El bajista y compositor de jazz Stanley Clarke, de inmenso virtuosismo y uno de los nombres fuertes del jazz eléctrico de los 70, llega a Buenos Aires para presentarse en un concierto que tendrá alugar el próximo sábado, a las 21, en el ND Teatro (Paraguay 918).
Junto a Beka Gochiashvili en piano (19 años), Mike Mitchell (20) en batería y Cameron Graves en teclados, el bajista y contrabajista que fue parte fundante de Return to Forever junto a Chick Corea dando inicio al jazz eléctrico, estará haciendo música propia y de otros y presentando su última placa de estudio, «Up».
Clarke tocará también música del pianista George Duke, fallecido en agosto de 2013, y con quien conformó un dúo con inflexiones funkies que grabó tres discos en distintas etapas: 1981, 1983 y 1990.
«En homenaje a mi buen George Duke tomé la decisión de incluir su música en cada show y proyecto este año. Ambos estábamos en el movimiento que lideró el jazz fusión a principios de los 70 y se congratula con una longevidad de 40 años», aseguró Clarke en charla con la agencia Télam.
El músico, que con apenas poco más de 20 años ya había participado de las bandas de músicos como Horace Silver, Art Blakey, Dexter Gordon y Joe Henderson, entre otros, aseguró que en el show de Buenos Aires estará tocando el contrabajo y el bajo eléctrico.
Consultado sobre su concepto de jazz, Clarke, que en estos momentos está trabajando algunas obras para cello de Bach en el contrabajo que se pueden ver por YouTube, dice que «es la combinación perfecta de improvisación y habilidad técnica».
«El jazz es un género musical que significa diferentes cosas para diferente gente y se crea mezclando diferentes tipos de música, de modo que siempre habrá nuevos y viejos devotos debido a su singularidad. El género está tan arraigado en el tejido de todas las sociedades musicales que es imposible que muera», asegura.
Sobre aquellos intereses que más lo convocan en la actualidad, Clarke que hizo su última visita al país con el trío Return to Forever (Chick Corea y Lenny White) en junio de 2012, cuenta que una de las cosas que más lo divierten es «escribir música para películas y televisión».
«Esta parte de mi carrera comenzó por accidente. En 1986 me preguntaron si quería sumar una partitura a un pequeño programa para chicos los sábados a la mañana llamado ‘PeeWee’s Playhouse’, que terminó convirtiéndose en un programa de culto con el paso de los años; a partir de ese trabajo, que estuvo nominado para un premio Emmy, nunca paré de trabajar para el cine y la tele», participando en más de 60 producciones audiovisuales, asegura.
«Pienso que componer bandas de sonido -agrega- me hizo un mejor músico. Cierto tipo de proyectos sacan afuera lo mejor de vos; obliga a poner en juego todas tus habilidades en composición, realización, arreglos y tecnología. Fui requerido para tener que tratar con situaciones de cine que requerían diferentes emociones en el guión que no suelo explorar en mis discos».
Haciendo un repaso de su carrera musical de más de 40 años (nació en Filadelfia en 1951), Clarke dice que no cree que su modo de componer o tocar haya cambiado y remarca que «lo que ha cambiado dramáticamente es la industria de la música».
«De hecho, la industria cambió increíblemente rápido, particularmente en los últimos 10 años. Con la integración de la música y la tecnología, ahora se trata de un juego nuevo y el negocio está preocupado al respecto».
«Cuando yo era joven -recuerda- compraba discos de vinilo, podía prestárselos a mis amigos, pero era algo tan precioso que no se podía duplicar. Las cosas son muy diferentes ahora. El tiempo de ventas masivas de discos es una cosa del pasado y las compañías discográficas son cosas casi del pasado. La mayoría de las ventas son por descargas de canciones individuales. Es un buen pensamiento ver que algunos vinilos regresan».
«Estos años de Internet -concluye Clarke- han sido una transición; ¿hacia dónde se dirige la industria? No te lo puedo decir. ¿Quién sabe dónde terminará? Solamente soy consciente de que es necesario ir con la corriente de los cambios e innovaciones y que uno no puede quedarse añorando lo que fue».