El 5 de abril de 1980, la ciudad universitaria de Athens, en el estado norteamericano de Georgia, se arremolinaba con una emoción que iba más allá del zumbido habitual de una naciente escena musical universitaria. Un rumor de que la fiesta de cumpleaños de Kathleen O’Brien, una popular DJ de una estación de radio regional podría incluir la actuación de tres bandas locales se extendió a través del campus estudiantil.
En las primeras horas de la noche se reunieron varios cientos de personas alrededor de una iglesia episcopal que se derrumbaba, a pocos pasos de la entrada principal de la universidad. La combinación de alcohol, barbitúricos y brisa primaveral generó una atmósfera que se vio inflamada por conciertos de improvisados grupos locales como Turtle Bay y The Side Effects. Al final estaba una banda cuyos miembros se habían conocido unos pocos meses antes y eran tan nuevos en el juego que ni siquiera tenían decidido un nombre. El electrizante cuarteto arrasó con una seguidilla cuidadosamente seleccionada de covers -como «God Save the Queen» de los Sex Pistols, «(I’m Not Your) Steppin’ Stone» de The Monkees y «Roadrunner» de Jonathan Richman– antes de que el cantante saltara a la audiencia y terminara el set en manos de la multitud, uniéndose a los festejos que duraron hasta la mañana siguiente, cuando incluso los más ansiosos de la fiesta terminaron agotados.
Aunque debe haber sido una de las mejores fiestas de la vibrante escena universitaria de Athens, probablemente los asistentes no supieron que estaban presenciando algo tan histórico como la primera actuación de R.E.M.
R.E.M. significa «movimiento ocular rápido» (según sus siglas en inglés), algo que se produce mientras estamos profundamente dormidos y soñamos. Aunque los miembros de la banda afirman que fue algo que tomaron al azar de un diccionario, uno no podría encontrar una mejor frase para describir su música. Su característico sonido de paisajes oníricos pintados a mano y fábulas murmuradas, investidos del misticismo de lo abstracto y la mitología del rock ‘n’ roll, se convirtió en sinónimo del arte de soñar despierto. Con eso, R.E.M. llenó los vacíos entre lo que ya fue y lo que estaba por venir, usando cada color en la paleta e incluso inventando nuevos colores por su cuenta, como comentó ingeniosamente el confeso fan Eddie Vedder en su oda a la banda antes de su inducción al Salón de la Fama del Rock and Roll en 2007.
R.E.M. fue una prueba viviente de que la unidad es tan fuerte como sus partes. Los miembros de la banda firmaron colectivamente todas sus composiciones, independientemente de quién haya escrito cada canción en particular, lo que les ahorró la fricción con respecto a las regalías que socava la base de muchas bandas exitosas. Sin embargo, la mayor parte de su magia reside en cuatro individuos únicos que lograron encontrar un lenguaje musical común que les permitió crear «ese algo especial» que los hace destacar a pesar de sus diferencias claramente visibles.
Estaba Peter Buck, un vagabundo seguidor del novelista y poeta beat Jack Kerouac eternamente enamorado del rock’n’ roll, uno de los más grandes conocedores de la música rock y de quien se dice conoce todos los discos jamás publicados (y probablemente los tenga en su colección). Estaba Bill Berry, un baterista enamorado de la melodía, el principal motivador de la banda y el afilador de los extremos de algunas de sus mejores canciones. Estaba Mike Mills, el multi-instrumentalista y arma secreta de R.E.M. a cargo de las líneas de bajo no convencionales y las voces de acompañamiento irremplazables.
Y luego, estaba Michael Stipe, por un lado un poeta soñador de letras abstractas, casi alegóricas, por el otro un activista lúcido que una vez declaró que la música y la política no se mezclan, pero que lo intentará de todos modos. Totalmente ambiguo y dolorosamente directo al mismo tiempo, las voces de Stipe eran imposiblemente difíciles de descifrar, cumpliendo con su estilo de canto de murmullos nasales que a menudo quedaba enterrado en la mezcla. Aunque los discos no contenían ninguna hoja con las letras de las canciones -motivando un juego constante de adivinanzas entre los fans-, se podía sentir la emoción que estaba tratando de transmitirle, como si el mensaje fuera claro y directo.
Esa cálida noche de primavera hace 40 años inició un viaje que los vio embarcarse en una gira aparentemente interminable por América del Norte con algunos saltos ocasionales sobre el Atlántico, y los recompensó con un estatus de culto entre un público de rock universitario extremadamente heterogéneo y de rápido crecimiento.
Después de cinco excelentes álbumes independientes, la ética de trabajo implacable y la dedicación intransigente de la banda ante su arte dieron como resultado un contrato con Warner Bros. y el posterior éxito mundial. Han recorrido un largo camino y han cubierto mucho terreno, desde pioneros del rock alternativo hasta trovadores de bouzouki y entusiastas de los sintetizadores analógicos, todo ello manteniendo una fuerte imagen de integridad.
A pesar del éxito global de aquella canción con la mandolina y el hecho de que han vendido millones de discos y producido extensas giras de gran recaudación, nadie se atrevió a acusarlos de venderse. Por el contrario, la mayoría de las estrellas contemporáneas de rock alternativo como Eddie Vedder, Thom Yorke y Billy Corgan elogiaron a R.E.M. por su carrera, e incluso el fallecido Kurt Cobain los citó continuamente como una gran influencia.
El legado de R.E.M. es asombroso y su influencia en el mundo de la música es inconmensurable. Todo lo que podemos hacer es recordar cada momento de su grandeza.