El 5 de noviembre de 1983, menos de una semana después del triunfo de Raúl Alfonsín en las elecciones presidenciales que marcaban la vuelta de la democracia a la Argentina, Charly García publicó una de sus obras maestras: «Clics modernos».
El nacimiento
El álbum, registrado en Nueva York con las últimas tecnologías de samplers y de grabación, surgió casi de casualidad. “Yo fui (a Nueva York) a comprar instrumentos, nunca había estado en Nueva York y sentí una buenísima onda y pensé que iba a ser muy bueno para mí quedarme un tiempo y curtir ahí… eso significa tener amigos, ir a clubes, tratar de tocar con alguien y eso… sentí que hubo una bienvenida así, de feeling, de onda, que fui como bienvenido, entonces dije ‘me quedo’”, confesó en aquel momento sobre la atracción que sintió en Nueva York.
En 2007, el propio García mencionó que en un momento apareció Pedro Aznar con su novia y juntos hicieron el primer ensayo. «Estábamos con Zoca, los cuatro, en el loft y… siendo tan histéricos no sé como hicimos para convivir. Sí me acuerdo que cruzábamos Washington con un carrito de supermercado lleno de emuladores y equipos… Yo ya había grabado un disco en Los Ángeles -el primero de Seru Giran– y me había servido de experiencia, pero solía tener muchos problemas para plasmar los sonidos que quería».
«El arranque del disco fue así: voy a los estudios Electric Lady y les digo: ‘Quiero alquilar the best, alquilarlo’. El dueño me dice: ‘¿Tu padre es rico o qué?’. Yo le muestro la plata y me pregunta: ‘¿Un café?’, además de darme una lista de ingenieros el último de los cuales era (Joe) Blaney. Lo llamé y apareció al otro día, alto, cool, zapatitos de leopardo… Vio el loft, la mesa Tascam de dieciséis canales; le mostré mis discos y quedamos en empezar».
La grabación y el aporte de Joe Blaney
Casi la totalidad de los instrumentos fueron tocados por Charly, salvo casos puntuales a cargo de Aznar y músicos de sesión. «Yo necesitaba un baterista y me encantaba el de Jan Hammer; lo probé y no me rindió, no pasaba nada, incluso fuimos a grabar y yo le pregunté a Blaney qué sonido de batería podía sacarle», contó. «Y no funcionaba: sabíamos que tocaba fenómeno, pero con nosotros no funcionaba. Y al otro día no me quedó otra que poner una batería electrónica TR-808 y grabamos ‘Nos siguen pegando abajo’, y se armó. Blaney se dio cuenta, todos nos dimos cuenta y seguimos con máquinas. Es el primer disco que tiene un sample de James Brown«.
En medio de la grabación, el productor Daniel «Grinbank le había prometido a Blaney hacer la mezcla, pero después se le ocurrió mandarme a Los Ángeles», recordó García. «Ahí me agarró un tipo cínico que no era mal ingeniero pero era cínico. Todo mal. Cuando ya estaba llorando en la pileta de un hotel, al tope, en el medio de la nada, me tiré en la parte baja y me pegué un cocazo… Me acuerdo que volví a la habitación, sonó el teléfono y era Blaney; yo le pedí perdón en todos los idiomas y me dijo: ‘Tengo cuarenta horas de estudio en Nueva York…’. ‘¡Sí! -le dije- ¡Sí!’. Esa llamada de Blaney fue providencial. Volví solo a Nueva York y no era como ahora, que llevás la información en un iPod: eran cintas de veinticuatro canales, repesadas y yo cargando todo. Y… no lo va a cargar Grinbank, ¿no? Llegué a Unique, donde tenía cuarenta horas y lo compartí con Laurie Anderson, que estaba grabado el disco siguiente del que tiene ‘Oh Superman’ y cenábamos con Laurie, trabajábamos ahí, y me pareció lo máximo. Me acuerdo exactamente la mezcla de ‘Ojos de video tape’, cuando están los sintetizadores, y me parecía lo más».
Como su nombre lo indica, «Clics modernos» es un disco «moderno», dado el sonido new wave que le impregnó García. «En esa época yo escuchaba ‘Sandinista!’ (The Clash) y seguramente Joni Mitchell, esa era la época en que surgió el rock de peluquería», graficó. «Y no había muchos grupos que me gustaran (lo que descubrí de la new wave lo descubrí después). Lo que escuchaba era Men at Work, porque sonaba… todo el tiempo. También ‘Synchronicity’ de The Police. Lo difícil de entender era que nadie había hecho una polirritmia entre máquinas y sonidos tocados».
«El aporte de Joe fue mortal, porque la primera vez que tenía un ingeniero american, que había grabado con The Clash y no sé qué; o sea, era rockero, del palo, norteamericano y estaba grabando en la sala A de Electric Lady, que es el mejor estudio del mundo», destacó. «Ahí te das cuenta de cómo es el sonido, cómo son los discos y cómo se hacen. Hay muy pocos discos de rock acá. Grabados acá, que suenen a rock. No sé qué es, creo que les ponen mucho bajo. Tenían sonido de disco, es decir, de vinilo… que es algo muy particular. Para mí, los casetes son para la playa, los CD para los yuppies, y los discos son discos. Y este álbum tiene una artesanía de disco, está hecho como un disco, no solamente hacer una canción y grabarla, sino que hay una serie de reglas escritas y no escritas de cómo se hace un buen disco».
La emblemática portada
Para la portada del disco, que originalmente se iba a llamar «Nuevos trapos», García había viajado a Nueva York con el fotógrafo Uberto Sagramoso. La idea era escribir en una pared de Manhattan la leyenda «Nuevos trapos», pero una silueta negra pintada en la pared junto a la frase «Modern clix» los llevó a cambiar de idea. Y hasta el nombre del álbum.
“Al disco yo lo iba a llamar ‘Nuevos trapos’, pero en una calle había una figura como la que pintaban acá de los desaparecidos, pero en negro, y decía ‘Modern clix’, y me pareció un muy buen nombre. En realidad era un grupo de ahí. La nave despegó», afirmó Charly. Esas imágenes fueron creadas por un graffitero canadiense llamado Richard Hambleton, quien durante la primera mitad de los años 80 pintó en las calles de Nueva York siluetas de color negro en tamaño real, con cabezas que parecían estallar, a las que denominaba Shadowman (“hombre sombra”).
El fin de la dictadura
La realidad política de aquel momento se filtró indefectiblemente en las letras del disco. Una dictadura militar desvencijada que estaba a punto de dejar el poder. «Plateado sobre plateado (huellas en el mar)» habla del exilio, de aquellos que habían escapado del horror y pone la nostalgia en primer plano: «Cruzando el mar de Sudamérica a Europa sobre un espejo lleno de sal. Aeroplanos cortando el celofán de un cielo tropical, abriendo un surco suave a llevar hacia el exilio da vueltas a los que ya no aguantaron más».
En «No soy un extraño», la intención de García fue plantear “Sorpresa, a la vez decís ‘oia, ¿qué pasa?’”, explicó. Y agregó: “El personaje se termina integrando. Primero dice ‘no hay que pescar dos peces con la misma red’, como diciendo ‘no puedo usar el mismo parámetro para medir dos realidades distintas’. Después termina diciendo ‘vamos a tomar un trago, vamos a transar con eso’. Es como decir ‘bueno, soy nuevo, no conozco mucho y estoy dispuesto a aceptar algo nuevo’”.
Curiosamente, la canción que con los años ha desarrollado un mensaje más fuerte es «Los dinosarios», y según su autor no habla de los represores, como todo el mundo cree. «Juro que cuando la escribí no pensé en los militares», contó Charly. «La letra tenía más que ver con el sentimiento de ausencia que se produce en uno cuando pierde algo, desde un amor hasta el cepillo de dientes».
Una temática relacionada con aquellos años oscuros atraviesa los dos temas más luminosos rítmicamente, los más bailables del disco, «Nos siguen pegando abajo» y «No me dejan salir». «El se desmayó delante de mí, no fueron las pastillas fueron los hombres de gris. Miren lo están golpeando todo el tiempo, lo vuelven vuelven a golpear, nos siguen pegando abajo», canta en la primera de ellas.
Se vendió a Fiorucci
García venía de ser muy criticado por aceptar el patrocinio de la firma de jeans Fiorucci para el histórico concierto en Ferro, que finalizó con la explosión de una enorme maqueta de la ciudad de Buenos Aires mientras sonaban los últimos acordes de “No bombardeen Buenos Aires”. Muchos lo acusaban de “haberse vendido” a una marca y de abandonar las canciones de protesta.
Al respecto, Charly respondió con la canción “Dos cero uno (Transas)”, que comienza diciendo “Él se cansó de hacer canciones de protesta y se vendió a Fiorucci”. En aquella entrevista explicó el concepto: “Somos una generación de culposos y culpables, entonces pienso que no hay tanta culpa. El tema lo que dice es ‘señores, me vendí a Fiorucci ¿qué pasa?’. Por supuesto yo no me vendí a Fiorucci, es lo que la gente piensa de mí. Entonces, es bueno decirles ‘señores… sí, ¿y? ¿Quién de ustedes no?’”.
Sobre esta misma temática, agregó: “Es asumir que es un símbolo más de algo. Yo no me veo más un genio, nunca me creí pero siempre hubo alguien que me decía que era un genio… yo no me creo un genio y creo que muchos de los genios que tenemos acá no son genios, y hay que asumir que no somos genios. Todo es un mito. Si vos vas a pensar lo que es la cultura o el arte, y por qué la Mona Lisa es más famosa que otro cuadro… ¿entendés?, si vos te pensás que vos creás, uno crea siempre sobre algo… entonces crear es más tomar decisiones y elegir. Y cuando elegís a veces necesitás un apoyo financiero para elegir hacer una ciudad y destruirla, porque lo que yo quería mostrar era eso, era que si bombardeaban Buenos Aires iba a ser pesado”.
«Lo veo polentoso, suena fuerte, muy fuerte. Si lo miro desde afuera, lo veo algo así como provocador, no hay ningún disco argentino que suene mejor», dijo García en esa época. Y 35 años después sigue siendo moderno.