 21 años. Era para una ópera rock cuya música la iba a dirigir Miguel Zavaleta. Recuerdo que entre las elegidas quedamos Fabi (Cantilo) y yo. Elegí una canción de Janis, ‘Mercedes Benz’, porque era a cappella en el original y porque solía cantarla desde los 15 años. Era la primera artista de rock mujer que había conocido, aún no había llegado al gospel que en realidad le había dado origen al rock, ni a la sofisticación armónica y melódica de Joni Mitchell. Janis encajaba perfecto con mi momento adolescente. Era cruda, rebelde, hippie y desafiante. No podía comprender cómo se podía cantar así, como un río furioso y libre. Su voz de ‘piedras rodantes’, de aullido primal, me acompañó mucho en esos tiempos, que también coincidieron con la dictadura militar. Quizás lo que más me queda de su imagen es su eterna y enorme sonrisa, bajo la cual posiblemente ocultaba mucho dolor».
Mariana Bianchini: «Lo primero que me viene a la mente cuando pienso en ella es la frase ‘mirá lo que me pasa, mirá lo que hiciste, mirá lo que soy’. Es decir, esa idea de no buscar llamar la atención en lo bien que canta o en escuchar su música, sino utilizar la música como excusa para interpretar las historias que cuenta. Como mujer en el rock es una figura indiscutible porque es una de las primeras que no piensa en ser prolija. Lo único que le importa es lo que le pasa. Se nota que no está actuando, que no está falseando, que está ahí en un cien por ciento, y eso es súper seductor en una artista»
Cristina Dall: «Realmente no recuerdo bien cuándo la vi por primera vez pero seguramente fue allá por los 60, en plena explosión del movimiento artístico generacional que nos atravesó a tantos. No he sido fan, no he escuchado su obra completa e incluso me alejé cuando la empecé a ver en remeras, llaveros y ‘comercios adheridos’. También me fastidié ante un ‘modelo’ que estaba arrasando con la voz de muchas chicas que querían cantar y, probablemente, terminar como ella. Fue recién hace un par de años, que asistí al inolvidable ciclo ‘Cine Hippie’, que la volví a ver tan genuina, en ese trance vocal inimitable que, debo confesar, caí en una especie de hipnosis. Una artista».
Texto: Hernani Natale