Moris y Antonio Birabent, padre e hijo y artistas de peso del rock argentino, volvieron a reunirse para el álbum conjunto «La última montaña», publicado en diciembre pasado. La nueva fusión creativa entre ambos se produce a una década de haber experimentado el cruce de dos generaciones para la placa «Familia canción».
Al respecto, Moris relaciona el nacimiento de su hijo con uno de los discos más emblemáticos de la historia del rock local. «Antonio es del 69, así que entró con ’30 minutos de vida’ el niño recién nacido… mi hijo también era recién nacido», cuenta. Sobre las letras y los 50 años de distancia entre aquel álbum y «La última montaña», expresa: «Siempre hay un vínculo entre lo que uno escribe y lo que escribe actualmente. Es más, un tema como ‘Mil hombres y mil mujeres’ está rescatado de esa época, así que hay que tener en cuenta que mi estilo es parecido… es ciudad, es memoria, es rebeldía frente al mundo, frente al caos, frente al ruido. El ruido siempre existió y ahora estamos luchando contra el ruido».
El músico y compositor narró como surgió la idea de grabar otro álbum conjunto. «Empezamos a hablar por teléfono, a charlar… él me mostraba una letra, me pedía alguna música, después yo le pedía algunas músicas que me hiciera para mí, algunas letras, y decidimos mezclar un poco, que no siempre yo hiciera las músicas para mí y él para él, sino mezclar un poco los estilos y que el resultado sea el disco ‘La última montaña'», cuenta.
«De Antonio me gusta como compone, la música… como ha estado muy cerca de Buenos Aires siempre con sus músicas, como está cantando muy bien -para mí está cantando muy bien, muy afinado, con mucho sentimiento-, y tiene un gran amor por la música, por las canciones, por las letras», reflexiona el orgulloso padre. Y agrega: «Está siempre con su cuaderno escribiendo cosas que capta en los bares, así que lo admiro mucho… y el tesón que tiene, porque ha sacado 14 discos, que es una barbaridad, es mucho».
Finalmente, Moris analiza el hecho de ser uno de los fundadores del rock argentino y la fama que eso podría acarrear. «Cuando termino una entrevista sigo con otra, y después llegará la tarde y después viene la noche, descanso… sería muy pesado vivir pensando que uno es un mito, porque el bronce pesa mucho. No creo que nadie pueda vivir con semejante peso -no por mí, mi peso, sino el peso de cualquiera-, y la gente que ha tenido que soportar esos pesos grandes ha terminado descorazonada, decepcionada, teniendo que lidiar con una carga excesiva de fama que nunca es real, siempre es algo fantástico. Siempre la vida del artista parece más fantástica de lo que es realmente», sentencia.
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Foto: Télam