
Chuck Mangione, el fliscornista y trompetista ganador del Grammy, cuyo inconfundible sonido contribuyó a conectar el jazz con el pop en la década de 1970 y en los años siguientes, falleció el 22 de julio a los 84 años en su ciudad natal, Rochester, Nueva York. Conocido por su éxito de 1978 «Feels So Good», Mangione deja un legado que transformó la forma en que el jazz podía vivir en el mainstream: melódico, emotivo y accesible, pero aún imbuido de las ricas tradiciones de este género.
El comienzo de una vida jazzística
Nacido como Charles Frank Mangione el 29 de noviembre de 1940, Mangione creció en una familia italoamericana amante de la música en las calles de Rochester. Junto con su hermano Gap, pianista, formó los Jazz Brothers mientras aún estaba en la secundaria. Ambos grabaron varios álbumes con Riverside Records, y a principios de la década de 1960 ya se habían consolidado en el mundo del jazz.
El talento de Mangione captó rápidamente la atención de algunas de las figuras más formidables del jazz. Tras graduarse de la Escuela de Música Eastman en 1963, fue convocado para unirse a los Jazz Messengers de Art Blakey, un grupo legendario por impulsar las carreras de íconos del hard bop como Lee Morgan y Freddie Hubbard. Mangione se posicionó entre los grandes de la trompeta, tocando con la intensidad y la delicadeza que definirían su sonido.
Cruzando fronteras, conquistando corazones
Aunque inmerso en el jazz tradicional, Mangione nunca se conformó con quedarse en un solo carril. A principios de la década de 1970, fusionaba el jazz con arreglos orquestales, ritmos rockeros y melodías pop. Álbumes como «Friends and Love» y «Bellavia» (que le valió su primer Grammy en 1977) demostraron su talento para componer piezas arrolladoras y cinematográficas que atrajeron tanto a aficionados al jazz como a nuevos oyentes.
Su gran éxito llegó en 1978 con «Feels So Good», un álbum y la canción principal que desafiaron las fronteras del género. El instrumental, suave y etéreo, se convirtió en un fenómeno cultural, alcanzando el número 4 en el Billboard Hot 100, una hazaña poco común para una grabación de jazz. Fue, como lo expresó Current Biography, «la melodía más reconocida desde ‘Michelle’ de The Beatles«.
Mangione había encontrado la fórmula para un nuevo tipo de estrellato en el jazz: cálido, acogedor y emocionalmente directo. En una época en la que la fusión empujaba al jazz hacia la abstracción y la complejidad, Mangione lo devolvió al corazón.
Banda sonora para una generación
Su música se convirtió en sinónimo de algunos de los eventos más destacados de finales del siglo XX. «Chase the Clouds Away» se utilizó durante los Juegos Olímpicos de 1976 en Montreal, y «Give It All You Got» se convirtió en el tema de los Juegos de Invierno de 1980 en Lake Placid. En 1978, compuso la conmovedora banda sonora de «The Children of Sanchez», que le valió su segundo Grammy.
En vivo, Mangione aportó la misma energía y refinamiento. Su concierto de 1978 en el Hollywood Bowl, grabado para el álbum doble «An Evening of Magic», contó con su banda acompañada por una orquesta de 70 músicos, y sigue siendo uno de los álbumes de jazz en vivo más ambiciosos y queridos de su época.
Un mentor y un héroe local
A pesar de su éxito internacional, Mangione se mantuvo fiel a sus raíces en Rochester. Regresó a la Escuela de Música Eastman para enseñar y dirigir el conjunto de jazz, y fue incluido en el Salón de la Fama de la Música de Rochester en 2012. Era conocido por su generosidad y organizaba conciertos benéficos para causas locales y ayuda en casos de desastre, incluida una recaudación de fondos de nueve horas para las víctimas del terremoto de 1980 en Italia.
Más que un meme
Aunque hizo apariciones irónicas en programas como «Magnum» y prestó su voz a una versión recurrente de sí mismo en «Los Reyes de la Colina», la perdurable popularidad de Mangione se debió a mucho más que cameos en la cultura pop. Su música, que abarca más de 30 álbumes a lo largo de cinco décadas, ayudó a desmitificar el jazz para millones de personas y abrió la puerta a artistas que exploraban las fronteras del género.
Su fliscorno —rico, meloso, reconocible al instante— se convirtió en un sonido sinónimo de bienestar. Y, sin embargo, detrás de sus pegadizos estribillos y ritmos relajados se escondía un músico profundamente serio con una ética de trabajo incansable y un sincero deseo de conectar.
Una nota final
Chuck Mangione falleció en paz mientras dormía el 22 de julio de 2025. Su familia lo describió simplemente como un hombre que «traía alegría a través de la música». Y, de hecho, desde los estadios olímpicos hasta los clubes de jazz nocturnos, desde la radio FM hasta las salas de estar familiares, Mangione hizo precisamente eso. En definitiva, su legado no es solo un éxito, sino una obra que demostró que el jazz podía ser emotivo, inclusivo y, sobre todo, memorable. Chuck Mangione no solo tocaba jazz, sino que lo hacía sentir bien.
