Cuando el trío Soda Stereo ingresa en escena en 1984, con su álbum homónimo, los jóvenes de las clases medias argentinas andan en procura de un sonido nuevo, de espaldas a los grupos tradicionales del rock producido en nuestro país. O mejor: ya lo han encontrado en la obra vigorosa de Fito Páez o en la siempre remozada creación de Charly García. Pero no es suficiente. Los temas del compositor rosarino encierran una visión amarga y un escepticismo con acentos críticos que están lejos de colmar las necesidades de ese auditorio; el ex miembro de Serú Girán, por su parte, se preserva al margen de las corrientes de moda, del mismo modo en que lo hace ese clásico que es Luis Alberto Spinetta.
Las ambiciones son otras y para responder a ellas llegan los nuevos intérpretes. Soda Stereo trae la diversión, a secas, así como Virus aproxima la ironía delicada y Los Twist el humor desenfadado de Pipo Cipolatti. La agrupación de Gustavo Cerati acerca algo más: un cuidado extremo de su propia imagen, trabajada hasta en sus mínimos detalles no sólo sobre el escenario (donde descuella el sentido visual de Alfredo Lois), sino también en las portadas de los discos o en los videoclips, ese formidable instrumento de difusión de los años 80.
La omnipresencia de la imagen no se traduce apenas en las formas exteriores una puesta en escena o de algunos raros peinados nuevos. Reside además -o sobre todo- en las letras escritas por Cerati, despojadas de una pretensión estrictamente narrativa y afianzadas en el registro casi fotográfico de la realidad.
Los textos denuncian un fuerte individualismo y promueven los placeres físicos con trazo elegante y con un lenguaje insinuante, que elude asperezas en todo caso reservadas a agrupaciones rockeras más viscerales, como Sumo o Los Redonditos de Ricota.
No es una elección azarosa. En verdad, parece la consecuencia estética natural del paso de Cerati por la Universidad del Salvador, donde estudió publicidad junto a Zeta Bosio, el bajista del grupo, a quien conoció en 1979. En ese privilegiado ámbito académico nace Soda Stereo; de él extrae, aunque tamizadas por una oportuna rebeldía juvenil, una mirada estética y una herencia cultural que apartan al grupo de toda iracundia rockera.
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La banda se consolida con su segundo álbum, «Nada Personal». Publicado el 21 de noviembre de 1985, fue grabado en el estudio Moebio de Buenos Aires (dejando de lado los obsoletos estudios de la CBS donde se registró el disco debut). El disco fue bien recibido por la crítica especializada. “El segundo álbum de Soda puede ser la consagración del grupo. El terreno está preparado, y el trío piensa acaparar todas las expectativas con algo bastante diferente, en el concepto y en su realización”, decía la crítica de la revista Toco & Canto.
Esto significó para la banda un aumento enorme de su popularidad. Solo en la Argentina vendió alrededor de 120.000 copias. «Nada Personal» mostró una evolución de la banda hacia un estilo cada vez más propio.
«El advenimiento de las cámaras de reverberación y los trucos sonoros de los 80. En este disco empecé a aprender a hacer canciones», reconoció Cerati en su momento. También sirvió para ampliar los horizontes y experimentar con fusiones de otros géneros, como el comienzo de saxo jazzero de «Estoy Azulado» o el ambiente norteño de «Cuando Pase el Temblor».
“Es un trabajo que responde mucho más a lo que queremos en este momento…pudimos mejorar el nivel de producción, el sonido que logramos y también nuestras interpretaciones instrumentales y vocales. Los arreglos de los temas fueron muy trabajados entre los tres, y veo una mayor riqueza temática. Es un álbum osado”, contó Cerati a la revista CantaRock en noviembre de 1985.
Para Zeta Bosio fue un aprendizaje. “Soda es un grupo inquieto; nos gusta experimentar, tratar de abrir caminos. El disco anterior nos agarró en un período de transición, en cambio este trabajo fue más elaborado”, destacó el bajista en la misma entrevista.
El baterista Charly Alberti, por otra parte, reconoció que “el sonido va cambiando, evolucionando y puliendo todos los días. Entonces te parece que ni loco harías lo que hiciste un año atrás, pero el primer disco muestra cómo sonábamos y éramos en ese momento».
En junio de 1986, luego de una gira nacional, el trío grabó su segundo videoclip con «Cuando pase el temblor», nuevamente bajo la dirección de Alfredo Lois, en las ruinas del Pucará de Tilcara (Jujuy). El video, que completó la filmación de la presentación en el estadio Obras, fue nominado como finalista del 12° World Festival of Video and TV, en Acapulco unos años después.
Con «Nada Personal», Soda Stereo demostró que sin abandonar los ritmos «bailables», este segundo disco logró más profundidad en las letras y madurez en las melodías, hechos que se acentuaron en el trío, con el paso del tiempo. Las encuestas lo dieron como el mejor disco del año y la presentación de este material en Obras Sanitarias fue unánimemente calificada como «sorprendente».
En 1986 los Soda salieron de gira por Latinoamérica y cosecharon un éxito inesperado. Pero en 1987, en una segunda gira por el continente, la repercusión fue aún mayor: 22 presentaciones en siete países y 17 ciudades diferentes, ante aproximadamente un total de 200.000 espectadores, abriendo nuevos mercados hasta ese momento, inexplorados para los artistas nacionales.
La «sodamanía» pasa a gobernar a una buena parte del movimiento rockero y de sus zonas aledañas, cada vez más esfumadas; el término lo acuñan los cronistas latinoamericanos -pero en especial los de Chile y México-, pues el continente todo saluda el crecimiento de una de las bandas más contundentes de estos tiempos, pese a provenir de las aguas siempre mansas de la música pop.
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