
Miguel Zavaleta, dueño de una extensa carrera en el rock argentino y creador de la banda Sueter, de gran éxito en los 80 y 90, repasa sus años como cadete de la mítica revista Pelo, su devoción por Luis Alberto Spinetta y su participación en el supergrupo Ray Milland Band.
«Yo era cadete de la revista Pelo, era un admirador del rock nacional, sin soñar que iba a ser músico. Me hice cadete de la revista en 1971. Vi BA Rock, le serví café a Billy Bond… que Billy Bond, ‘hijo de puma’, era un gordo terrible. Me miraba y cuando yo entraba con el café ─era un pendejo, yo ni había fumado, no sabía que existían las anfetaminas─ y el gordo… ‘¡mirale los ojitos! ¡Toma anfetaminas!’ Y yo era un nene, realmente», recuerda.
«Yo amaba el rock. Y, por supuesto, la primera vez que entré a un concierto de rock fue por casualidad en el Festival Pinap, dos años antes, en el 69, y el show con el que terminó fue con Almendra, con un Spinetta mágico, o sea, con una musculosita, el pelo largo… yo venía de un mundo donde eso no existía. Veía fotos que en Europa, en Inglaterra o en Estados Unidos había gente con pelo largo, y me encantaba. Había escuchado un día a Los Beatles, después de mucho tiempo, porque mi casa vivía en otra siglo. Hasta que un día llevó ‘Revolver’, llegaron un par de discos más traídos por mis hermanos de casualidad, porque son más sordos que Beethoven. Y de pronto encuentro que en mi país también está ese mundo, y me volví loco».
«Para mí Spinetta fue siempre un faro. Después tuve una pequeña relación con él, que fue muy pequeña pero linda. Ya lio había conocido en los 70, cuando estaba en una banda llamada Bubu, pero esto se sitúa en el año 1981. Estoy haciendo mi demo, el de Sueter, y (Gustavo) Gauvry me dice ‘te quieren hablar por teléfono’. Atiendo, era Spinetta: ‘muy bueno Miguel, ese tema’. Era ‘Su única diferencia'».
«Lo importante es haber sido esos baby boomer enamorados de Woodstock, enamorados del hipismo y enamorados… Eso es lo que hizo que después, cuando fuéramos profesionales en los 80, todos fuéramos amigos, todos tocáramos entre nosotros».
«La Ray Milland Band es Pipo (Cipolatti), Dani Melingo ─mi amigo del año 76─. Andrés Caramaro, yo, o sea, sin cartel, sin plata… Charly (Garcóa), cuando vio esto, se sumó para tocar, hasta se sumó Pedro Arzar, que ni lo mirábamos nosotros. El concepto era de Pipo, que es un genio, Dani es un genio, Caramaro es un genio en lo suyo también. Era una época en la que yo me sentía cómodo con mi grupo de amigos, porque mi grupo de amigos originales, Cachorro (López), amigo mío del 74, antes que fuéramos músicos, con Dani nos conocimos empezando a tratar de ser músicos, Dani Melingo, Cachorro, Fabi Cantilo, desde el año 76 también, e Hilda (Lizarazu) que fue mi primera pareja en el año 81″.
«Pero en aquel momento éramos muy parecidos, y era bárbaro, era hasta ridículo, porque éramos simplemente un montón de tarados de toda la vida, fumones, que entramos en un restaurante y la gente se ponía en pie, aplaudía. Y vos decías, ‘esto no puede ser verdad’. El aplauso era porque éramos argentinos, no porque fuéramos geniales, porque los argentinos necesitábamos apoyarnos. Me acuerdo del 82, fue un año tristísimo, las navidades del 82 a pesar de que yo estaba en un gran momento, y mis amigos también, todo el país era una lágrima, era una porquería, pero el comienzo de los 80 fue hermoso, porque veníamos de una época lúgubre y de pronto era todo alegría, y la alegría duró, duró como hasta el 87. Luego ya llega el rock chabón, y ya cambió todo».