Después de un convulsionado período caracterizado por maratónicas presentaciones en el estadio de Obras Sanitarias y por tristes acontecimientos -la muerte del joven Walter Bulacio-, en los cuales Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota fueron involuntarios protagonistas, el 27 de octubre de 1991 salía a la venta «La mosca y la sopa», el quinto disco del grupo.
La grabación se llevó a cabo entre octubre de 1990 y agosto de 1991 y fue varias veces interrumpida por las mencionadas actuaciones en Obras, las vacaciones -algunos redondos anduvieron de paseo por España- y el caso Bulacio. En ese momento, en abril de 1991, muchos medios (y aún conocidos personajes) reprocharon a la banda su «falta de participación» en el tema, su negativa a integrar marchas o hacer declaraciones al respecto. «El tema pasado por otro lado», comentaba a la revista Pelo la mánager del grupo, la «Negra» Poli.
«Pasa porque se quiere politizar el hecho y explotar a la banda en ese contexto. Nosotros no tenemos ni queremos tener nada que ver con la política, que es siempre el mismo juego sucio y en el que, lamentablemente, entran muchos músicos sin darse cuenta de que están siendo manoseados y usadas», declaraba en forma contundente.
Así, recluidos en los Estudios Del Cielito, los Redondos predicaron con el ejemplo y siguieron trabajando firme «porque nosotros somos músicos y no predicadores o políticos, y nuestra profesión es hacer música, arte, y no andar catequizando o dando discursos o servirle de escalera a alguien o usar de escalera a otro».
«Los Redondos es una banda de gente que se lleva muy bien», dijo el Indio Solari en una entrevista con la revista Pelo en noviembre de 1991. «Por lo general elegimos entre nosotros el lugar para ir a grabar y Del Cielito es un estudio que suele ofrecernos la posibilidad de estar tranquilos y pasándola bien. En Los Redondos todos trabajamos a la par e incluso influyen las opiniones de la gente que trabaja con nosotros, pero solo en la medida en que puedan influir».
«A ‘La mosca y la sopa’ lo hicimos con tres operadores (Gustavo Gauvry, Roberto Fernández y Mario Breuer) y, si bien es importante y fundamental el entendimiento con ellos, nos consideramos bastante obsesivos en cuanto a nuestro deseo de trabajar en concepto de banda», aclaró Solari.
Y agregó: «Paulatinamente sentimos que nuestros discos fueron mejorando en cuanto a su grabación. Creo que se graba mejor la música que hacemos, ya no comparando el primero con el último sino ‘Gulp’ con el segundo y así sucesivamente. Fuimos mejorando y pienso que este último es el que mejor grabado está».
«El plan de la producción independiente surgió del displacer de los músicos por las normas establecidas en el sistema», explicó El Indio sobre la famosa autogestión del grupo. «Nosotros nos vamos dando cuenta de la importancia de ser independientes después de todos estos años transitados de la comodidad envidiable que tenemos para hacer las cosas que queremos y de la manera que preferimos hacerlo con total libertad. Tampoco somos presos de nuestros propios dogmas, solo estamos presos de la libertad que tenemos. No hay nadie mejor que uno para defender lo que tiene para decir, para hacer y negociar. Hay muchas cosas que hemos dicho y muchas canciones que no podrían haberse generado en ningún otro ámbito que no fuera el de la independencia para una banda».
La política de Los Redondos siempre tuvo una segunda postura esencial: su permanente abstinencia a presentarse en televisión. «La historia de Los Redondos tiene cierto dramatismo», argumentó el Indio. «Aún las más cómicas están llenas de crudeza y la televisión, estéticamente, no es el medio adecuado para nosotros como tampoco lo fue para otros (Les Luthiers). Pipo Cipolatti es el único tipo con el que disfruto la cultura rock en TV porque su estética da para eso. Los demás siempre quedan para la mierda, parece que están mal, incómodos y nunca suenan bien. Lo nuestro es ‘solos y de noche’, es ese el clima y las condiciones ideales para Los Redondos, la noche, la oscuridad, algunos reflectores y no tocar con otros grupos».
Esas decisiones impropias del negocio de la música hicieron que algunos tilden de marginales a Los Redondos. Y Solari respondió: «Para ser marginal primero te tienen que marginar. Nosotros lo fuimos en algún momento pero en este momento no me considero un marginal. Si lo soy es solo a nivel del vecindario porque pongo a Hendrix a las diez de la mañana y rompo las pelotas con eso pero no me considero un peligro social. La sociedad no me margina; al contrario, salgo en la tapa de las revistas».
«Los artistas debemos ser la piel sensible de la sociedad. La gente que está metida en la política o en eventos sociales maneja el ‘timing’ de otra manera (con negociaciones, vinculaciones), y eso arruina la poética. Aunque en definitiva creo que tiene que haber gente de los dos lados», agregó.
En relación a las enigmáticas letras de Los Redondos, el Indio dijo: «A las letras las pueden interpretar cada uno como quiera y no son para entenderlas. Los chicos están muy educados para entender cosas que en realidad tendrían que sentir. El objetivo fundamental es el sentimiento y no la comprensión, porque el sentimiento también es una forma de comprender más allá de que no haya una interpretación racional de las cosas. Tampoco queremos caer en un surrealismo vital. Creo que cada cosa tiene una lógica, lo que pasa es que esa lógica depende de las pistas que cada uno tiene para desentrañarla».
El álbum incluye canciones que más tarde se convirtieron en clásicos del grupo como «Mi perro dinamita» y «Un poco de amor francés». También tiene otras composiciones destacables como «El pibe de los astilleros» y «Queso ruso», esta última con una compleja lírica que refleja la situación después de la primera Guerra del Golfo. El tema «Tarea fina» aparece únicamente en la edición en CD.
Además del Indio Solari en voz y Skay Beilinson en guitarras, conformaban Los Redondos en aquel momento Semilla Bucciarelli en bajo, Sergio Dawi en saxofón, armónica y piano y Walter Sidotti en batería y percusión. Lito Vitale -aportó teclados en «Blues de la artillería»- y Luis Robinson -en ese momento en La Mississippi– fueron los músicos invitados. El arte de tapa, como no podía ser de otra manera, fue confiado a Rocambole, autor de las portadas de todos los discos de la banda.