Andrés Calamaro es el protagonista de la nueva entrega de la serie «Bios. Vidas que marcaron la tuya», la serie documental de National Geographics, que llegará a la pantalla local el próximo 31 de agosto, junto al desembarco de la plataforma Star+ en la región.
Será la cuarta entrega dedicada a una figura del rock argentino, luego de los capítulos destinados a repasar la vida y obra de Charly García, Gustavo Cerati y Luis Alberto Spinetta, en una elección que refuerza su orientación hacia el público latinoamericano en general más que al estrictamente local, a partir del criterio empleado.
Con la cantante Nathy Peluso en un desdibujado rol de anfitriona/entrevistadora –otra elección que evidentemente radica en el perfil que busca la serie–, Andrés Calamaro, que justamente hoy celebra su cumpleaños 60, relata su propia historia a partir del ensalzamiento de su propia obra y de los aspectos de su vida que aportan a la construcción de su figura pública.
A lo largo de poco más de una hora y media, el músico se revela como un incontinente hacedor de canciones y resalta en numerosos pasajes sus experiencias hasta el límite con drogas duras, en evocaciones que se imponen sobre otras cuestiones primordiales ausentes, como por ejemplo la profundización en las influencias que marcaron su andar musical.
En tal sentido, es notable que no aparezcan referencias a Bob Dylan, por citar un claro ejemplo, y que artistas claves como Charly García o Spinetta, apenas estén presentes en cuentagotas y de manera soslayada, al igual que muchos compañeros de época o de ruta del protagonista, como así también solo hay breves menciones a su labor como productor.
Del mismo modo, tampoco está presente en este recorrido su perfil polemista, acaso uno de los rasgos característicos de este particular artista, que muchas veces lo pone en un primer plano extramusical, aunque siempre con la saludable intención de invitar a reflexionar sobre cuestiones que parecieran tener sentencias indiscutibles.
En cambio, el músico prefiere mostrarse como un exponente fiel de la cultura rockera hegemónica, al mismo tiempo que como un sobreviviente a las prácticas personales peligrosas que esto supone.
Pero así como las intervenciones del propio Calamaro no resultan reveladoras y no profundizan demasiado en determinados aspectos claves, el material de archivo y los testimonios de amigos, colaboradores, periodistas y figuras del rock contextualizan y le dan riqueza a este capítulo.
Así desfilan el ingeniero de sonido Mario Breuer; el productor estadounidense Joe Blaney; los músicos Ariel Rot, Daniel Melingo, Marcelo «Cuino» Scornik y Cachorro López; su histórica mánager Olga Castreno; y los periodistas Martín Pérez, Marcelo Fernández Bitar y Bebe Contepomi; entre otros.
Esas intervenciones y las imágenes de archivo permiten reconstruir la carrera del artista, tanto porque ponen en perspectiva cada uno de sus momentos musicales como por dar un acercamiento más humano a su figura.
De esa forma se suceden relatos sobre su precoz talento para escribir pequeñas obras musicales, su debut temprano y despertar al submundo del rock en Raíces, los sueños compartidos con Mario Breuer en una imperdible anécdota vivida juntos en Nueva York, detalles poco conocidos de su ingreso a Los Abuelos de la Nada y la eclosión interna del grupo por su crecimiento como figura solista.
También se remarca su poco exitoso pero fundamental primer tramo de su carrera en solitario, su desesperado desembarco en España, el dificultoso camino al reconocimiento de Los Rodríguez, los problemas internos, su consagración definitiva como solista con el excelso «Alta suciedad», la incontinencia editorial a partir de «Honestidad brutal», el descenso a los infiernos personales y el lento resurgimiento.
A tono con las otras entregas de «Bios», la serie destaca por su indudable calidad en lo que respecta a su realización y, más allá de lecturas o consideraciones, ofrece un ajustado y preciso relato conformado por la perfecta amalgama de testimonios, fotos e imágenes públicas y caseras.
Además, resulta efectiva en varios sentidos, debido a que permite un conocimiento global de este artista para neófitos, a la vez que le brinda a los fans material para su disfrute.
Cualquiera sea la reacción ante este capítulo de «Bios», es indudable que Calamaro ya inscribió su nombre entre los compositores relevantes en la historia del rock argentino; fue puntal junto con Fito Páez de una renovación del género canción -tan arraigado en la tradición del rock local-, en los años 80 y, a esta altura, acopia una infinidad de hits conocidos por varias generaciones. Muchos de ellos incluso lo trascienden, como él mismo reconoce al hablar del clásico de Los Abuelos de la Nada «Mil horas».
Mientras celebra su cumpleaños 60, el músico aún disfruta de la elogiosa recepción de su último disco «Dios los cría», en donde precisamente revisita sus clásicos en duetos con figuras de la música hispanoparlante. Su jugada más reciente fue la publicación de «Amor clasificado», una nueva versión del tema del malogrado cuartetero Rodrigo Bueno, a la que le sumó su voz.
En este contexto, su protagonismo en «Bios» cierra el círculo que lo termina de poner en el olimpo del rock argentino, aunque pareciera que ese rol internamente lo tuvo claro desde antes de iniciar el conocido camino artístico.
Texto: Hernani Natale (Télam)