El 7 de agosto de 1983 Black Sabbath publicó «Born Again», su undécimo álbum y el primero en presentar al excantante de Deep Purple, Ian Gillan. Pero esta intrigante combinación de rock ‘n’ roll no estaba destinada a durar.
Ciertamente había motivos para la emoción, dada la resurrección de Sabbath tras el primer reemplazo de Ozzy Osbourne, Ronnie James Dio. La carrera de Gillan era más impresionante que la de Dio, al igual que las ventas de sus álbumes y, de manera igualmente espectacular, su voz.
Aún así, los demonios que habían estado consumiendo a Black Sabbath en los últimos años se cernían como la parca sobre el guitarrista Tony Iommi, el bajista Geezer Butler y el baterista Bill Ward. Ya sea que quiera culpar a todo el grupo o simplemente a la incompatibilidad con Gillan, el resultado final, «Born Again», no era el cielo ni el infierno.
A algunos fans les gustó el tema de apertura, «Trashed», o la ingeniosamente redactada «Disturbing the Priest», pero otros discreparon con todo lo demás, desde la torpe composición de canciones de «Zero the Hero» y «Keep It Warm» a la producción del LP y su famosa y atroz portada.
Otros simplemente no podían entender las letras irónicas y con frecuencia de doble sentido de Gillan, que, cuando se unieron a una de las bandas más serias del planeta (eran los señores del pesimismo, no olviden) dio a luz un verdadero Frankenstein. Entonces, no importa con qué facción uno simpatice, probablemente estará de acuerdo en que «Born Again» sigue siendo uno de los discos más divisivos de Sabbath.
Cuando las pésimas ventas, el deterioro de la salud de Ward y las debacles de la gira inspiradora de Spinal Tap (es decir, el infame escenario de Stonehenge) aceleraron el regreso de Gillan a un Deep Purple recién reformado, esta nueva versión de Black Sabbath ni siquiera tuvo la oportunidad de perfeccionar su química en algo. especial en un próximo álbum. En cambio, «Born Again» dio paso a la fase más confusa e incierta de la larga carrera de la banda.