Menú

Hace 20 años, Divididos publicaba «Narigón del siglo», un disco grabado en Abbey Road en el que desplegó su madurez

11/04/2020 - Retro
Hace 20 años, Divididos publicaba «Narigón del siglo», un disco grabado en Abbey Road en el que desplegó su madurez

Hace 20 años, Divididos publicaba el álbum «Narigón del siglo», sexto trabajo de estudio con el que el grupo atravesaba de manera triunfal el cambio de siglo, a partir de una labor que reflejaba el grado de madurez alcanzado tras la explosión de popularidad de la primera mitad de los 90 y su posterior reacomodamiento luego de ese alto grado de exposición y cambios en su formación.

Grabado en los míticos estudios Abbey Road de Londres -donde los Beatles grabaron gran parte de su obra y Pink Floyd inmortalizó «El lado oscuro de la Luna» (Dark Side Of The Moon)- y con clásicos como «Par mil» y Spaghetti del rock»; la banda conformada por Ricardo Mollo, Diego Arnedo y, en ese entonces, el baterista Jorge Araujo, resumía ya desde el título los ajetreados años 90, que el grupo atravesó desde distintos estados.

Ocurre que, tras la disolución de Sumo por la muerte de Luca Prodan, en diciembre de 1987, Divididos pasó del comienzo «desde cero», con Gustavo Collado en la batería y un auspicioso debut con «40 dibujos ahí en el piso» (1989), al arrollador éxito masivo con «Acariciando lo áspero» (1991) y sobre todo con «La era de la boludez» (1993), en ambos casos con Federico Gil Solá en lugar del ex baterista de La Sobrecarga.

Sin embargo, la gran exposición que significó el descomunal éxito de esta tercera placa provocó un desgaste y replanteos en el grupo que derivaron en el reemplazo de Gil Solá por Araujo, lo que abrió una etapa de reacomodamientos artísticos.

«Le pusimos Narigón del siglo porque los que marcaron los 80 y los 90 fueron los narigones, o sea, los mentirosos y los que toman cocaína. Lo de narigón es nuestro símbolo para hablar del vicio y la hipocresía de estos últimos años», resumió entonces Mollo, en una síntesis de la década del uno a uno y la llegada de los «nuevos ricos» con su dudoso gusto estético y con el consumo de esa droga.

Con un arte de tapa de Alejandro Ros, sobre un dibujo de Arnedo, «Narigón del siglo, yo te dejo perfumado en la esquina» vio la luz pública en los últimos días de marzo y sirvió de excusa para una maratónica gira, que se inició el 28 de abril en el Luna Park y terminó poco más de dos años después, tras pasar por ciudades como Tilcara y una serie de shows en el porteño estadio Obras Sanitarias.

En «Narigón del siglo», el power trío se permite letras menos explícitas y hay más de una estrofa biográfica, sin que esto lo haga merecedor del calificativo de «blando». A lo largo de las 13 canciones, Divididos arriesga con canciones acústicas de neto corte intimista, rocanroles furiosos que demuestran por que la banda fue denominada como la «aplanadora del rock».

Tampoco faltan los funks al estilo de la banda, los reggaes y los experimentos folclóricos que tanto le gustan a Arnedo, quien descarga allí todo su humor. El disco abre con «Casi estatua», un rocanrol en el que dos músicos indios interpretan cítara y tabla, y en el que Mollo se refiere a la grave situación social que se vive en algunas provincias argentinas.

Lo sigue «Par Mil», en el que Divididos recurre al argot que los iluminadores utilizan para referirse a los focos de dos mil watts, metaforizando los cambios generales y personales que trajo el nuevo siglo. La canción, con una guitarra acústica al frente, lo muestra a Mollo cantando con más matices, eludiendo los gritos, y asumiendo desde la letra un lugar más intimo para referirse a «aquellos rollos del corazón».

La tercera canción es «Tanto anteojo», en la que con una muy fuerte base de rock, Divididos se mofa de «los intelectuales de cafetín» y desde donde surge la frase que le da el título al disco. «¿Que pasa conmigo?» es la cuarta canción del disco, un reggae en primera persona en el que el bajo de Arnedo vuelve a hacer las delicias de los fans de la banda.

Una sorpresa es la inclusión de «Spaghetti del rock», que Mollo dedicó a su ex pareja, la cantante Érica García. Pese a esta referencia a la intérprete, la letra también se refiere a aquellos músicos locales que tuvieron su cuarto de hora entre finales de los 80 y principios de los 90 y que terminaron penando por los pubs luego de haberse creído la pose del rocker que predica el dogma de «sexo, drogas y rock and roll».

«Elefantes en Europa» es un rock and roll que se convertiría en el más solicitado de los recitales de la banda, mientras que «Vida de topos» narra la vida de alguien que no quiere despertar para no ver la realidad.

«La ñapi de mamá» es otro rock and roll, en el que a su estilo, Divididos da su propia versión de Buenos Aires. «Buenos Aires por Perón.com/ semental de balcón/ asma de libertad/ divididos desde siempre/ desde el aula hasta el bar algo nos juntó», canta Mollo en esta canción que cuenta con la participación de la London Session Orchestra. Otros temas que incluye la placa son «Como un cuento», «Sopa de tortugas», «Pasiones zurdas derechas», «La gente se divierte» y «La firma del opa».

«Ese disco fue mágico en todo sentido. Fue un pico de coincidencia artística y conocimiento entre los tres. Estábamos muy enfocados. Amo todos los discos que hice con Divididos, pero ‘El Narigón…’ fue una bisagra. Fue muy movilizador en muchos sentidos», recuerda Araujo en una entrevista reciente concedida al periodista Hernani Natale para la agencia Télam.

Araujo reconoce que la grabación de este álbum fue «una situación personal de las más hermosas que me sucedió en la vida, porque se combinó el nacimiento de mi hijo y la grabación de un disco en Abbey Road. Los Beatles son los referentes por los cuales soy músico, así que grabar en ese lugar en donde ellos crearon su magia fue increíble».

La posibilidad de grabar en Abbey Road fue fortuita. «Nosotros íbamos a grabar en un estudio que estábamos armando en una quinta, pero Afo Verde nos avisó que un grupo había levantado una sesión en Abbey Road, quedaba el espacio vacante y nos ofreció hacerlo ahí. ¡Imaginate! Fue un baldazo de responsabilidad», cuenta el baterista.

«Hay una frase que nos comentaban cuando llegamos allí que dice que en el lugar hay una energía especial, que puede ser positiva o negativa», agrega. «Nos dio un poco de miedo, pero para nosotros terminó resultando algo tremendo. A los tres nos puso en una actitud de estar conscientes de estar haciendo el mejor disco. Ese disco fue mágico, pasaron cosas que no tienen explicación».

Llegar a Abbey Road no fue la única casualidad. «Cuando estaba grabando ‘Casi estatua’, en un momento le pegué a la mariposa del hit-hat. Seguí tocando pero pensando en ese error y seguro que esa toma no iba a quedar», confiesa. «Al terminar, me avisan del control que la toma estaba buenísima, pero ni subí a escucharla porque estaba seguro que la había cagado. Quise hacer una nueva toma y cuando arranco se me rompe la bordona del tambor. Mientras se trababa de solucionar eso, Diego Arnedo me insiste para que escuche la primera toma, que para él estaba buena y debía quedar. Fui al control, escuché la toma y se me puso la piel de gallina. A partir de ahí, grabé todo el disco en primeras tomas para mantener la calentura. Yo cambié mucho a partir de eso. No quiero impresionar a nadie ni mejorar nada de lo que soy como músico. Y aprendí que si dos compañeros te dicen que está buenísimo lo que hiciste, chau, hay que hacerles caso».

«Ricardo y Diego se conocían y venían tocando juntos desde siempre, pero yo me sumé al grupo y hubo todo un período de convivencia entre los tres que, al llegar a ese momento, hizo que nos conociéramos mucho en lo artístico y lo humano», reconoce. «Llegamos a ese lugar en donde todo está muy aceitado que, tal vez no se había dado hasta entonces en los discos anteriores. Había una cuestión muy armónica entre los tres. Hasta en lo más mínimo porque, por ejemplo, un día fui a comprar unas botas y cuando volví me encontré con que Diego también había salido a comprarse unas iguales. Son esas cosas que dan la pauta que estás muy conectado, muy ligado uno con el otro».

«Cada paso era increíble», agrega. «El estar en un aeropuerto por ir a tocar y que venga Ale Ros y nos muestre la tapa, que nos pareció alucinante; el show en Tilcara que fue muy fuerte; el estar en un nivel de exposición muy alta; que venga Antonio Carrizo y me diga que usaba ‘Como un cuento’ de cortina en su programa. Todo fue de una gran intensidad. Es un disco que me marcó en muchos aspectos y aún hoy lo sigo escuchando. Tiene muchos clásicos que conoce todo el mundo, incluso gente que no es seguidora de la banda. No es poca cosa en la carrera de un artista tener un reconocimiento así».