Con absoluto desparpajo y sin medias tintas a la hora de elegir las palabras para narrar cada acontecimiento o fijar sus posturas, Vitico, el bajista que estuvo en los inicios del rock argentino, fue el socio de Pappo en Riff y continuó la historia con Viticus, su propia agrupación, decidió contar sus memorias en un libro no apto para quienes esperan corrección política o concesiones.
«Vitico. Memorias. El Canciller» es el nombre del trabajo que a través de distintos hitos narrados en primera persona reconstruye con franqueza y humor la historia del músico, a la vez que deja constancia de sus opiniones en torno a diversos temas relacionados con su actividad y sus conceptos sobre varios colegas.
Como una contradicción a su famoso apodo, Víctor Bereciartúa -nombre real de Vitico- no anda con vueltas y sin tapujos se despacha con frases polémicas pero frontales para abordar situaciones relacionadas con las drogas, su relación con las mujeres o con otros músicos.
«Hay que tener en cuenta que eran otras épocas y, si me pidieron que escriba un libro, yo nunca en mi vida fui careta y mucho menos lo voy a ser ahora. Cuento lo que hice y lo que me pasó y lo cuento como fue realmente y me hago cargo de las cosas que hice», explicó Vitico en diálogo con la agencia Télam.
A lo largo de las páginas del libro, el músico detalla sus orígenes familiares y las expectativas de que estudiara una carrera universitaria y practicara deportes; su descubrimiento del rock and roll; sus primeros pasos en los inicios del rock argentino en Los Mods, Alta Tensión, La Joven Guardia y La Pesada del Rock and Roll; sus días en Londres en los que compartió zapadas con The Who, vio a bandas fundamentales y estuvo a punto de ser parte de Bad Company; su regreso en plena dictadura y la cárcel y tortura que sufrió por un caso relacionado con drogas; su relación con Pappo y la historia de Riff; entre otras cosas, todo ello en forma de anécdotas que invitan a la sonrisa por la manera en que las aborda.
«Hubo un comentario en una reseña periodística sobre el libro que decía que `el autor había inventado un nuevo género literario que era el realismo tragicómico´ y es así, porque uno empieza a leer algo espeluznante y al ratito esboza una mueca de sonrisa, y termina a las carcajadas. Yo lo que quiero es transmitirle alegría a la gente, como en los shows», señaló Vitico.
Y amplió al respecto: «Hay algo que creo que encontré en mi vida que es ir superando todos los obstáculos que se fueron poniendo, o que yo mismo me puse, y el poder contarlos con humor años más tarde. Que la gente sepa que los superé y que los puedo contar con humor es lo mismo que pienso antes de cada show, porque mi objetivo es que la gente se vaya mejor de lo que vino».
En medio de risotadas, el músico reconoció que mientras le contaba sus anécdotas al periodista Fernando García, quien colaboró con él a la hora de escribir sus memorias, «veía como se le salían los ojos de las órbitas» ante el asombro de lo que narraba, para luego añadir: «Yo no aconsejo a nadie que haga las cosas que yo hice, así que este es un libro de autoayuda pero al revés».
Entre algunos de los puntos salientes en el recorrido por su vida, sus días a principio de los 70 en Londres ocupan un lugar clave, no solo por las bandas que vio en vivo, sino también por haber tomado de allí algunos preceptos fundamentales para su propia carrera artística.
«Vi a King Crimson, a los Faces, la presentación de ‘El lado oscuro de la luna’ de Pink Floyd. Iba los fines de semana y después estaba todo el resto de la semana en el aire por lo feliz que era de haberlos visto. Eran bandas que sonaban muy bien, cumplían con los horarios y representaban lo que era el rock. Yo trato de hacer lo mismo acá. Creo que lo logré con Riff y con Viticus, que duró 20 años», subrayó.
Y aunque le quedó la espina de no haber podido desarrollarse allí como músico debido a las estrictas normas del sindicato, que privilegiaba a los artistas locales y fijaba muchas restricciones para los extranjeros, advirtió que su hijo Nicolás logró concretar sus anhelos al ser miembro estable del grupo estadounidense The Black Crowes.
«Estoy orgulloso de Nico porque es el primer argentino en ser integrante de una banda de Estados Unidos. Él llega a concretar lo que quise hacer en el 71, cuando me fui a Inglaterra y volví un año y medio después bastante desilusionado porque solo trabajaban los ingleses. Pero bueno, el toca mejor que yo. Es la evolución de la especie (risas). Yo soy consciente de mis limitaciones pero como me dijo alguien alguna vez: si toco una palmera, suena como Riff», expresó.
Por supuesto que la hermandad construida con Pappo y la importancia de Riff en la escena local es uno de los grandes ganchos del libro, a pesar de que Vitico supo ubicar las cosas en su debido lugar y no construyó un relato en el que el protagonismo virara hacia el soberbio guitarrista.
«De ninguna manera me aprovecharía de su nombre para hacer un libro», aclaró, para luego recordar que el mote de «El Canciller» se lo ganó porque «de alguna manera arreglaba las macanas que él se mandaba, porque aquel no tenía filtros».
En este punto, Vitico lanzó una reflexión: «Pappo vivió intensamente, fue a fondo. Yo regulo. No podés ir con el motor a fondo todo el tiempo porque lo fundís. Hay muchos casos muy notables de gente que fue a fondo y quedaron relegados a una pérdida de neuronas importante».
Respecto a Riff, el músico expresó que fue «una especie de célula terrorista con guitarras» por haber canalizado la energía contenida en los duros tiempos represivos de la última dictadura cívico-militar, aunque destacó que «sin perjudicar a nadie porque en la historia del grupo nunca hubo un solo herido» debido a que se encargaban de extremar las medidas de seguridad para el público.
«Acá llamaban rock a Porsuigieco, que con todo el respeto que me merecen no es rock. También se hablaba de rock nacional, que es una pavada porque el rock no es nacional. Si ves una banda japonesa que hace rock, no decís que es rock japonés. Tan es así que cuando salió Riff, a lo nuestro lo llamaron metal y Riff nunca fue una banda de metal, salvo por las tachas que usábamos. Los heavy éramos Pappo y yo (risa), pero de heavy metal no teníamos nada», sentenció.
Finalmente, manifestó su alegría por haber editado un libro contando sus memorias, aunque advirtió que «esto no se ha terminado» y que proyecta algunas «sorpresas» musicales para mediados de este año.
«Me alegro que haya salido un libro con todo lo que hice contado por mí y no que después que me muera alguien escriba lo que se supone que hice. Lo cuento, me hago cargo, no careteo nada. Hacer lo que hice en estas épocas no sería viable ni lógico», resumió.
«Nunca le chupé las medias a ninguna compañía, ni tuve que pedir favores. Todo lo hice con mi energía y, aún conociendo mis limitaciones, fui para adelante; y sigo yendo, porque esto no se ha terminado. Voy a tener que hacer un segundo tomo, aunque si cuento todo me voy a tener que ir a vivir a Madagascar», concluyó en tono jocoso.
Por Hernani Natale (Télam)