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Bob Dylan se convierte en el primer artista en ubicar al menos un álbum en el Top 40 de Billboard en cada década desde los 60

29/06/2020 - Noticias
Bob Dylan se convierte en el primer artista en ubicar al menos un álbum en el Top 40 de Billboard en cada década desde los 60

Bob Dylan se convirtió en el primer artista de la historia en ubicar al menos un disco suyo en el Top 40 de álbumes de los Estados Unidos en cada una de las últimas siete décadas, a partir de la llegada de “Rough and Rowdy Ways”, su más reciente producción, al segundo puesto del ranking Billboard.

Así lo señala la propia publicación, que confecciona sus listados a partir de las ventas registradas por NIelsen Music, una medidora que contabiliza la demanda en todos los formatos disponibles.

El músico había llegado por primera vez a las listas Billboard en 1963, con su disco “The Freewheelin´ Bob Dylan”, en una década en la que sumó ocho producciones en este chart.

En los años 70 logró ubicar 14 álbumes en el Top 40, siete en los 80, cuatro en los 90, siete en el 2000 y nueve en la segunda década del nuevo siglo.

A pesar de su prolífica carrera, el primero de sus cinco álbumes números uno recién llegaría en 1974, con su trabajo “Planet Waves”.

En tanto, el icónico artista estadounidense había alcanzado hace algunas semanas por primera vez el número uno en un chart de Billboard. Lo logró con “Murder Most Foul”, primer corte de la nueva placa, que en 17 minutos narra el asesinato del presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy.

«Muchos Dylans» en un mismo disco

Bob Dylan lanzó «Rough and Rowdy Ways» el 19 de junio. Es el disco 39 de su carrera y el primero en ocho años con canciones originales, «en donde con sutil maestría ofrece relatos y sonidos que condensan las distintas facetas que conforman y caracterizan su vasta obra, a modo de lúcido balance», según menciona en su crítica el periodista Hernani Natale.

La reflexión, el romanticismo, las crónicas de épocas con su consecuente desfile de personajes de la cultura pop, la comedia negra y el omnipresente tributo a los grandes escritores aparecen resumidos, a veces de manera más evidente y otras más solapadas, en unos 70 minutos, bajo una hipnótica atmósfera conformada por baladas, valses y distintas vertientes del blues.

A los 79 años, luego de editar tres discos en los que hizo una lectura propia del cancionero estadounidense, el Premio Nobel de Literatura 2016 vuelve a decir presente en un momento clave del mundo moderno, desde el umbral, tanto personal como social, que separa el final de lo conocido, lo transitado, del paso a una instancia desconocida.

Es que más allá de las distintas historias o reflexiones que se suceden, es la noción de la muerte la que sobrevuela todo el álbum y obliga a reinterpretar las páginas pasadas.

Para ello, el hombre, que a lo largo de su trayectoria jugó a patear tableros y desconcertar a quienes creían poder definirlo con precisión, describe los tiempos que le tocaron transitar e influenciar; y sorprendentemente se permite también seguir sumando algunas piezas a su compleja obra.

«I Contain Multitudes», primera de las diez composiciones que integran el disco, actúa en este caso como fundamental apertura justamente por esa descripción de los muchos mundos que confluyen en la figura de este artista central en la cultura contemporánea.

Así como en los tempranos 1964, en «Restless Farewell», decía que «aunque la línea esté cortada señalando el fin yo sólo digo adiós hasta que nos veamos de nuevo», en un tono reposado y con una delicada instrumentación de fondo, el artista se planta en ese límite, esta vez con más argumentos, para advertir, como si hiciera falta, sobre la complejidad de su obra y el error que se cometería si se intentara caracterizarla de manera unívoca.

Por ello, en los siguientes tracks de la placa, Dylan transita entre el blues del delta, como en «False Prophet»; la comedia negra en «My Own Version of You», una versión aggiornada de Frankenstein sobre una clásica bajada de acordes que se repite (al estilo de «Hit the Road, Jack» o nuestro local «De nada sirve»); y el vals en la bella «I´ve Made Up My Mind to Give Myself to You».

Las baladas volverán a aparecer en «Black Rider», «Mother of Muses» y «Key West», tres piezas que presentan un perfecto combo de sublime poesía y sutiles entramados musicales, que fluyen bajo un velo de extrema simplicidad.

El Dylan que a mediados de los 60 provocó la reacción negativa de sus seguidores cuando electrificó y dotó de elementos de la cultura negra a su música, tras ser catalogado como el «vocero de una generación» por su folk testimonial, muestra su ropaje en «Goodbye Jimmy Reed», un rhythm & blues que podría haber formado parte de sus recordados discos «Highway 61» o «Blonde on Blonde».

La sonoridad blusera persiste en «Crossing the Rubicon», pero en este caso con una temática más acorde al tono de balance general que atraviesa la obra, coronada con la extensa «Murder Most Foul», el track de 16 minutos y 55 segundos en donde el músico vuelve a mostrarse como el más lúcido cronista de épocas.

Así como en el inicio del disco remarca «los muchos Dylans» que conviven en Bob Dylan, el relato del cierre se ancla en los días de noviembre de 1963, cuando el presidente John Fitzgerald Kennedy fue asesinado en Dallas, como punto de partida de un recorrido personal que sumó caras y sucesos fundamentales en la cultura popular estadounidense.

La extensa descripción resume los ajetreados años 60, con la revolución musical provocada por The Beatles, la generación Woodstock, el fin del sueño hippie y la sombra de Vietnam como telón de fondo, entre otros acontecimientos.

Para la grabación de «Rough and Rowdy Wayss», Dylan se rodeó de las guitarras de Charlie Sexton y Bob Britt, el bajo de Tony Garnier, la batería de Matt Chamberlain, y de Alan Pasqua, Benmont Tench y Fiona Apple como tecladistas invitados.

Todos ellos suman un acompañamiento que se camufla en un «colchón» que no interfiere en el decir de Dylan, pero que cuando se pone la lupa permite apreciar preciosistas arreglos.

Como figura medular en la cultura popular, Bob Dylan recorrió en 60 años de trayectoria diversos caminos, muchos de ellos brillantes y otros algunas veces incomprensibles, como parte de la difícil tarea de marcar el camino.

Inasible pero coherente al extremo, el músico se despacha en tiempos de pandemia y replanteos con una especie de brillante testamento. Quedará por descifrar si está hablando del final de su vida o de la sociedad como la conocemos, aunque pareciera imposible discernir qué marca el límite entre ambas cosas.