El 10 de noviembre de 1986, la compañía discográfica CBS publicó «Signos», el tercer álbum de Soda Stereo. El disco terminaría consagrando a escala latinoamericana al trío conformado por Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti. Fue, además, el primer álbum argentino en ser lanzado en el flamante formato -por ese entonces- del CD.
El álbum, grabado en el Estudio Moebio de la ciudad de Buenos Aires, muestra una creciente madurez en las letras mientras el sonido funde el new romantic con el dark. De aquel tímido furor por el dark en el under porteño quedaron las bandas Sobrecarga y Fricción, esta última una creación de Richard Coleman apadrinada por Cerati.
Con la Guerra de Malvinas todavía fresca y una sociedad con un fuerte sentimiento anglófobo, a Cerati no le importó inspirarse en bandas como Joy Division, Tears For Fears, The Cure o Echo & The Bunnymen.
Si el disco debut de 1984 estaba fuertemente influenciado por el sonido de The Police (años después el guitarrista Andy Summers se deshacería en elogios ante el talento de Cerati), el segundo, «Nada Personal» (1985), avanzaba en otro sentido. Con un sonido más grueso, una mayor presencia del bajo y músicos invitados como Fabián Von Quintiero, Gonzo Palacios y Richard Coleman, el segundo trabajo de Soda vendió 120.000 copias sólo en la Argentina y ubicó al grupo entre las grandes realidades -ya no promesas- del rock argentino de los 80.
De cualquier manera, el paso adelante que dieron en 1986 fue impactante, no ya tanto por alejarse de lo mostrado en sus dos discos anteriores, sino porque supieron utilizar sus referencias solo como punto de partida, aprendiendo que el éxito no estaba tras la fotografía sino tras la pintura, tras la recreación en vez de tras la radiografía.
La crítica
En enero de 1987, en su crítica del disco, la revista Pelo escribió:
Es tremendamente difucultoso el examen que deben rendir los Soda Stereo cada vez que dan un paso en su evolución, y sobre todo cuando editan un disco. Porque su música, desgraciadamente, se ha tornado en muchísimos casos en una especie de modelo para los que pretenden un sonido «moderno» o, simplemente, vivir una historia exitosa.
De esos exámenes es que, probablemente, surja el movimiento que se propone el trío cada vez que tiene que encarar la grabación de un disco. Y un ejemplo está ahora en el aire: si en «Nada Personal» Soda Stereo había creado un sonido altamente tecnificado, irresistiblemente bailable y básicamente limpio, ahora -cuando muchos tratan de imitarlo- la banda cambió y obtiene un álbum sorprendente, pero más natural, acústico, melodioso y suave.
«Signos» es, por otra parte, una demostración de cualidades. Si la base Zeta-Alberti se había consagrado en «Nada Personal» como solidísima, en esta placa Cerati trata las guitarras con una maestría muy especial y además canta como nunca. El álbum es delicado y hay que escucharlo mucho más que al anterior.
Hay detalles: un exquisito piano en «Signos», guitarras memorables en «El rito», una gran melodía en «En camino», pero, por sobre todo, media entre todo un concepto claro y conciso sobre lo que debe ser una banda líder de un movimiento cuando saca un disco. Un concepto que raras veces -y quizás el hit «Prófugos», bastante insulso por cierto, sea una excepción-, se pierde.
Soda Stereo sigue en camino pese a su excitante éxito. Pese a él no porque el mismo sea injusto, pero indudablemente hay que reconocer que el suceso ha trabajado en contra de la creatividad en muchísimos casos si se cuenta la historia de la música. Y Soda Stereo sigue siendo un grupo creativo. Y Cerati sigue inventando buenas melodías. Y los tres tratando de sonar distintos, renovados.
Los integrantes de Soda -y Cerati en especial- sabían la importancia de ese tercer paso discográfico. En “Prófugos”, Gustavo dice “como un efecto residual / yo siempre tomaré el desvío». Y cada álbum del grupo es un desvío del camino anterior. Siempre.
Pocas horas antes de entrar a grabar el disco, Cerati tenía escritas las letras de un par de canciones. Una ruptura sentimental lo había sumido en una depresión, que amenazaba con tirar por la borda su carrera. Esa ruptura sirvió de inspiración, impulsada por un baño caliente y una importante cantidad de cocaína. El músico terminaría internado, en el primer episodio de la «historia maldita» de «Signos».
La gira
La gira de promoción de «Signos» pasó -además de la Argentina- por Perú, Paraguay, Ecuador, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Chile, México y Venezuela.
El 2 de mayo de 1987, en la disco Highland Road de San Nicolás y ante unas 2.500 personas, Soda arrancaba tocando «Persiana Americana». Hasta que -a los pocos segundos- se desprendió un balcón de un metro y medio de ancho por cuatro de largo, colmado por 200 personas, de las cuales cinco murieron aplastadas. Luego se supo que el boliche estaba habilitado solo para 1.500 personas y se instaló el tema de la falta de controles, las dudosas habilitaciones de los locales bailables y los accesos deficientes. “Fue terrible”, recordó alguna vez Cerati. “Es parte de la historia negra del rock, y no sirvió para mejorar la prevención de nada”, dijo.
Con una carga emocional muy fuerte tocaron en Obras el 8 y 9 de mayo para presentar «Signos» en Buenos Aires. Como expresión de duelo, el grupo no utilizó la escenografía ni los juegos de iluminación que tenían preparados.
El disco
Lado A
1. Sin sobresaltos (Cerati – Bosio)
2. El rito (Cerati)
3. Prófugos (Cerati – Alberti)
4. No existes (Cerati)
Lado B
1. Persiana americana (Cerati – Daffunchio)
2. En camino (Cerati – De Sebastián – Alberti)
3. Signos (Cerati)
4. Final caja negra (Cerati – Bosio – Ficicchia)