La historia del rock ‘n’ roll está llena de historias de tragedias, separaciones, peleas y excesos de drogas, alcohol y sexo. Las historias de generosidad pura y desinteresada son mucho menos frecuentes. Pero es esto último lo que se encuentra en el corazón de uno de los subgéneros más puramente rockeros, el glam-rock: la historia de «All the Young Dudes», el álbum lanzado el 8 de septiembre de 1972 por la banda Mott the Hoople.
Proveniente de Herefordshire, un condado rural en el oeste de Inglaterra cuya otra exportación famosa es su ganado Hereford, Mott the Hoople se formó en 1969 cuando el productor de Island Records, Guy Stevens, escuchó algo que le gustó de una banda que se hacía llamar a veces The Doc Thomas Group y otras veces Silence.
Stevens reclutó al cantante Ian Hunter (relegando al excantante del grupo, Stan Tippins, al puesto de road manager) y los convenció de cambiar su nombre a Mott the Hoople, en honor a un personaje de una novela que había leído mientras cumplía una condena por tenencia de drogas.
En noviembre de 1969, Mott the Hoople lanzó su álbum debut homónimo, un disco de hard rock sostenido principalmente en la arrogancia de la banda. Fue un éxito menor que les valió algunos seguidores de culto en Inglaterra, pero sus siguientes tres álbumes no lograron levantar el perfil del grupo. A principios de 1972, Mott the Hoople estaba a punto de separarse. Un momento de generosidad de David Bowie, entonces en el apogeo con su álter ego Ziggy Stardust, los terminó salvando.
Como recordó el tecladista de Hoople, Verden Allen, en una entrevista de 2016 con WalesOnline, «a Bowie le gustó nuestra imagen y nos envió un telegrama invitándonos a la oficina de su agente en Londres». Allí, tocó una canción que había escrito para ellos.
Como Bowie le dijo a NME, «Literalmente la escribí en el lapso de una hora… más o menos, después de leer una nota en una de las revistas de música que decía que su separación era inminente. Pensé que eran una bandita aceptable, y pensé: ‘Esto será interesante, veamos si puedo escribir esta canción e impedir que se separen'».
La canción que Bowie escribió y tocó para la banda en la oficina de su agente, con una guitarra azul, era «All the Young Dudes». Se convertiría en uno de los himnos definitivos del movimiento glam rock al tiempo que le daría a Mott the Hoople un éxito que definiría su carrera. Y no solo eso, Bowie se ofreció a producir el próximo álbum, que también se llamaría «All the Young Dudes».
El álbum tiene las huellas dactilares de Bowie por todas partes. Abriendo con una versión discreta del clásico de Lou Reed «Sweet Jane», inmediatamente encuentra su ritmo en una especie de brillante espectacularidad que hace resaltar los puntos fuertes de la banda.
La composición de canciones de Hunter brilla en temas como «Momma’s Little Jewel», un midtempo impulsado por riffs de blues, y el himno «One of the Boys». El estilo fresco y simple del guitarrista Mick Ralphs recuerda a Keith Richards, y muestra algunas habilidades de composición en «Ready for Love/After Lights», cuya primera mitad resucitaría con su posterior grupo Bad Company.
El bajista Pete Watts y el baterista Dale «Buffin» Griffin se mueven hábilmente entre los ritmos de hard rock y los ritmos más descarados que constituyen gran parte del contenido glamoroso del álbum, como «Sucker». Y la mano firme de Bowie como productor le da al disco un sonido fuerte y limpio, otorgando una cantidad perfecta de brillo cósmico a los poderosos riffs. Varias canciones, como la hermosa balada «Sea Diver» que cierra el álbum, no estarían fuera de lugar en la obra maestra de Bowie de 1972, «The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars».
Pero el corazón del álbum es «All the Young Dudes». Desde la emblemática línea de guitarra que abre la canción y el canto lánguido de Hunter, al estilo de Bob Dylan, hasta el coro operístico y los arreglos, este tema ayudó a definir el glam como uno de los momentos más extravagantes, sexualmente ambiguos y rebeldes en la historia del rock.
La letra de la canción celebra la sexualidad alternativa: «¡Soy un tipo, papá!». El estribillo se lee como un cruce entre «Adiviná qué: ¡soy gay!» y «Me voy a vestir como una mujer si quiero». La canción detalla las dificultades que soportan las personas que abrazan esa sexualidad.
Billy, uno de los jóvenes de la canción, ya está hablando de suicidarse a pesar de que aún no tiene 25 años. Lucy «se viste como una reina», pero a veces se ve obligada a «patear como una mula». El narrador de la canción está angustiado porque nunca pudieron entender las «cosas revolucionarias» más sencillas que ofrecen Los Beatles y Los Rolling Stones.
Que toda esta subversión fuera entregada por una banda cuyos miembros no eran homosexuales no fue confuso ni accidental, sino parte del punto del glam rock. Se trataba de alardear de cualquier sexualidad que quisieras alardear en ese momento, de vestirse y ser quien quieras ser, de celebrar a las personas que hasta ese momento habían sido obligadas a esconderse. Fue un momento inclusivo y alegre en la historia de la música, fundado en parte en un enorme acto de generosidad.