El músico, cantautor, compositor y poeta neoyorquino Lou Reed, fundador del grupo The Velvet Underground, falleció el 27 de octubre de 2013 a los 71 años, luego de haberse sometido a un trasplante de hígado en mayo pasado.
Nacido como Lewis Allen Reed en Long Island, Nueva York, el 2 de marzo de 1942, fue una especie de figura renacentista dentro del ambiente del rock, pues no sólo se dedicó a la música y sus derivados, sino que funcionó como actor de cine, guionista de TV y hasta pintor.
Pionero del rock alternativo como líder de The Velvet Underground y luego como solista, se colgó una guitarra en la adolescencia como miembro del grupo The Shades, con el que grabó un disco simple, al tiempo que se aficionaba al free jazz y se dejaba influir por escritores como Truman Capote y Francis Scott Fitzgerald, ya que la literatura estaba entre sus ambiciones.
Pero su gran entrada en la popularidad devino con The Velvet Underground, una banda tan influyente como de relativa duración (1964-70) que fundó en Nueva York junto a John Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker, y a la que aportó temas como «I’m Waiting for the Man», «Sweet Jane» y el emblemático «Heroin».
El cierre de la banda lo empujó a la pintura y, en un ataque de romanticismo, se empleó de mecanógrafo en la oficina contable de su propio padre, pero en 1972 grabó su primer vinilo como solista en Gran Bretaña, junto a Rick Wakeman en teclados y Steve Howe en guitara, músicos del grupo Yes.
El álbum se llamó «Lou Reed» y fue seguido por «Transformer» (1972), «Berlin» (1973), «Sally can`t Dance» (1974), «Metal Machine Music» (1975), «Coney Island Baby» y «Rock `n` Roll Heart» (1976), y una quincena más, hasta llegar a «Lulu» (2011), en colaboración con Metallica.
A Reed no le fue bien al principio con la venta de sus creaciones, aunque entre sus fanáticos hubo gran repercusión de «Berlin», con temas que abarcaban la prostitución, el suicidio y el uso de drogas en los barrios bajos, todo con enorme poesía.
Esa sordidez temática fue una avanzada sobre lo que a finales de los ’70 significó la cultura punk, con fuerte presencia del dolor físico a través de cuestiones como el sadomasoquismo, la confusión de géneros, el exhibicionismo, el uso de la heroína en ciertos ambientes.
Personaje icónico de una cultura, se codeó con Andy Warhol y los individuos de su particular Factoría pero nunca condescendió a la liviandad; sus criaturas estaban impregnadas de angustias evidentes, de búsquedas existenciales propias de los márgenes no elegidos.
Entre 1975 y 1980 produjo un disco extraño, «Metal Machine Music», considerado por él mismo como «insoportable de escuchar», como respuesta a las intimaciones comerciales de sus productores, pero en esos días sus propias adicciones le venían jugando malas pasadas.
Al parecer recuperado, con el álbum «The Blue Mask» bajo el brazo, se casó con su primera esposa, Sylvia Morales, y se dedicó a denostar públicamente a personajes de la política y la religión, sobre todo a partir de la muerte de Warhol, a quien le dedicó «Songs for Drella» junto a Cale.
A partir de entonces su entonación fue cada día más oscura, como presa de su aguda desilusión, en piezas como «Magic and Loss» (1992), «Set the Twilight Reeling» (1996), «Ecstasy» (2000) y «The Raven» (2003).
Con su segunda mujer, la performer Laurie Anderson, emprendió la gira «Words and Music» (2002), por varias ciudades europeas, un show con poesía mezclada con música, luces y proyecciones, que pareció dar una vuelta a su carrera.
Pero el espíritu de Reed permanecía en los sitios más oscuros de su Nueva York natal, donde vivió hasta sus últimos días, proyectado en el espíritu de sus seguidores de todo el mundo, esos que todavía no pueden digerir la noticia de su partida.
Reed visitó dos veces la Argentina para actuar, primero en 1996 con mítico repaso de todos sus clásicos, y luego volvió con el disco “Ecstasy” para presentarse en el Gran Rex.
La tercera vez que lo hizo no actuó, ya que acompañó a su pareja Laurie Anderson que se presentó en un festival de teatro en la Capital Federal y juntos se dedicaron a pasear por Buenos Aires.
La influencia de Reed en el rock argentino es notable, ya que parte de grupos como Sumo -de la mano de Luca Prodan-, continúa en toda la obra de Richard Coleman, en bandas dark como Los Pillos, La Sobrecarga, además de Las Pelotas y la Mancha de Rolando, pero también trabajos de Andrés Calamaro, en especial en los discos como “Por Mirarte” y “Nadie sale vivo de aquí”.