«Soy un hombre obscenamente libre, siempre hice lo que quise», dijo Fito Páez en declaraciones a la agencia AP, tras su reciente actuación en el Festival Vive Latino de México. «Me tienen miedo pero porque soy así desde que soy un chiquito».
El músico rosarino usó un fotomontaje de su rostro con el cuerpo de su novia para la portada de su más reciente álbum, «La ciudad liberada», en momentos de lucha por la igualdad de género, los derechos reproductivos y contra la violencia sexual, además de los derechos de la comunidad LGBT.
«Las mujeres especialmente tomaron bandera y van adelante y están generando una revolución muy llamativa en occidente, fuertísima», dijo Páez. «Estamos en un mundo ultraconservador, me da esa sensación, y todas estas cosas que suceden son los anticuerpos sanos contra ese mundo».
Señaló que en la música también debe haber un cambio y que se requieren más mujeres como Violeta Parra, Chabuca Granda, Joni Mitchell, Björk y Carole King. «Estamos esperando con ansias a chicas que nos cacheteen y nos manden a lavar los platos», dijo el cantautor, quien en «Aleluya al Sol», la primera canción del álbum, pide que «todos los hombres seamos mujeres al menos un segundo».
La portada del disco la imaginó con Alejandro Ros, su diseñador de cabecera. «Pusimos el cuerpo de mi novia, María Eugenia (Matínez) Kolodziej, con mi cara y me acuerdo que me llamó Charly (García) y me dijo ‘Che, qué buenas tetas tenés'», contó Páez sonriente.
En una época en la que predominan los EPs y los singles, Páez apostó por un LP de 18 canciones. En «La ciudad liberada», lanzado a finales del año pasado, el rockero de 55 años comparte su visión sobre temas de actualidad a través de temas como «Se terminó», que dice «tocan los Rolling en La Habana y la revolución cubana da un giro más hermoso y profundo».
«La verdad es que fue una obra complejísima de realizar y a la vez fue una de las más divertidas», dijo Páez. La idea inicial, según contó, era hacer un disco para piano solo, luego un disco eléctrico; y las nueve canciones iniciales terminaron siendo 18.
«Había más incluso», señaló. «Se transformó en una obra, para nosotros los que lo realizamos, monumental, una obra épica dentro de la época, una especie de competir con trasatlánticos con un botecito de papel y ganarles».
El espíritu de «La ciudad liberada» lo remonta a Néstor Osvaldo Perlongher, poeta y activista gay uruguayo, así como a la Buenos Aires de 1983, año en el que terminó la última dictadura y en el que vio a un amigo suyo vestido de mujer tratando de seducir a un policía uniformado.
«Fue cuando sentí esa sensación de estar en una ciudad liberada», dijo Páez. «Sobre todo cuando vienes de años aciagos, de años muy cerrados, de represión, de violencia, de muerte, de violencia de estado. Esa sensación no volví a sentirla nunca más».
Ahora una ciudad liberada sería para Páez una ciudad donde el amor explote en todas las plazas, con sexo desenfrenado. «Creo que todavía en mí viven utopías y la ciudad liberada es una de ellas», dijo.
Páez se define como alguien «totalmente caótico» que disfruta mucho el desorden: «Me encanta después ir organizando las piezas». También se califica como un «espectador y opinador de lujo» tras haber sido testigo del proceso creativo de músicos de la talla de Caetano Veloso y Armando Manzanero.
Ha estado «en la primera fila de las grandes invenciones musicales en la música popular americana», dijo. «Esa situación de privilegio la valoro y la atesoro». Sin embargo, espera que pronto llegue una generación que lo desafíe. «Los jóvenes tienen la obligación de pisarnos la cabeza», dijo Páez, «así que aquí estamos, esperando a que venga el tren y nos aplasten».