Menú

Mario Ian: «Si el heavy metal es satánico, no sé qué personaje maligno puede haber creado la cumbia o el reggaetón»

21/11/2020 - Especiales
Mario Ian: «Si el heavy metal es satánico, no sé qué personaje maligno puede haber creado la cumbia o el reggaetón»

Mario Ian, una de las voces más virtuosas y reconocibles del heavy metal argentino, recuerda sus comienzos en la música y reflexiona sobre su acercamiento a Dios, al tiempo que descree de quienes «se hacen los cristianos y tienen una araña muerta adentro».

Antes de ser la voz de grupos que marcaron época como Hellion, Alakrán, Rata Blanca, Devenir y su actual proyecto, IAN, Mario Alejandro Balanian era un chico que estuvo expuesto a la música desde siempre. «Cuando tenía nueve años a mi casa venían bandas a ensayar, porque mi hermana se había hecho amiga de unos chicos… te hablo del año 69», cuenta. «Y bueno, yo estaba ahí en medio de todo eso y cuando se iban agarraba la guitarra, me sentaba en la batería… y después, bueno, me compré mi primer disco que fue ‘Rubber Soul’ de Los Beatles, a los diez años… Creedence me gustaba mucho, después, con el tiempo descubrí a Yes, una banda fabulosa con la cual ya sentí fuerte en el corazón que mi camino, la herramienta para mi propósito estaba en la música».

Sobre su debut como músico, Ian recuerda que «mi primer grupo lo tuve a los 13 años, que hice mi primer show en el salón de una iglesia católica, al lado de una escuela, y nos invitaron a tocar con un trío de mi barrio… era 1973. Tocábamos temas de Pappo, Led Zeppelin, Creedence… de varias bandas. 800 personas había, nos fue muy bien…».

El éxito llegaría de manera repentina con Hellion, abriendo el camino del heavy metal en la Argentina. Pero no fue fácil. «Yo estudié, soy técnico electromecánico. Estudiaba de noche y trabajaba de día, tengo varias profesiones, y todo era para comprarme instrumentos», recuerda. Y agrega: «Hasta que en el 81 firmé mi primer contrato discográfico, después grabé con una banda que se llamaba Hellion y vendimos 45.000 discos, una de las primeras bandas de heavy metal en Argentina junto con V8, y metíamos tres mil, cuatro mil personas. Éramos muy chicos, yo tenía 21 años, y un éxito tan fuerte no lo pudimos soportar, porque a veces tenés que estar preparado psicológicamente para los éxitos porque te hacen mal».

Sobre las críticas de cómo una persona cercana a Dios puede escuchar e interpretar heavy metal, Ian dice: «Yo sigo escuchando la misma música que escuché toda mi vida, me encanta cantar esas canciones, me encanta cantar Led Zeppelin, Black Sabbath, y la verdad que no me contamina nada porque sé muy bien donde estoy parado y tengo la madurez suficiente para saber quién soy, en qué creo… mirá, si el heavy metal es satánico, no sé qué personaje maligno puede haber creado la cumbia o el reggaetón».

El vocalista amplía: «Yo creo que no pasa por ahí, principalmente si a vos te hace mal comer carne, no comas. Estamos todos propensos a tomar decisiones, para acá o para allá, en todo ámbito, en la música, en cualquier profesión, porque si nos vamos a agarrar con un estilo de música, yo te diría que hay músicas que son recontrapesadas en los mensajes, muy pesadas…».

«Algunas bandas está bien, tienen su idiosincrasia ‘oscura’ o lo que sea», confiesa, «pero a veces es como ver una película de terror, ¡a mí me gustan las películas de terror! ¡soy refanático de Drácula! Que, ¿ahora porque soy cristiano no voy a ver una película? Si yo sé quién soy, donde estoy parado y no me va a mover nada».

«Lo que contamina al hombre no está afuera, eso está claro, es lo que está adentro, porque vos te podés hacer el cristiano más excelso y venir con todo el texto bíblico, ‘gloria a Dios, Aleluya!, y tener una araña muerta adentro… un sepulcro blanqueado. Así que no pasa por lo que vos decidas degustar, ¿no?», cuestiona.

«Dios lo que hace es sanar tu corazón, sanar tu mente y poder estar en un estado de libertad y amor que vos decís ‘esto no me sirve, esto tampoco, esto lo dejo’. Hubo momentos que corté así, de un día para el otro, y dije ‘nunca más, esto no lo hago más’. Porque no me servía en mi relación con Dios. Y nos van viniendo cosas que tenemos que seguir venciendo, a veces la mentira, o el orgullo, o la envidia, o los celos… son cosas más fuertes que las cosas de afuera, como la drogadicción o el alcoholismo», se sincera.

«Una vez leí un libro de (David) Yonggi Cho, ‘La cuarta dimensión’, y me impactó lo que él decía… o al menos lo entendí así, que los cuatro pecados más fuertes son los que traen todo lo demás: son el odio, la mentira, la envidia y la culpa. Con esos cuatro pecados tenés puertas abiertas para todo lo demás», sentencia.