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Cumple 30 años «Bang! Bang! Estás liquidado», el disco con el que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota se despidió del under

07/10/2019 - Retro
Cumple 30 años «Bang! Bang! Estás liquidado», el disco con el que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota se despidió del under

El 9 de septiembre de 1989, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota ofrecían un show en la discoteca Sobredosis de Villa Ramallo. Fue la última presentación en el interior del país antes del lanzamiento de «Bang! Bang! Estás liquidado», ocurrida el 7 de octubre. El lugar quedó realmente chico. La mayoría debió ver el show desde el patio. Sorprendentemente, el Indio Solari apareció por primera vez completamente calvo, a lo que el público respondió con un «¡Luca, Luca!».

1989 fue un año difícil para la Argentina. En enero tuvo lugar el copamiento del cuartel de La Tablada, y en medio de una hiperinflación que parecía no tener fin, a mediados de ese año se produjeron saqueos en supermercados de distintos puntos del país, lo que motivó que el presidente Raúl Alfonsín entregara de manera anticipada el poder al mandatario electro Carlos Menem. En medio de ese caos, los Redondos gestaron el disco que los alejaría definitivamente del under.

En febrero de 1989, los músicos se encerraron durante dos semanas en el estudio Del Cielito a grabar el álbum que los desviaría del sonido pop de los primeros trabajos discográficos. «Se nos ocurrió Del Cielito porque estaba apartado del mundanal ruido, en Parque Leloir. Tenía pileta, podíamos quedarnos internados ahí. De ese modo, no te desconectabas para reencontrarte otra vez durante la noche siguiente», dijo el Indio Solari en su biografía «Recuerdos que mienten un poco» (2019). «Tenía la sensación de que podía pasar cualquier cosa. Había mucho olor a pólvora. Por eso imaginé que hasta te podía fusilar la Cruz Roja. Era una forma de sugerir que no había que confiar en nadie».

La banda ya tenía en carpeta algunas canciones que venían tocando en vivo como «La Parabellum del buen psicópata», «El snifa» (luego bautizada como «Rock para los dientes»), «Maldición, va a ser un día hermoso» y «Ropa sucia». Otras, como «Nene nena» y «¡Qué mal celo!» fueron descartadas, sumando «Esa estrella era mi lujo», compuesta en Del Cielito. «El Indio tenía dando vueltas una especie de armonía y bueno, la sacamos con la viola, entramos a ver de qué manera arreglarla», contó Skay Beilinson en declaraciones a la revista El Musiquero, en 1989. «Él le buscó la melodía arriba, le metió la letra y quedó».

«Estuvimos quince días para mediados de febrero, y de movida empezamos a grabar las bases, con viola, bajo y batería», agregó Skay. «No tocamos con auriculares, porque estamos acostumbrados a recibir el sonido de instrumento tal como te llega en la sala de ensayo, y a través del auricular es como que te sentís más separado. El primer días estuvimos más que nada zapando, buscando sonido, tratando de sacarnos un poco el miedo al lugar, porque viste que entrás a un estudio y enseguida te sentís medio raro, no reconocés el sonido de los instrumentos. Entonces tocamos un rato, fuimos buscando la ambientación, cambiando el lugar de la batería, acomodando las cosas de manera de sentirnos más cómodos. Y después grabamos todas las bases».

«Los LP anteriores los habíamos grabado en Panda, y no sé cómo nos llegó la noticia del Cielito, que estaba bien equipado, que había buenas condiciones», explicó el guitarrista. «Fuimos a verlo y de movida nos atrajo la experiencia de poder encerrarse ahí, estar 15 días conviviendo sin tener que cumplir horarios. Y por otro lado, la característica de la sala del Cielito es que tiene mucha reverberancia, Panda necesita una cantidad de procesadores para imitar esa reverberancia natural del sonido, porque es una sala chica y muy absorbente, pensada para meter un montón de efectos. Y bueno, en el Cielito encontramos ese sonido más natural, era una especie de sala de ensayo donde había mucho vidrio, mucha madera».

Esa estadía en el estudio transcurrió en un clima de vida en comunidad, casi como en las épocas de La Cofradía de La Flor Solar, entre desayunos acompañados de lecturas y tardes jugando a la pelota. «Los discos anteriores tenían temas buenísimos, pero sonaban muy blandos», dijo a la revista Rolling el ingeniero Gustavo Gauvry, que comenzó a trabajar con el grupo a partir de «¡Bang! ¡Bang!….». «No tenían un sonido de rock, sino más de pop», agregó.

La intención era conseguir en el estudio el mismo sonido que en los ensayos, algo más crudo. Para eso decidieron grabar con todos los instrumentos tocando juntos. Pero el resultado no fue el esperado y la voz del Indio y el saxo de Sergio Dawi se terminaron agregando al final. «La idea no era hacer un LP pulcro y prolijo, sino sobre todo que sea emotivo, y que salga un poco esa frescura», contó Skay. «Lo que fue un poco más complicada fue la parte del saxo, porque el Indio se había puesto también súper obsesivo con eso».

«Cuando sabés que ese solo va a estar impreso y lo vas a tener por el resto de tu vida, entonces pretendés por lo menos hacer lo mejor posible con los medios que tenés en ese momento», explicó Dawi. «Y tiene que coincidir que esas notas peguen en su sitio, y que esa expresividad coincida con esas notas, y cuando estás escuchando por unos auriculares, y la banda no está, es distinto a la sala de ensayo donde por ahí la emotividad va sola. Cuando estás grabando estás como en bolas, porque es una radiografía exacta de todas las pequeñas fallitas que puedan saltar, que muchas veces en vivo o en la sala no saltan».

A pesar de la insistencia de Skay para que el Indio metiera las voces a medida que iban terminando las partes instrumentales, el cantante prefirió dejar su tarea para el final. «(El Indio) Estaba muy nervioso», contó «La Negra» Poli en una vieja entrevista con el periodista Claudio Kleiman. «Todos habían hecho lo suyo y él se preparaba, se preparaba, y cuanto más se preparaba más tenso se iba poniendo». A diferencia de los discos anteriores, el Indio grabó la voz en muy pocas tomas.

Como sucedió con todos los discos de Los Redondos, el arte de tapa es de Ricardo «Rocambole» Cohen. Éste se inspiró en la pintura «El tres de mayo de 1808 en Madrid» de Francisco de Goya (1746-1828). En esta tapa, los soldados fusileros han sido reemplazados por miembros de la Cruz Roja (lo que presagia el segundo tema del siguiente disco de Los Redondos, «La mosca y la sopa»). Los fusilados son asesinados por la Cruz Roja.

Además, la escena está vista desde una óptica imaginaria con Goya como protagonista (de hecho Rocambole lo confirma en una entrevista de la época que quien observa el fusilamiento es el mismo Goya), pero desde la vista de un tercero (que observa a Goya). Otro detalle interesante es el perro con cabeza de arma. En el interior también incluye un antiidentikit de los integrantes.

El primer título tentativo que manejaron para el disco fue «Olor a tigre» (nombre que tomarían para el documental que registraron ese mismo año), pero finalmente «¡Bang! ¡Bang! Estás liquidado» ganó la pulseada.

La grabación no estuvo exenta de inconvenientes. El baterista Walter Sidotti había sido sometido recientemente a una operación y no podía toca la batería con la fuerza de siempre. Pero el problema más importante de todo el proceso de grabación se produjo en el momento de la mezcla final. Las diferencias entre el resultado obtenido por Gauvry y lo esperado por el Indio y Skay generaron un momento de tensión. «Ellos estaban obsesionados por los arreglos, al sonido no le daban mucha bola», indicó Gauvry. «Yo me había matado por lograr un sonido sucio, cavernoso, muy comprimido, con muchos agudos y graves, de un mundo del que ya no se podía volver porque la tecnología de aquella época no lo permitía. Lo único que me había dicho el Indio al momento de la mezcla fue que su voz estaba muy adelante, pero yo le decía que era el único cantante y no la podía meter atrás».

Unas semanas después de entregar la mezcla, Poli lo llamó a Gauvry para decirle que querían hacerla de nuevo. «Fue como un baldazo de agua fría», contó Gauvry. «Le recomendé que entonces lo mejor era que la hiciera otra persona, Mariano López, que trabajaba con Soda Stereo«.

En su biografía, el Indio confesó que la mezcla de Gauvry nunca terminó de cerrarle, pero la que hizo después López no le gustó en absoluto. Por eso finalmente decidieron quedarse con la primera. «Después de leer el libro del Indio estuve en su casa y le pregunté si al final mi mezcla le había gustado o no», contó Gauvry. «Y me dijo que si no le hubiese gustado, jamás habría salido. Pero él tenía otra idea, quería sonar más pop porque creía que la cuota de rock la ponían ellos. Y reconoció que quizás pudo haberse equivocado, porque finalmente el disco les sirvió. Para haber sido grabado hace 30 años, creo que fue muy audaz. Tiene mucha personalidad y eso me gusta. En el arte hay que romper los lugares de confort y hacer cosas novedosas».

En aquel 1989 de hiperinflación, había una gran escasez de vinilo, material fundamental para la tirada importante de cualquier disco. De hecho, muchos discos que se conseguían en la Argentina por aquellos días provenían del Uruguay. Al mismo tiempo, varios sellos se habían interesado en el grupo, ofreciéndole interesantes contratos. Pero la banda siempre se mantuvo alejada de las corporaciones y rechazó cualquier intento, que podría haber derivado en la pérdida de su libertad creativa. Esto, sumado a la falta de vinilo, provocó que el lanzamiento del álbum se retrasara hasta octubre.

La presentación oficial de «¡Bang! ¡Bang! Estás liquidado» tuvo lugar el 2 de diciembre. Fue la primera vez que Los Redondos tocaban en el club Obras Sanitarias, esa suerte de «templo del rock” que para algunos cultores de la ansiada «independencia artística y económica” era «meca prohibida” para el grupo que mayor cantidad de fieles ganó durante fines de la década del 80.

En ese caluroso sábado del último mes del año, Los Redondos cristalizaron una determinación tomada algunos meses antes, cuando una serie de shows en la ciudad de Buenos Aires empezaban a generar episodios de violencia en los ingresos a las salas.

Meses antes, en un reportaje concedido a la revista Rock & Pop, Solari había rechazado la posibilidad de actuar en el microestadio del barrio de Núñez, advirtiendo que se trataba del «lugar institucionalizado del rock”. El Indio cuestionaba que en cada recital en Obras «una banda independiente” tenía que «adaptarse a otros parámetros” de relación.

«Yo no dije eso que han puesto en mi boca tantas veces, de que no pensábamos tocar nunca ahí», aclaró el Indio en su libro. «Lo esencial era que no nos cagaran, siendo productores independientes, para poder seguir haciendo la música que nos importaba: eso era lo primordial».

Más tarde se repitieron los shows en Obras, incluido uno en abril de 1991 en el que se produjo el asesinato de Walter Bulacio a manos de la policía y hubo una polémica mayor, por cierto. Luego, la banda se erigió como la primera representante de la premisa «Rock de estadios» en la Argentina, a partir de los conciertos que brindó en Huracán, Racing, Colón, Unión de Santa Fe, River Plate o en el mismísimo estadio Olímpico de Córdoba, donde se despidió allá por agosto de 2001.