El productor y realizador estadounidense Ethan Coen presentó su documental «Jerry Lee Lewis: Trouble in Mind» en la 75º edición del Festival de Cannes en la que, por primera vez, dio a conocer una película en solitario, sin la asociación de su hermano Joel.
El de los Coen es un caso extraño del cine ya que han realizado toda su carrera juntos compartiendo la dirección y la producción de grandes filmes como «Barton Fink», «Educando Arizona», «Fargo» o «De paseo a la muerte» por citar solo algunos, en una asociación que arrancó en 1984 con «Simplemente sangre».
Pero luego de la realización de «Buster Scruggs», un filme episódico que presentaron en el Festival de Venecia en agosto de 2018 y que luego se proyectó por Netflix sin pasar por salas, decidieron tomar caminos separados.
Mientras Joel estrenó el año pasado «La tragedia de Macbeth», protagonizada por su esposa Frances McDormand en el Festival de Nueva York, ahora Ethan trajo a Cannes el documental sobre el pianista y cantante de los orígenes del rock and roll Jerry Lee Lewis, que desarrolló junto a la editora Tricia Cookie, su esposa, con la que llegó al festival.
Autor de temas centrales en la aparición del rock como «Great Balls of Fire» que en los primeros diez días en el mercado vendió más de un millón de copias, Ethan Coen resuelve presentar a Jerry Lee, conocido como The Killer, fundamentalmente con material de archivo que incluye reportajes televisivos y presentaciones, también preferentemente en la televisión norteamericana, además de algunas entrevistas personales.
Ni se esconde ni se insiste en algunos de los problemas que atravesó la carrera de Jerry Lee Lewis, que de una popularidad absoluta y tocar a 20.000 dólares la noche pasó a ofrecer conciertos por 300, fundamentalmente por el descrédito en el que cayó luego de hacerse público el casamiento con su prima de 13 años en 1957, cuando él tenía 22.
«Tuve tantos primos -dice en una entrevista televisiva que comparte con uno de ellos, ya que muchos fueron músicos- que me casé con una», poniéndole un poco de humor a la situación, luego de que hubieran pasado varios años y acumulado Jerry Lee otros matrimonios: tuvo siete en total, el primero a los 17 años.
En otra entrevista y faltando a la verdad pero para burlarse del entrevistador dice: «No me casé con ella cuando tenía 13 años, sino cuando tenía 12, al día siguiente fue su cumpleaños», lo cierto es que de los siete matrimonios el que tuvo con su prima Myra Gale Brown duró 13 años y fue uno de los más extensos, pero también el que mayores perjuicios causó en su imagen y en su carrera como músico, que pudo volver a cierta relevancia después de años de ostracismo y más vinculado al country.
«Nací en el country pero crecí en el rock», dice sobre esta cuestión en una parte de la película.
Lewis nació en un hogar humilde de Louisiana, su padre era granjero e hipotecó la casa para comprarle un piano al chico, que, cuenta en la película, pasaba de seis a siete horas diarias tocando.
Sobre sus shows donde revoleaba la banqueta del piano y quedaba tocando y cantando parado y utilizando a veces los pies o directamente se paraba encima del instrumento, dice en la película: «Enfrente lo tenía a Elvis, yo también tenía que hacer lo mío».
De hecho, resumiendo su estilo musical, Jerry Lee Lewis toma dos bases, el gospel y las canciones de la iglesia donde tocaba y cantaba de niño y los músicos negros que hacían blues con sus pequeñas guitarras en las esquinas del pueblo.
Carismático, eléctrico, gran intérprete («durante años estuve en la ruta 300 de los 365 días del año», dice en una parte del filme), algo bocón y pendenciero pero al mismo tiempo una persona que no parecía guardarse nada de lo que pensaba el autor de «Whole Lotta Shakin’ Goin’ On», «Breathless» y «Fools Like Me», entre muchos éxitos, tuvo una carrera con altibajos pero dejó una marca imborrable.
En 1971, cuando le preguntaron qué música escuchaba, John Lennon declaró: «Ningún grupo, ya sean Los Beatles, Bob Dylan o Los Rolling Stones, ha mejorado nunca ‘Whole Lotta Shakin’ Goin’ On'», el gran éxito de The Killer.
Una acertada decisión de Ethan Coen es presentar las canciones de principio a fin sin cortarlas a los 20 o 30 segundos para pasar a otra cosas y darlas en su extensión y en vivo, lo que impregna el clima de la película, permite un acercamiento más cercano y da una cabal dimensión de la estatura del fenómeno que quizás hoy suene deslucido.
Por Pedro Fernández Mouján (Télam)