El músico y productor Daniel Melero, quien el mes pasado editó junto a Diego Tuñón el disco “La ruta del opio”, consideró en declaraciones a la agencia Télam que los conciertos vía streaming “son una experiencia interesante”, pero reclamó que “no se pierda la experiencia de la resonancia en vivo”.
Tanto Melero como solista y Tuñón como tecladista de Babasónicos, hicieron de la experimentación una herramienta habitual de su trabajo artístico. Y su proyecto en colaboración se aleja sin dudas de las formas habituales y se abre a un viaje de texturas y micromiradas nuevas.
«La ruta del opio» surge entre las giras que Diego Tuñón tiene con Babasónicos y el continuo producir de Daniel Melero, y es el resultado de años de colaboraciones y experimentos musicales y tecnológicos.
Tuñón le pasaba a Melero videos de fragmentos tocando el piano y éste los procesaba y encontraba otros sonidos, texturas y silencios que podían quedar archivados por meses hasta que volvieran a manipularlos y darles, una vez más, una nueva sustancia sonora.
La relación entre ambos artistas había nacido algunas décadas atrás: Tuñón fue parte de la grabación de “Cámara”, el disco de Melero editado en 1991, y más tarde, en 2009, le produjo “X” (por).
Pero la admiración y la amistad viene incluso de antes: casualmente, Diego conoció a sus 9 años a Daniel Melero en la casa del primo de un amigo a la que iba a escuchar música “porque tenía los mejores discos”; Melero recuerda perfectamente al pequeño Tuñón: “Nunca me voy a olvidar de su mirada y que algo en él resaltaba, ya se veía distinto”.
Todos los temas de «La ruta del opio» fueron compuestos e interpretados por Melero y Tuñón y fue editado por Bultaco Discos, sello discográfico creado por Babasónicos.
Télam: ¿Cómo nace este proyecto? ¿Cómo empiezan a trabajar en él?
Daniel Melero: Fue después de seis años, y tal vez un poco más. La meta era hacer una serie de grabaciones sin otro objetivo que pasar por la experiencia de componer cierto tipo de música. Con un equipo fuimos profundizando en la arquitectura, en la construcción de todo esto y se fortaleció la idea de que era algo que valía la pena comunicar. Creo que en el primer año y medio teníamos un disco que realmente era algo que se podía juzgar como editable, era muy bello, pero se prefería profundizarlo y esperar el momento que hubiera que soltarlo.
T: ¿Cómo fue la metodología de trabajo?
DM: Fue variando, porque durante seis años utilizás otras herramientas, tu pensamiento va variando… En este sentido tuvimos una metodología bastante extraña, porque si me dicen a priori que voy a tardar seis años en elaborar un álbum saldría corriendo, pero realmente valió la pena. Lo que había al principio era un disco más místico del cual subsisten elementos. Dentro de todo y entre comillas, es muy melódico. Luego se fue convirtiendo en lo introspectivo de las frecuencias y de estructuras inusuales. En definitiva, es consecuencia de muy pocas sesiones y mucha posproducción. Creo que es un disco que invita a escuchar. Yo lo veo como un disco bastante melódico, en cierto sentido, más llevadero. Creo que no es un disco que busca relajarte, sino que entres en un espacio de mucha profundidad.
T: ¿Cómo te tomó la pandemia? Muchos artistas dijeron que luego de acomodarse las primeras semanas redundó en algo productivo.
DM: Me parece bien saber plantearse y reconstruirse en la situación, pero a mí me interrumpió en la mitad de la grabación de la música para una película que se llama “Weekend”. Un viernes estábamos grabando en el estudio y el lunes el proyecto quedó paralizado. Para mí es muy importante la tarea que se desarrolla en un estudio de grabación, en una sala, la actitud que tiene el estudio y el contagio que tenés con la persona con la que estás colaborando. Me pasa que ahora estamos en un clima de «Talking Heads», somos todas cabezas hablando. En un momento me parecía interesante y de hecho hice muchas cosas por streaming antes, pero no me parece hoy en el área artística.
T: ¿Al Melero persona cómo lo tomó?
DM: Creo que está bien, aunque me perjudica muchísimo en mi forma de vivir aun siendo una persona que esté mucho tiempo en casa, pero al final dado el contexto social del país y todo lo que sea que involucra la política global me parece lo más adecuado. Es muy difícil pensar qué es lo que hay que hacer en un sistema de invisibilidad y de desconocimiento del enemigo.
T: Es como una nueva arma, un arma química que no la ves venir y que es silenciosa.
DM: Sí, existen las bombas que caen silenciosamente o los ataques que son ruidosos para asustar a la gente. En términos de armamento existe de todo. Al final, la naturaleza que tanto se trata de cuidar jugó sus cartas también. Creo que siempre fue irregular la naturaleza, damos demasiado por hecho.
T: ¿Qué pensás de los shows en streaming en tiempos de pandemia?
DM: Siempre estuvo ahí, pero lo que más me molesta es que sea la única versión que exista de la experiencia musical. Creo que el mayor valor que existe hoy en esta era digital hasta que se desató este paréntesis obligatorio es la experiencia de lo musical. El mayor valor no es que esté disponible en las redes, es la experiencia de la resonancia en vivo. Me parece interesante pero no me parece la mejor experiencia de la música.
T: ¿Al Melero curador y productor qué le pareció en este tiempo la movida de la música urbana que surgió y arrasó con todo? ¿Qué te parecieron Duki, Khea, Londra…?
DM: Escuché algunas canciones de Duki que tienen una producción sonora realmente interesante, más allá de no ser un área de interés, tienen un contenido estas canciones últimas que he oído. Tienen un sonido más violento, me parece que es el verdadero camino que debería tener el trap más allá de que no me interesa eso. Me interesa mucho más otro tipo de música vinculada a lo que es esta idea de después del hip hop o trance hip hop, me atrae mucho sobre todo el trabajo de Kevin Martin, que no es de acá. Me gusta el armamento sonoro mucho más que la voz codificada. A la vez, me parece que el lenguaje que muchas veces se tiene en las canciones es muy dirigida a una circunstancia de bajar información y contar. Los de ruptura me parece que tienen otro tipo de transición musical, otro tipo de transformación del discurso vocal, por eso me atrae mucho lo que hace como productor y como artista Kevin Martin (músico, DJ y productor británico también conocido como The Bug). Tiene un montón de áreas, mi favorita es King Midas Sound.
T: ¿Les viste una actitud disruptiva real a estos chicos o la viste muy programada por el sistema?
DM: Yo creo que son muy aprovechables para el sistema, pero no creo que estuviera preprogramada esta cuestión. Creo que es inevitable que los jóvenes reaccionen y accionen. Dentro de todo, me parece que es mucho más interesante que la farsa de los rocanroles. Se fueron para otra farsa nueva que por lo menos valoro.
T: ¿Sentís que de ese lado y de otro lado que tiene más que ver con una fusión del folclore latinoamericano como Carlos Vives se derribaron etiquetas.
DM: Las etiquetas en general se ponen para clasificar productos y los artistas no tienen que pensar en eso. Al final sí producen productos negociables, no me parece que sea un interesante planteo esa cosa de ir pensando híbridos de lo que estás haciendo. Que lo hagan otros no está mal, es mercadeo.
T: ¿Te impresiona esto de que los pibes tengan velocidad de rimar? Quizás no hay profundidad en el discurso, pero sí una actitud de contestar rápido.
DM: Me gusta esa idea. Igual rapidez mental no significa más inteligencia, pero es un factor directamente ligado a la propia generación. Las generaciones anteriores ya sufren continuamente eso, uno diagrama dentro de los hogares por ejemplo hoy. Lo que antes era trabajo y después llegabas a tu casa y era tu lugarcito en el mundo ahora está compartido con el afuera también. Me parece muy triste el hecho de que se deje de prestar atención por interfaces táctiles que te reclaman todo el tiempo y finalmente te hipnotizan todo el tiempo.