En una tradicional ceremonia llevada a cabo el 26 de octubre de 1965 en el Palacio de Buckingham, que marcó una bisagra en el aggiornamiento de la realeza británica respecto a la cultura popular, la Reina Isabel II condecoró a Los Beatles con la medalla que ungía a cada uno de sus integrantes como Miembro de la Orden del Imperio Británico.
La imagen sonriente de John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr en la explanada de la residencia real con sus respectivas medallas, enmarcada por miles de fans que rodeaban el lugar, significó un triunfo de la cultura joven, que monopolizaba la vida social de ese país y extendía su poderío al resto del mundo, a través de sus principales representantes, pero también provocó la ira de los sectores más conservadores.
Es que se trató de la primera vez que un título nobiliario –el menor de las cinco órdenes posibles- recaía en manos de artistas y, además, de corta edad y trayectoria, lo que fue tomado como una ofensa por militares de alto rango que habían sido condecorados por su labor durante la Segunda Guerra Mundial.
«Creía que había que conducir tanques para esto», comentó Lennon, entre irónico y sorprendido, cuando el 12 de junio de ese año se anunció oficialmente que el popular cuarteto de Liverpool iba a recibir la «gran cruz» que concedía la Reina.
En efecto, diversos militares devolvieron sus medallas, como el caso del coronel Frederick Wagg, héroe de guerra, quien además presentó su renuncia al oficialista Partido Laborista, debido a que la decisión real de condecorar al grupo musical había sido tomada a partir de una propuesta del primer ministro Harold Wilson, quien ya había ganado las elecciones gracias al voto joven captado luego de fotografiarse en campaña junto a la famosa banda.
Acaso el habitual desparpajo mostrado por los «fabulosos cuatro», tanto cuando se conoció la noticia como cuando acudieron a la ceremonia, fue la gota que rebalsó el vaso para los sectores más conservadores, que aún no se acostumbraban al «nuevo orden social».
«La guardaré para quitarle el polvo cuando sea viejo», dijo Ringo cuando la noticia sorprendió a Los Beatles; en tanto que Paul atinó a preguntar con sorna: «¿A mi padre en qué lo convierte esto?», mientras que, a tono con John, George expresó que no sabía que «te concedieran estas cosas solo por tocar rock and roll».
Más indignante resultó para sus detractores la conferencia de prensa ofrecida luego de la condecoración, en donde se conocieron detalles de la ceremonia, sobre todo por los chistes que Los Beatles hicieron a la Reina Madre.
En el encuentro con los periodistas, Paul dijo que el Palacio de Buckingham era «una vivienda estupenda» y que la Reina los había tratado «como una madre»; mientras que al ser consultado sobre si estaban asustados, John lanzó: «No tanto como otros».
«¿Qué suele hacer la gente con las medallas?», contestó además McCartney cuando le preguntaron qué destino le daría a esa condecoración, a la vez que se supo que cuando Su Majestad quiso saber cuánto hacía que la banda estaba junta, Ringo replicó que «40 años», lo que desató las carcajadas de los presentes.
La ceremonia también fue escenario de una leyenda creada por el propio Lennon –seguramente con la intención de remarcar el espíritu rebelde del grupo a pesar de su estrecho contacto con la nobleza–, que afirmaba que antes de ser recibidos por la Reina los cuatro músicos se habían encerrado en el baño del Palacio para fumar un cigarrillo de marihuana.
Aunque la escena podría haber sido cierta debido a que en esos días era un consumo más que habitual entre ellos, el mismo Harrison desmintió el rumor y aclaró los tantos. «Con la tensión que sentíamos, estimo que habremos ido al baño a fumar un cigarrillo, pero seguramente John habrá pensado que sonaba más rebelde si al contar la historia lo convertía en un porro», minimizó el guitarrista al recordar ese día en la serie «Anthology», de mediados de los 90.
El reconocimiento de la realeza se produjo en momentos en que Los Beatles habían reafirmado su andar revolucionario en el mundo de la cultura, con giras mundiales, récord de ventas y una omnipresencia pocas veces vistas en la historia popular contemporánea.
La influencia del grupo se hacía notar no solo a nivel musical, sino que también en las costumbres y la moda, en una época que se conoció como «Swinging London», caracterizada por la hegemonía de la cultura juvenil en todos los aspectos sociales, con la popular calle londinense de tiendas de ropa Carnaby Street como centro neurálgico.
Claro que los flirteos entre la banda y la Reina habían comenzado en 1963 cuando los de Liverpool fueron incluidos en el programa del espectáculo de variedades que anualmente se ofrecía a Su Majestad. Fue el día en que Lennon lanzó una mirada al palco real antes de entonar «Twist and Shout» y pidió que los de los «asientos baratos aplaudan» al tiempo que sugería que los de las butacas «más caras» podían «sacudir sus joyas».
La realeza tomó nota de los cambios de época y, aunque provocó escozor en los sectores más rancios, la condecoración fue apenas el primer paso de una larga saga que hasta el día de hoy continúa.
Precisamente, Paul McCartney y Ringo Starr fueron nombrados Sir años más tarde, al igual que el productor George Martin y una gran cantidad de artistas y músicos, entre los que se pueden citar a Elton John, Rod Stewart y Bob Geldof, por nombrar apenas algunos casos.
Pero la polémica ceremonia de 1965 tuvo una inesperada coda cuatro años más tarde cuando, en medio de la radicalización de sus posturas políticas, a partir de su unión con Yoko Ono, que también marcaría un alejamiento de sus compañeros de grupo, Lennon devolvió la medalla en señal de protesta por la postura británica ante la Guerra de Vietnam y los conflictos en países africanos.
Esta decisión quedó opacada y pareció un meditado truco publicitario cuando el artista también incluyó entre los motivos a las bajas ventas que había tenido su single «Cold Turkey», uno de sus primeros lanzamientos por fuera del popular grupo.
Texto: Hernani Natale