«Nosotros éramos un grupo que no éramos ni heavy, ni hardcore, ni rock chabón, ni rolinga, entonces, creo que eso hizo que seamos un grupo que metió un cachetazo porque no pertenecíamos a ninguna tribu, pero venían todos. Yo vengo del punk rock y me gustaba mucho saltar, hacer pogo, subir al escenario y tirarme y todo eso, y, en Catupecu, pasaba eso», recuerda Fernando Ruiz Díaz sobre los comienzos de Catupecu Machu.
Los hermanos Fernando y Gabriel Ruiz Díaz nacieron en Santa Fe y se criaron en el barrio porteño de Villa Luro. A pesar de tener seis años de diferencia, ambos compartían el mismo interés por la música y esta complicidad los llevó a montar juntos su propia sala de ensayo.
«Mi viejo tenía una casa, nos la prestaron, y empezamos a hacer
como una sala de ensayo que alquilábamos a grupos», cuenta Fernando. «La sala empezó en el 93. Nosotros sabíamos que íbamos a ser un grupo, pero todavía no había empezado».
«Ahí, en el verano ese del 94, empezamos ya con la idea y, en abril del 94, nace Catupecu», agrega. «En realidad, cuando yo le digo, le digo ‘catupecu macho’, porque estaba el catupecu hembra y el catupecu macho, y yo dije ‘catupecu macho’. Pero viste esas cosas que pasan, y la gente al toque le empezó a decir Catupecu Machu, no me preguntes por qué. En realidad, tenía que ver con el Machu, y, entonces, quedó Catupecu Machu».
Con la misma fuerza que acompañó su crecimiento en el under, Catupecu Machu saltó a la masividad en el año 2000 con «Cuentos decapitados», su segundo disco de estudio y el tercero en total. «Lo nuestro fue muy raro. Las bandas explotan en el tercer disco. Nosotros explotamos en ‘Cuentos decapitados’, que es el segundo de estudio», indica Fernando.
«Cuentos decapitados» fue publicado el 16 de agosto de 2000, marcando un quiebre en la carrera del grupo, rompiendo con su sonido tradicional para dar pie a una verdadera revolución. Al cabo de un año, el disco había vendido 25.000 copias.
Grabado entre finales de 1999 y principios de 2000, es considerado por muchos como el mejor disco de Catupecu Machu, marcando el debut de la banda en un sello grande, en este caso EMI Odeón. Esto, además de la buena factura del álbum, le permitió al grupo sonar por toda América Latina.
Parte de ese impacto estuvo provocado por el videoclip de «Y lo que quiero es que pises sin el suelo», el tema que abre el disco y uno de los temas más representativos, que tuvo una alta rotación en toda América Latina gracias a MTV. De hecho, recibió el premio al Mejor Video del Año en la tradicional encuesta del suplemento Sí! de Clarín, Mejor Video por los críticos y lectores de Rolling Stone Argentina y el premio MTV al Mejor Video Latino 2001.
La repercusión del disco los llevó a subir al mítico escenario de Obras Sanitarias, el 15 de diciembre de 2000. Fernando recuerda: «Nosotros somos de la época que, cuando tocabas en Obras, era porque eras… que se entienda lo que digo, ¿no?, eras groso, o sea, groso en el sentido de que llevabas mucha gente, y tenés como esa ilusión. Obras era el único lugar en que nosotros teníamos como sueño tocar, después, lo demás, ‘en la luna’, decíamos».
Esa presentación en el «Templo del Rock» quedó inmortalizada en el DVD publicado en 2002, que presenta la inolvidable imagen de Gabriel Ruiz Díaz dirigiendo una orquesta. «Gabriel estaba loco, por eso yo lo admiraba tanto musicalmente, pero no era loco de remate, era loco de arriesgado. Era un obsesivo de saber el por qué y el cómo, básicamente», cuenta Fernando.
Y agrega: «Creo que es como todas las personas que tienen mucha pasión. Creo que esa esencia, con el tiempo, se fue impregnando en cada uno de nosotros. Si bien existió siempre la pasión en cada uno de los miembros, creo que tenía esa cosa desbocada de decir ‘Las cosas las vamos a hacer como sea, el disco va a salir como sea, el videoclip va a salir… si hay que prender fuego toda la ciudad, lo que sea, se va a hacer'».
Volviendo al álbum en sí, después del potente arranque que significa «Y lo que quiero que pises sin el suelo», llegan tres canciones de alto impacto como “Eso espero”, “Perfectos cromosomas” y “Secretos pasadizos”. Sigue “Entero o a pedazos”, con cuidados arreglos de voces. En “Mamá me dijo que no viniera…” se pueden encontrar rastros del antiguo Catupecu.
El bailable “Eso vive” fue otro de los cortes de difusión del disco -con videoclip incluido-, mientras “Viñas del amor” marca otro de los nexos con el pasado. La trilogía final está conformada por “Puedes”, “Vistiendo” y el tema que da título al álbum. Sin embargo, al culminar esta canción hay 21 pistas sin sonido que duran entre 4 y 5 segundos, que al terminar dan lugar a una track oculto, en la pista 33. Se trata de una versión de «I Feel You» de Depeche Mode (en las plataformas digitales se perdió ese «chiste» y aparece como track 12).
«Cuentos decapitados» marcó a fuego el inicio del siglo XXI con una propuesta innovadora y difícil de catalogar. Desde ese entonces, Catupecu adoptó un sonido propio, sin intentar imitar a ninguna banda y sin que ninguna banda pudiera imitarlos a ellos.
Texto: Rodolfo Poli