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Cumple 30 años «Fieras lunáticas», el primer encuentro de Los Ratones Paranoicos con Andrew Oldham

06/11/2021 - Retro
Cumple 30 años «Fieras lunáticas», el primer encuentro de Los Ratones Paranoicos con Andrew Oldham

En mayo de 1991, Juanse estaba revolviendo una valija del reconocido ingeniero de sonido Mario Breuer. Inesperadamente encontró unas partituras que pertenecían a Andrew Loog Oldhman, el aclamado productor de Los Rolling Stones, Rod Stewart y Eric Clapton.

Esa fue la chispa que inspiró a Juanse a contactarse con Oldham. Tras varias conversaciones y muchas idas y vueltas se toparon con Cachorro López, quien también se había cruzado con Oldhman en un viaje que había hecho con Breuer a Bogotá, donde el inglés se había instalado después de conocer a la actriz colombiana Esther Farfán.

Le insistieron tanto a López que finalmente lograron establecer contacto, despachando por correo cassettes, información de prensa y una nota que hacía referencia a los Ratones Paranoicos. El material llegó a manos de Oldhman, quien después de escuchar las cintas, leer los artículos y estudiar el contenido de la nota, lo pensó un poco. Creyendo que podía trabajar con la banda argentina, se contactó con ellos y acordó un viaje a Buenos Aires. Los Ratones y su entorno no lo podían creer.

La grabación de «Fieras lunáticas» en Del Cielito se inició en agosto de 1991 y estuvo cargada de tensión. Cuando Oldham llegó a la Argentina atravesaba una crisis emocional. «Lo fuimos a buscar al aeropuerto y estaba irreconocible», dijo Juanse en una entrevista con la revista Rolling Stone. «Se había dejado la barba, tenía lentes y sombrero. Yo buscaba al de los libros de los Stones».

En Colombia, Oldham estaba retirado. Su último trabajo había sido con Bobby Womack en 1983. «No estaba haciendo nada, atravesaba una etapa en la que solo podía conseguir trabajo con gente que estuviera en mi misma condición», contó Oldham en «Rocanrol Cowboys», documental de Alejandro Ruax y Ramiro Martínez sobre los Ratones estrenado en Netflix en enero pasado. «Desafortunadamente, los Ratones estaban en la misma condición. No dije demasiado. Dije: ‘¿Dónde está la coca?’».

Cuando Oldham comenzó a trabajar con los Ratones, Juanse, Sarcófago y Pablo Memi tenían una edad similar a la de los Stones en «Charlie Is My Darling», el documental que Oldham les produjo en 1966. «Andrew descubrió que éramos las personas adecuadas en el momento justo para desarrollar algo que tendría éxito», dijo Juanse.

Breuer recordó que apenas entraron al estudio Del Cielito, Oldham demostró cuánto más claro tenían el rock and roll los ingleses que los argentinos: «Sin ningún conocimiento técnico, se sentaba en la consola y hacía un montón de cosas que yo consideraba un horror. Pero después, cuando escuchábamos el tema, sonaba bárbaro», indicó.

Esas cosas que hacía Oldham eran llevar los vúmetros de la consola y los faders a tope y subir la ecualización por encima de lo recomendable. «Grababa un tema con una guitarra acústica y bombo, y no solo con los músicos tocando al mismo tiempo, sino con un solo micrófono bidireccional», detalló Breuer.

«Todo lo que hacía Oldham era maravilloso», contó Sarco. «Me decía: ‘Haceme un arreglo de la guitarra’. Y me mostraba las notas en el piano. Soy una persona muy reservada, introvertida, y él me enseñó a tirarme a la pileta de cualquier manera. Me hizo cantar, tocar la marimba y la guitarra eléctrica sin cable. Creo que intentaba sacarme del cascarón. Era muy divertido e instructivo».

En la primera producción con los Ratones, el inglés tuvo una actitud rigurosa y les exigió una cantidad desmesurada de tomas para cada canción. «Los apretó tanto, que los forzó a encontrar dentro de ellos la respuesta a ‘por qué te dedicaste a la música’, ‘por qué te dedicaste al rock'», dijo Gustavo Gauvry en el libro «Del Cielito, el sello del rock».

A esa altura, la demora de Juanse para entregar las letras y grabar las voces se había convertido en una costumbre. «Estaba toda la música de ‘Fieras lunáticas’, Andrew quería regresar a Colombia y no podíamos grabar las voces. Juanse cantaba: ‘Yamboriii, yamboriii, yamboriii’. Y Andrew lo dejó un fin de semana en Del Cielito para que terminara su parte».

Encerrado en el cuarto del hijo de Gauvry, Paul, en una cabaña ubicada a unos metros del estudio Del Cielito, mientras dormitaba Juanse transformó el estribillo simulado de «yamboriii» en la letra de «Ya morí», uno de los temas más destacados del disco. Grabó toda la voz en una sola toma. «Me acosté con una presión tremenda», contó el cantante a Rolling Stone. «Era el último día que teníamos para meter voces y Andrew es súper estricto en el estudio: estaba medio enojado conmigo porque seguía demorando. Pero me dormí y soñé la letra completa. En esa época decían que estaba dedicada al Indio Solari. Que digan lo que quieran».

«Rock del pedazo», el tema con el que los Ratones llegaron a sonar en todas las radios, era una canción conocida en Devoto, entre los primeros seguidores de la banda. Juanse la compuso a los 17 años y se la había mostrado a Pappo antes de grabar el primer disco, un día que fue a visitarlo con Gabriel Carámbula.

Juanse recordó la inspiración detrás de este clásico: «La canción habla de una situación que era bastante común: vos arreglabas para encontrarte con el dealer en un lugar, ibas hasta ahí y el tipo te decía: ‘Dame la plata y esperame acá que ya vengo’. Se metía en un edificio, se escapaba por el otro lado y vos te quedabas ahí siete horas. Me causaba gracia eso. A nosotros igual nunca nos pasó, porque nunca compramos. Siempre alguien tenía».

«Andrew le aportó a la banda una cuestión de trabajo en el estudio», dijo Memi. «Hacer rendir las sesiones de grabación dentro de la locura en la que estábamos inmersos. Pasábamos 24 horas grabando y afianzando un sonido. Algo que fue crucial».

Las exigencias de Oldham ocasionaron una situación límite con el baterista Roy Quiroga. «Después de pedirle 30 versiones de un tema, Andrew elegía la primera y Roy me decía: ‘Me va a destruir la vida’. Además, lo trató mal», contó Juanse. «En un momento lo tuvimos que encerrar en un cuarto de limpieza porque estaba con un ataque de nervios, no aguantaba más. Pero Roy creció. Entonces se amplió el rango musical de Pablo, que es el mejor bajista que escuché en un estudio».

Sarco dijo que el nivel que había desarrollado Memi en aquel momento era de tal magnitud que cuando Bill Wyman abandonó a los Stones en 1993, pensó que Memi podía ocupar tranquilamente ese lugar. «Se lo comenté a Andrew y me dijo que coincidía», explicó el guitarrista.

«Andrew extrañaba el groove de los bateristas ingleses, por eso lo volvió loco a Roy», dijo Breuer. Roy coincidió: «Quería que tocara como Steve Jordan o Charlie Watts, que le sacaban el cuarto golpe al hit-hat y eso le daba una diferencia al estilo que no se logra con una máquina».

«Cowboy», «La avispa», «Rock del pedazo» -que la compañía discográfica vislumbraba como el primer corte- y «La nave» asomaban desde las sesiones de grabación como posibles hits. «Cuando grabamos las bases de ‘La nave’, Andrew se largó a llorar», dijo un entusiasmado Juanse. «En todo lo que se escucha no hay overdubs: es la banda tocando en vivo. Y él no podía comprender cómo una banda de acá sonaba así. Se puso loco, pero enseguida se mostró serio porque quería seguir manteniendo cierta autoridad. El sonido de congas lo grabó él con dos bidones de agua. ¿Viste esos bidones grandes de dispenser? Había un par tirados por ahí, para que se los llevara el tipo de limpieza, pero Andrew le pidió a un asistente que los acercara, los puso al revés, bajó un micrófono Neumann, un AKG y alguno más, y se puso a tocar. Quedó excepcional. Por algo hay sólo dos productores en el Salón de la Fama del Rock: Phil Spector y él. Hace cualquier cosa y cae parado en todos lados».

«Trabajar con él fue increíble: le encontró la personalidad definitiva a la banda y nos convirtió en músicos internacionales. Primero consiguió que fuéramos a los estudios Marathon de Nueva York, que eran de Coca-Cola: no entraba nadie ahí. Y después llamó para la mezcla a Steve Rosenthal, el técnico que grabó por primera vez a Lou Reed, a los (Sex) Pistols, a los New York Dolls…», recordó Juanse.

El cantante contó una anécdota que describe a la perfección al productor. «El día que llegué a Nueva York, Andrew me pasó a buscar por el aeropuerto en una limusina Cadillac de las cortas. Fuimos hasta el hotel, dejamos las cosas, pedimos un taxi y salimos para el estudio enseguida. El taxista era un negro gigante, y se notaba que no le gustaba que Andrew le diera indicaciones sobre el camino a seguir. Más que indicaciones, eran órdenes. Cuando llegamos, el negro le dice: ‘¿Necesitás el ticket?’. En esa época el sistema de ticket en los taxis recién se había implementado, y nadie lo pedía porque era como un gesto de desconfianza. ‘Por supuesto’, le dice Andrew. Entonces el negro corta el ticket y se lo tira. Y Andrew se baja del auto, saca una faca de ésas con punta de mercurio, abre la puerta del conductor y le empieza a pegar al tipo, mal. El negro quedó medio desmayado contra el volante y la gente se empezó a juntar alrededor del taxi. Ahí Andrew me agarró de la mano y me dijo: ‘Corramos’. Nos metimos en el ascensor, limpió la faca, se la guardó, y mientras subíamos, se escuchaban las sirenas de los patrulleros que llegaban al lugar. Me miró y me dijo: ‘Juanse, perdón por tu primer día en Nueva York'».

El nombre del disco surgió de una publicidad que Omar Chabán había realizado para promocionar un show en Cemento presentándolos, fiel a su estilo extravagante, como «Ratones Paranoicos, las fieras lunáticas». Antes de terminar la grabación, Juanse le preguntó a Oldham cuántas copias pensaba que venderían.

–¿Primera semana o segunda? –consultó el productor.

–Segunda –le dijo Juanse.

–¡60.000 copias!

Quince días antes de que saliera a la venta, era disco de oro. «Todavía no habíamos hecho la mezcla y el tipo ya sabía cuál era el corte y cuánto iba a vender», dijo Juanse.

Cuando Rosenthal comenzó la mezcla en el estudio Marathon de Nueva York, los Ratones llevaban gastados sesenta mil dólares, seis veces más de lo que había costado el primer álbum para Sony. Los directivos del sello apostaron fuerte al nuevo trabajo de estudio. Pero cuando Oldham entregó el máster, se disgustaron porque había dejado afuera «Rock del pedazo», y a través de Juanse lograron convencerlo de que lo incluyera.

«Yo no sé qué tan bueno fui para los Ratones, pero ellos fueron muy buenos para mí», le dijo Oldham a Rolling Stone en la edición de febrero de 2009. «En aquel momento, me resultaba difícil empezar un trabajo y terminarlo correctamente, y ellos me ayudaron a conseguirlo».

La salida de «Fieras lunáticas» marcó una bisagra en la historia de la banda. «Sonó en todos lados», dijo Juanse. «Fuimos Doble Platino, que entonces eran como 250.000 discos vendidos». Los Ratones habían superado todas las expectativas. El 25 de abril, cuando presentaron el álbum en Obras con Charly García de invitado, se juntó tanto público en la puerta del estadio que tuvieron que agregar una segunda función.

«Los Ratones se fueron poniendo grosos a partir de Andrew, cuando les transmitió ‘la magia del rock’», destacó Breuer. «‘Hecho en Memphis’, el álbum que vino después, es el primer disco bien tocado por los Ratones. Antes, les faltaba un ajuste: encontrarse con Andrew Loog Oldham».


Con información de Rolling Stone y La Nación.