Registrado sin la colaboración de otros artistas e integrado por 11 canciones que, en muchos casos, surgieron de manera espontánea en el mismo estudio de grabación, la cantautora Florencia Ruiz entrega con su octavo disco en solitario «Aullido» su obra «más visceral y genuina».
«Un amigo me prestó su estudio y la idea que tenía era que cada día que fuera saliera una canción. A veces tenía idea de lo que iba a hacer y a veces, no. Y en ese no tener ninguna idea aparecieron canciones que fueron hechas ahí. Eso me pareció muy lindo, muy fresco, una cosa muy amorosa de entregar aquello primero que surge», detalló la artista en declaraciones a la agencia Télam.
De esta manera, la música con más de 20 años de trayectoria, que desde hace varios años comparte proyectos con Juan Carlos «Mono» Fontana, tiene en su haber un disco conjunto con Ariel Minimal, mantiene una intensa actividad en Japón con colegas de ese país y llegó a contar con hasta 24 invitados de lujo en una de sus producciones, retoma el espíritu de sus primeros trabajos con este «Aullido».
«Se caía medio de maduro que iba a aparecer un disco así, medio como de la misma factoría que mis primeros discos, que son muy experimentales, muy ‘hago lo que se me antoja’. Este trabajo tiene algo así como del estilo enchufar y empezar a tocar», amplió la compositora.
Aunque el resultado de esta nueva aventura musical arroje un puñado de canciones reposadas, honestas, sin artificios instrumentales, ni ornamentaciones; la realidad es que tampoco se aleja del espíritu central de toda la obra de esta artista.
Esta producción, cuyo plano creativo e instrumental lleva el sello exclusivo de su autora, retomó el trabajo colaborativo de anteriores trabajos en el proceso de mezcla, a cargo de Marcelo Lupis, en la remasterización de Mariano López y el arte de tapa de la fotógrafa Nora Lezano.
«Aullido» es acompañado de los videoclips de las canciones «Mi amor» realizado en primera toma- y «Bienvenide a irte». El álbum está siendo presentado en vivo en diversos espacios entre los que destaca la fecha prevista para el sábado 20 de noviembre, a las 21 en Quetrén, ubicado en la zona porteña de Belgrano conocida popularmente como el Barrio Chino; y una posterior visita a Japón, un territorio en donde la artista prácticamente «juega de local».
A la hora de hacer sonar esta placa en vivo, Florencia Ruiz cuenta con el aporte de Lupis en teclados y guitarras y de Bruno Marchetti en guitarras, «para que todo suene igual al disco», explicó la artista.
P: Por la manera en que contás que hiciste el disco pareciera que fue un producto del confinamiento por la pandemia de coronavirus. ¿Hay algo de eso?
Florencia Ruiz: No fue así, pero sí es un disco que ha sido condicionado por la pandemia en el sentido que tal vez esté atravesado por el bajón de la gente que ya no está, por ese día a día. Algo de eso se ve reflejado. La pandemia colaboró porque no te podías juntar con nadie. Cuando te encontrás con otra gente, quizás te dan ganas de invitarlas a participar. Pero no es que estaba aburrida y me puse a hacer un disco, o que lo hice sola porque no me podía juntar con nadie. Yo tenía ganas de hacer un disco así, desfachatado, digamos.
P: ¿Por qué apareció esa necesidad o esas ganas?
FR: Es una alegría tremenda tocar con gente pero es medio como cuando invitás a alguien a comer y tenés que pensar qué le gusta, que no le gusta. Me encanta compartir y tengo la suerte de tocar con músicos mortales, pero al estar yo sola, el disco tira una data, una cosa muy genuina, muy poco contaminada. A veces, cuando hacés música con alguien, dejás espacios para un solo, para que el otro se luzca. Estas canciones, al contrario, tienen mucho tiempo muerto, mucho de pensamiento y de silencio, que es algo que siempre está en mi música, pero acá aparece mucho más. Las canciones no tienen muchas pretensiones en ese sentido, sino que, al contrario, quieren sacar una idea, gritar alguna cosa.
P: ¿Cómo surgió la idea del título del álbum, que de acuerdo a lo que contás, completa la intencionalidad central del disco?
FR: Cuando adopté a mi perro, la primera noche aulló como loco y me quedó una impresión terrible porque yo nunca había tenido un perro. El título tiene que ver que cuando me puse a escuchar lo grabado me pregunté qué estaba diciendo, de qué estaba hablando. Ahí me di cuenta que estaba aullando como mi perro. Lo animal lo asocio con el no pensar. En este caso, yo tocaba un teclado y si me gustaba, lo dejaba. Nunca fui muy pensante, de ir al estudio pensando que iba a hacer algo determinado. Como muchas canciones las compuse directamente en el estudio, le da un aura de ser algo muy poco pensado, muy visceral.
P: Con el material ya rodando en vivo ¿Qué escuchás ahora en esas canciones?
FR: No soy muy de escucharme. Cuando empezamos a ensayar, apareció eso de ‘uy, se me ocurrió una idea que está mejor que lo grabado’, pero bueno, hubo aceptación que el disco fue hecho así y es eso. Estoy muy contenta de verdad con este disco porque lo pude disfrutar, tiene cierta madurez. Hay cosas que tienen que ver con madurar y empezar a disfrutar de las cosas con tranquilidad. Yo no veo nada distinto a otros discos más allá de lo que decía de dejar espacios para que toquen otros músicos. Es mi música, no hay nada raro. Siempre trato que las cosas suenen a mí, si no, no va.
P: ¿Adónde sentís que va tu música? ¿Cuál es ese lugar de madurez al que referís?
FR: Nunca fui muy de querer agradar ni ser condescendiente con lo que se está escuchando, con lo que está de moda. Eso no me pasa ni me va a pasar, pero creo que este es el disco en donde menos me interesó. No porque no me interese la gente, al contrario, como me interesa mucho la gente, le voy a dar lo más genuino.
Por Hernani Natale (Télam)