Con dos singles publicados en 2019, Manuel Wirzt sigue con una cargada agenda, pero no se olvida de su ciudad natal, San Nicolás. El actor, conductor de televisión, autor, mimo, cantante y compositor reconoce que «es un gusto estar cerca de San Nicolás, estar cerca de aquella gente que, de alguna manera, está ligada a mí».
«Estoy yendo poco, no tan seguido como antes, pero como siempre digo, mi corazón está ahí», confiesa. «Porque cada vez que me preguntan de donde soy, siempre digo que soy nicoleño. Primero va lo que siento y después lo que hago… siento un gran cariño, me une a San Nicolás una historia muy increíble, fantástica, maravillosa».
Sobre sus primeros años de vida sólo guarda gratos recuerdos. «Mi infancia fue lo más lindo que he vivido», rememora. «Mis amigos de entonces, mi familia… por lo tanto San Nicolás siempre está presente. Y de vez en cuando voy a hacer alguna acción ligada a la música o al Hogar El Amanecer, al Teatro, siempre estoy en contacto con cosas que me acercan a eso que tanto quise y que recuerdo con tanto cariño… y que es mi ciudad, mi barrio Don Bosco».
«Yo soy un tipo que guardo las cosas», confiesa. «Soy un acumulador de afectos y de recuerdos positivos, y como guardo siempre en mi corazón a aquellas personas o aquellos momentos vividos, entonces no hay nostalgia. Yo a mi viejo lo tengo conmigo, y a mi hermano El Tuerto también».
Daniel «Tuerto» Wirzt, uno de los bateristas más talentosos de la historia del rock argentino, falleció en febrero de 2008 víctima de una dura enfermedad. «Trato que la muerte sea algo lo más natural posible», reconoce Manuel. «Sé que es una cosa que conlleva mucho dolor y mucha tristeza, pero con el tiempo ese dolor y esa tristeza se transforman en algo diferente, distinto, y un poco más amigable. Trato de tener presente eso, siempre. Pasamos por esta vida que es corta y hay que tratar de pasarla lo mejor posible, y si alguien que iba al lado de uno, un compañero, un familiar, un cariño, un afecto, ya no está… y bueno, soy de los que creen que en algún momento me lo voy a volver a encontrar».
Aunque su capacidad actoral e interpretativa podrían suponer una personalidad extrovertida, Manuel confiesa que «era muy tímido». «Lo que pasa que siempre buscaba herramientas que me permitieran estar detrás de algo para poder estar adelante», confiesa. «Ahí aparecen las máscaras, la guitarra que ponía adelante y yo atrás, ahí aparecen las bandas donde uno, de alguna manera, estaba contenido, o el poncho para cantar folclore, el disfraz».
«Después de mucho tiempo, después que me consagré, mis viejos me contaron que habían vendido sus alianzas para poder comprarme la primera guitarra Antigua Casa Núñez en un negocio de calle Nación», recuerda sobre su primer acercamiento a la interpretación musical. «Es muy emocionante para mí y cada vez que lo recuerdo me agarra piel de gallina. Ahí empezó esto de escuchar la música, empezar a entenderla, empezar a escuchar cosas que mi hermano traía al viejo Winco, que me acercó a Los Beatles, Deep Purple, Led Zeppein, Sui Generis, Charly García, (Luis Alberto) Spinetta… y ahí estaba mi hermano, siempre. Tan presente en mi vida como lo tengo hoy, porque cada vez que suena un acorde es inevitable que aparezca su imagen, su presencia. Cada cosa que hago está ahí Chupete, mi viejo, riéndose, divirtiéndose… convivo muy bien con esos fantasmas. La peor muerte es el olvido, y como los tengo presentes están ahí».
«Así que desde los nueve años comencé a hacer ruido, bochinche», recuerda. «Después, con el tiempo, me di cuenta que yo era un simple contador de historias y que para poder estar vigente, o por lo menos estar en un escenario y que haya gente escuchándome o tratando de ver que hacía, tenía que tener una buena historia para contar. Lo más difícil es encontrar una buena historia para contar».
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