El 11 de mayo de 1981 moría en la ciudad de Miami, a los 36 años y víctima de un cáncer, el músico jamaiquino Bob Marley, máximo ícono mundial del reggae, el ritmo característico de su país, y principal difusor del movimiento rastafari.
Decenas de clásicos como «Is This Love?», «No Woman, No Cry», «Get Up, Stand Up», «One Love» y «Redemption Song», entre tantos otros, dan cuenta no solo de una obra que permitió ubicar al reggae en el mapa mundial de la música, sino de un mensaje de amor unificador acorde a la fe que profesaba y que se encargó de diseminar a partir de su éxito internacional.
En tal sentido, las composiciones de Marley resultan hasta el día de hoy irresistibles por sus mántricas cadencias rítmicas y sus encantadoras melodías que ligan con la tradición sonora del insular país caribeño, pero también portan palabras de esperanza que vaticinan un futuro de unión en plena armonía y advierten sobre los padecimientos de su pueblo y su raza.
La fama mundial alcanzada por el músico, a partir de mediados de los 70, ayudó a popularizar el reggae -del cual había sido un gran mentor con su grupo The Wailers– y la filosofía de vida rastafari, un movimiento espiritual unificador surgido en África, con raíces en la tradición judeocristiana.
«Marley es la punta de la pirámide de la cultura jamaiquina. Es como un sol que existe sobre Jamaica, es un santo. Con su mensaje ocupó un espacio que no estaba ocupado, que era el de decir las cosas, contar las realidades de su pueblo. Tomó esa bandera más fuerte que nadie y la mantuvo abrazada hasta el final», dijo a la agencia Télam el músico y productor Hernán «Don Camel» Sforzini.
El artista argentino, nominado a los Grammy como productor por su disco «The Final Battle», grabado en los míticos estudios Tuff Gong de Jamaica, en el que reunió a las principales figuras musicales de ese país, no dudó en afirmar que «no hay en el mundo músico más revolucionario que Bob Marley».
Conocedor en profundidad de la música jamaiquina, Don Camel destacó que Marley «dejó una raíz muy fuerte de la que no paran de crecer brotes».
«Culturalmente llevó a Jamaica y su cultura a todo el mundo. Un embajador. Su mensaje de liberación de la mente lo va a seguir esparciendo por los siglos de los siglos. Marley tenía línea directa con Jah (Dios) y era auténtico. Quien lo escucha, aunque no entienda lo que está diciendo, puede captar el mensaje», añadió al destacar el impacto que causa su músico, aún en personas que no conocen nada ni muestran interés en el reggae.
Por otra parte, el músico puntano Darío Alturria conocido artísticamente como Blackdali, exintegrante del grupo Kameleba, activista y estudioso del movimiento rastafari, le confirió a Marley el título de «amplificador pop» de esa cultura.
«Él hizo una síntesis y simplificó ese mensaje a través de la canción, a diferencia de otras épocas en donde predominaban los grandes oradores como transmisores de ideas. Muchos descubren el rastafarismo por él», subrayó.
Y añadió: «Supo transmitir muy bien la cultura, los usos y las costumbres de su pueblo; la forma de vida del movimiento en cuanto a revalorizar el vínculo directo entre Dios y el hombre, más allá de la Iglesia».
«El mensaje del rastafarismo, iniciado en África, hubiera trascendido de cualquier manera, pero de forma más lenta. Marley tuvo esa condición de ‘Jesucristo Superstar’ que hizo que con la canción pop se amplifique. Se dice que la verdad, tarde o temprano, sale a la luz, pero Marley hizo que fuera de manera más acelerada», explicó el exKameleba.
Sin embargo, no fueron pocos los cuestionamientos que el ícono jamaiquino recibió en vida desde el seno del movimiento, debido a que a los prejuicios que existían por su aspecto físico se le sumaron críticas a su estilo de vida y a la manera de abordar su música.
«Hoy Marley -contó Blackdali- ocupa un lugar que en vida no pudo ocupar. No era el arquetipo de la raza negra y hasta sus abuelos le decían despectivamente ‘el alemán’ porque era mestizo. Cuando se une al movimiento rastafari, recién ahí se siente plenamente negro».
La fama mundial del artista daría pie a nuevas críticas, en este caso por la incorporación de instrumentos ligados al rock, como la batería, las guitarras y el órgano Hammond a un tipo de música que originalmente se tocaba con tambores.
«Los proto-rastas decían que en el rock estaba el diablo entonces para ellos, Marley había vendido su alma al diablo. Luego, como siempre pasa, la muerte es el mejor auspiciante del artista y hoy forma parte del olimpo del reggae en su país», remarcó Blackdali.
Acaso las críticas también hayan advertido en su momento que el desmedido éxito popular a nivel mundial podrían desvirtuar el mensaje rastafari, al convertirlo en un simple fetiche para vender productos de moda.
«A esta altura todo eso ya es algo viejo, estaría pasado de moda. Lo original, lo verdadero, el que lo sabe lo siente», minimizó Don Camel al ser consultado sobre la liviana asociación de Marley y el reggae con el descanso veraniego en una playa y el consumo recreativo de marihuana, este último un ritual de carácter sagrado para los rastafaris.
Por su parte, Blackdali recordó: «Una vez le preguntaron a Marley qué sucedería cuando la moda del reggae pasara, y el respondió que podía ser una moda que pasara pero el mensaje iba a quedar y llegaría igual a la persona adecuada en el momento correcto».
«Podés dejarte las rastas y escuchar reggae por moda, pero cuando pase y te cortes el pelo, al menos algo quedará de eso. No importa el cliché si te permite acercarte a la espiritualidad. A mí me llegó. Yo no sabía quién era rastafari y a partir de escucharlo a Marley me puse a investigar y me permitió recuperar la esencia del cristianismo, porque había cosas de la Iglesia Católica que hacían que estuviera perdiendo mi fe», consideró.
Y resumió a modo de conclusión: «Marley no se quedó en la abadía o pregonando en la cima de la montaña. Fue por el mundo a buscar a los demás».
Uuna vida reflejada en su música
Ningún artista supo transmitir al resto del mundo la realidad de su pueblo ni la filosofía del movimiento del que era parte como Bob Marley, además de popularizar los ritmos tradicionales de su país, pero toda la obra de este artista también puede leerse como una consecuencia directa de su propia vida.
Hijo de una afro-jamaiquina y de un descendiente británico de raza blanca, el músico nacido el 6 de febrero de 1945 bajo el nombre de Robert Nesta Marley tuvo que cargar con la discriminación de gran parte de su propia familia por su carácter mestizo.
En su lucha por ser aceptado por la raza negra, a la que sentía sin ninguna duda que pertenecía, abrazó la música tradicional de su país, aunque también sintió influencias de artistas como Ray Charles o Curtis Mayfield, entre otros, que llegaban a la isla a través de emisoras radiales estadounidenses.
Junto a Bunny Wailer y Peter Tosh forma los Wailing Wailers, con quienes comienza a ganar fama en su país gracias a los discos registrados con Lee «Scratch» Perry como productor, y en los Estados Unidos a través del cantante Johnny Nash, quien alcanza éxito con una versión de su tema «Stir it Up».
En los primeros años de la década del 70 se asocian al productor Chis Blackwell, fundador del sello británico Island, primero que se interesó en la música reggae.
El viraje hacia un sonido más orientado a conquistar el mercado internacional, entre otras cuestiones, provocan la ruptura de Marley con sus compañeros. Wailer abandonó el grupo al sentir que el camino por el que los llevaba Blackwell se alejaba del estilo de vida rastafari, en tanto que Tosh optó por un discurso más radicalizado a nivel político.
Al frente de la banda rebautizada The Wailers, Marley siguió su camino hasta lograr acaparar la atención mundial de manera definitiva cuando la versión de «I Shot the Sheriff» registrada por la súperestrella Eric Clapton se convirtió en un éxito que despertó el interés del mundillo del rock y el pop por el reggae.
La proyección internacional del músico, que hasta allí se mantenía como un pacifista apolítico, lo impulsó a participar de un concierto gratuito en Kingston en 1976, cuyo objetivo era la reconciliación nacional entre las dos facciones políticas en violenta pugna en su país.
Lejos de encontrar paz, poco después de este concierto, un grupo anónimo fuertemente armado irrumpió en su vivienda a los tiros y lo hirió de gravedad, al igual que a su esposa Rita y a varios de sus colaboradores.
Tras este incidente, Marley se exilió en Londres, aunque en 1978 regresaría para volver a participar de un concierto humanitario, en este caso el «One Love Peace Concert», en donde finalmente logró que los dos principales líderes políticos del país se dieran la mano sobre el escenario.
En medio de giras por todo el mundo y del imparable éxito, al músico le descubrieron una lesión en su pie que evidenciaba la presencia de un cáncer que avanzaba.
Finalmente, cuando hacia mayo de 1981 fracasó el tratamiento que llevaba a cabo en Alemania, el músico pidió volver a Jamaica, pero el avión que lo trasladaba debió aterrizar de urgencia en Florida cuando sus signos vitales comenzaron a fallar.
Texto: Hernani Natale / Télam