Massacre, una de las bandas esenciales del rock alternativo argentino, vuelve a marcar tendencia al lanzar nuevamente un álbum conceptual, en donde se mete de lleno con las religiones, sectas, creencias de todo tipo y la vida extraterrestre, en forma de canciones envueltas en sonoridades más indie y arriesgadas.
La banda liderada por Wallas vuelve a lanzar una propuesta disruptiva desde la temática de las letras, en donde el vocalista con su universo de cine clase B, épicas bizarras, hace una interesante narración sobre la manipulación de las personas y la sociedad a partir de la fe, de creencias extrañas, a las que le agrega pizcas de Fabio Zerpa y su obsesión por las formas de vida extraterrestre.
En el 2003, Massacre lanzó el más que interesante «12 nuevas patologías», su ultimo álbum de tipo conceptual, y luego de los éxitos de «Mamut» y «Ringo», la banda le recuerda a toda la escena que siempre fueron rupturistas y se mete de lleno en melodías cargadas de sonidos new wave, shoegaze y todas formas de rock alternativo.
Nuevamente Pablo «Tordo» Mondello y Fico Piskorz desde sus guitarras conducen a Massacre por aquellas aguas que convirtieron al grupo en un emblema del rock alternativo y le permiten a Wallas volar con su imaginativa e irónica prosa.
Y para que un mensaje llegue a un nivel masivo, nada mejor que envolverlo en una melodía pegadiza, semi-punk con la de «Mi amiga Soledad», canción que abre el disco, y en la que Wallas, rodeado de crudeza, cuenta la historia de dos chicos raros para el resto, que se vinculan entre sí.
Para este disco, Massacre se puso en manos de Pablo Guyot y Alfredo Toth, prestigiosos músicos y productores, que hicieron relucir lo mejor del combo, buscaron las mejores sonoridades y los ayudaron a vestirse nuevamente de alternativos.
“Niña-Dios” es el primer single del disco, abre con un pegadizo riff, un buen groove de la base conformada por Luciano Facio en bajo y Charly Carnota en batería, mientras Wallas juega al pastor televisivo y digital que promete un más allá mucho mejor.
La vida extraterrestre siempre ha sido un tema interesante para Wallas, que ha escrito como admirador de la ciencia ficción ya sea literaria o fílmica y ese tema aparece narrado como una nueva forma de fe en «La nave», donde la banda atraviesa diferentes estilos, mientras el vocalista desgrana un manual de instrucciones para que los aliens te adopten.
«Sin dormir» abre con unos breves acordes acústicos y luego la cubre la electricidad de un riff y una rica melodía, en una bella melodía pop, mientras Wallas se pone en la piel de un creyente que ha perdido la fe.
«MI cabeza se ha ido» tiene un instrumental calmo, mientras Wallas recita una delirante poesía durante poco más de dos minutos, hasta que «Tordo» empalma un riff y la engancha con «Muñeca roja», un medio tempo bien alternativo, con una buena labor del vocalista y otro gran trabajo de las guitarras y los sintetizadores, para lograr una de las mejores canciones del disco. Un coro diabólico acompaña a la canción, mientras que el CD viene con un estampita de la «Niña roja», que lleva detrás escrita una oración, en un hallazgo que vuelve más interesante la obra en si. Además el grupo dedicó la canción al grupo punk ruso Pussy Riot, perseguidas por su activismo feminista
Los sintetizadores juegan al dance en el inicio «Fieles a la montaña», donde Massacre plantea su forma de entender el rock progresivo, mientras Wallas parece tomar las peregrinaciones al Cerro Uritorco como disparador para una nueva historia sobre la manipulación de las formas de la fe, mientras el «Tordo» cierra la canción con un solo que se va desgarrando, en la canción más larga del disco.
«Domador de jaguares» abre con mucha velocidad, la voz de Wallas procesada y todo el grupo arma un hermoso homenaje al ex Smiths Johnny Marr y al fallecido vocalista de Joy Division, Ian Curtis, dos de las influencias de la banda.
Y la energía británica sigue vigente en «Si quieren pueden volar», donde la base suena a los Stones Roses, bailable, saltarina, pegadiza, mientras Wallas juega con un viaje especial.
El disco cierra con «Feliz noviembre», que tiene un espíritu bien rockero, con las guitarras jugando sonidos alternativos y riffs bien pegadizos para recordar los tiempos más under de las noches porteñas, incluyendo un show conjunto de Massacre con los Utopians, para saludar a la figura del agitador cultural Omar Chabán, dueño de Cemento, donde Wallas y sus amigos transcurrieron gran parte de su rica carrera. La canción es una gran despedida, a un disco de alto nivel, donde Massacre dejó salir su espíritu rebelde e inquieto, sin ataduras.