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Dave Grohl: «El coronavirus ha reducido la música en vivo a pequeñas ventanas que parecen imágenes de cámaras de seguridad»

14/05/2020 - Noticias
Dave Grohl: «El coronavirus ha reducido la música en vivo a pequeñas ventanas que parecen imágenes de cámaras de seguridad»

Dave Grohl sabe exactamente dónde se suponía que debía estar el próximo 4 de julio: en el FedExField, en las afueras de Washington, D.C., con Foo Fighters y aproximadamente 80.000 fans celebrando el 25º aniversario del álbum debut de la banda. Sin embargo, esos planes quedaron descartados por la pandemia de coronavirus.

En una editorial publicada por The Atlantic, el propio Grohl reconoce extrañar la música en vivo. «Desafortunadamente, la pandemia de coronavirus ha reducido la música en vivo de hoy en día a pequeñas ventanas poco halagadoras que parecen imágenes tomadas de la cámara de seguridad del timbre y suenan como las transmisiones distorsionadas de Neil Armstrong desde la Luna, tan tartamudeadas y comprimidas. Es suficiente para hacer que Max Headroom parezca realista», narra.

El ex Nirvana reconoce que no le molesta la monotonía. «Sé que aquellos que no tenemos que trabajar en hospitales o entregar paquetes somos afortunados, pero aún así, tengo hambre de un rock and roll en vivo sudoroso, tritutaoor de orejas, lo antes posible», confiesa. «De ese que hace que tu corazón se acelere, tu cuerpo se mueva y tu alma se agite con pasión», agrega.

«No hay nada como la energía y la atmósfera de la música en vivo. Es la experiencia que te hace sentir más vivo, el hecho de ver a tu artista favorito en el escenario, en persona, en lugar de una imagen unidimensional que brilla en tu regazo mientras caes en espiral por un agujero de gusano de YouTube a medianoche. Incluso nuestros superhéroes más queridos se vuelven humanos en persona. Imaginemos estar en el estadio de Wembley en 1985 cuando Freddie Mercury subió al escenario para el concierto benéfico Live Aid, considerado como una de las actuaciones en vivo más triunfantes de todos los tiempos (aunque fueron solo 22 minutos). Pero, no fue necesariamente la magia musical de Queen lo que hizo historia ese día. Fue la conexión de Freddie con el público lo que transformó ese estadio de fútbol en ruinas en una catedral sonora. A plena luz del día, hizo majestuosamente que 72.000 personas sean su instrumento, uniéndose a ellas en armonía».

«Cuando sacás la pirotecnia y el papel picado de un concierto de rock en un estadio, ¿con qué te quedás? ¿Solo … gente? Nunca olvidaré la noche en que fui testigo de la actuación de U2 en lo que solía llamarse el Centro MCI en DC. Fue su Elevation Tour 2001, una producción enorme. Esperé a que se apagaran las luces para poder perderme en un magnífico espectáculo de rock de última generación. Para mi sorpresa, la banda subió al escenario sin ninguna presentación, las luces del estadio completamente encendidas y arrancaron con la primera canción bajo un áspero brillo fluorescente, sin el aluvión habitual de láseres y pantallas LED a las que todos nos hemos acostumbrado. El movimiento brillante sorprendió a la audiencia y comenzó un concierto inolvidable con una nota muy cruda y personal. Esto no fue un accidente, eso sí. Fue una lección de intimidad. Sin todas las luces estroboscópicas y láser, el lugar se redujo al tamaño de un sucio club nocturno. Y con ese simple gesto, se nos recordó que todos somos personas. Personas que necesitan conectarse entre sí».

«Una noche, antes de un show de Foo Fighters en Vancouver, mi mánager de giras me alertó de que el mismo ‘Jefe’, Bruce Springsteen, estaba presente. Congelado de miedo, me preguntaba cómo podría actuar frente a este legendario showman, famoso por sus épicos conciertos que duran cuatro horas. ¡Seguramente nunca podría estar a la altura de sus elevadas expectativas! Resulta que él estaba allí para ver la banda de apertura (una señal de humillación devastadora), así que me liberé. Pero conversamos brevemente antes del concierto, y nuevamente recordé no solo al ser humano detrás de cada superhéroe, sino también la razón por la que millones de personas se identifican con él: es real. Tres horas después, mientras estaba sentado en el banco de un vestuario recuperándome del concierto, empapado en mi propio sudor, llamaron a la puerta. Bruce quería saludarme. Después de haberse quedado para nuestro set (la mandíbula se me estrelló contra el piso), nos dio las gracias muy generosamente y comentó sobre nuestra actuación, específicamente la relación que parecemos tener con nuestra audiencia. Algo que obviamente entendió muy bien. Cuando se le preguntó desde dónde había visto el concierto, dijo que se había parado entre la multitud, como todos los demás. Por supuesto que lo hizo. Él también estaba buscando esa conexión».

«Unos días después, recibí una carta de Bruce, escrita a mano en el papel de un hotel, que explicaba esto muy claramente. ‘Cuando mirás a la audiencia’, escribió, ‘deberías verte entre ellos, tal como ellos deberían verse en vos'».

«No es para presumir, pero creo que he tenido el mejor sillón de la casa durante 25 años. Porque te veo a vos. Te veo apretado contra las vallas delante del escenario. Te veo tocando la batería en el aire con tus canciones favoritas. Te veo levantado sobre la multitud y llevado al escenario para que un cisne glorioso vuelva a sumergirse en su sudoroso abrazo. Veo tus carteles caseros y tus remeras vintage. Escucho tu risa y tus gritos y veo tus lágrimas. Te he visto bostezar (sí, a vos), y te he visto desmayarte en tu asiento. Te he visto en medio de vientos huracanados, con temperaturas de 38 grados, con temperaturas bajo cero. Incluso he visto a algunos de ustedes envejecer y convertirse en padres, ahora con sus hijos rebotando sobre sus hombros. Y cada noche, cuando le digo a nuestro ingeniero de iluminación que ‘¡los encienda!’, lo hago porque necesito que ese lugar se achique, y que me una a ustedes bajo el fuerte brillo fluorescente».

«En el mundo actual de miedo, inquietud y distanciamiento social, es difícil imaginar no poder compartir nunca más experiencias como estas. No sé cuándo será seguro volver a cantar tomados del brazo, con los corazones acelerados, los cuerpos en movimiento, las almas llenas de vida. Pero sí sé que lo haremos nuevamente, porque tenemos que hacerlo. No es una elección. Somos humanos Necesitamos momentos que nos aseguren que no estamos solos. Que se nos entiende. Que somos imperfectos. Y, lo más importante, que nos necesitamos unos a otros. He compartido mi música, mis palabras, mi vida con las personas que vienen a nuestros shows. Y han compartido sus voces conmigo. Sin esa audiencia, esa audiencia gritando y sudando, mis canciones solo serían sonidos. Pero juntos, somos instrumentos en una catedral sonora, una que construimos juntos noche tras noche. Y una que seguramente construiremos de nuevo».