A principios de este año, una caída obligó a Ozzy Osbourne a posponer todos sus conciertos programados para 2019. En una nueva entrevista, el músico describió cómo, inmediatamente después de la cirugía en su cuello, temió que el daño pudiera ser permanente.
«No puedo describir el sentimiento de impotencia que tuve», le dijo a Rolling Stone. “Tenía que usar un andador para ir a hacer pipí. Tenía que tener enfermeras, día y noche. El solo hecho de estar en el hospital es suficiente para volverte loco. Doy gracias a Dios por no haber quedado paralítico cuando tuve ese accidente. No estaría aquí ahora. Hubiera saltado del maldito techo, o me hubiera caído del techo, lo que sea. Lo más deprimente que estaba pensando fue: ‘¿Voy a volver a caminar? ¿Podré volver a tocar?’».
La caída, que según dijo tuvo lugar cuando se levantó en medio de la noche para ir al baño y tropezó, desalojó algunas varillas de metal que le habían sido colocadas tras un accidente con un cuatriciclo que sufrió en 2003. Pasó dos meses en el hospital y todavía no está al 100 por ciento, diciendo que los nervios que se cortaron durante la cirugía lo han dejado «tambaleándose por todas partes» y con un brazo derecho que siempre siente frío.
«Durante los primeros, digamos, cuatro meses, estuve absolutamente en agonía», agregó. “Estaba en agonía más allá de todo lo que había experimentado antes en mi vida. Fue horrible».
Osbourne continúa su recuperación con terapia física y ocupacional, aunque describió el progreso como «tan jodidamente lento» y no puede permanecer de pie tanto tiempo como antes. Está pasando el tiempo ideando canciones (tiene nueve) y viendo documentales en televisión mientras su esposa Sharon y sus hijas lo cuidan. El músico sigue los consejos de sus médicos y es francamente optimista.
«Dicen que tomará al menos un año. Espero estar bien y listo para enero. Realmente estoy cruzando los dedos».