Durante 1986, el rock argentino gozaba de una expansión pocas veces vista. Bandas como Soda Stereo, Miguel Mateos/Zas, GIT y Los Enanitos Verdes conquistaban Latinoamérica. Y veteranos del rock argentino como Charly García, Luis Alberto Spinetta y hasta Raúl Porchetto se acercaban a los sonidos de baterías electrónicas y samplers.
Lejos de aquella expansión territorial y de la incorporación de nuevas tecnologías, uno de los discos de esa época que mejor ha superado la prueba del tiempo es «Oktubre», el segundo álbum de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
En el número de octubre de 1986, la revista Pelo anunciaba: «Skay, el Indio y los suyos terminaron de grabar su segundo disco y pronto empiezan a repartirlo (literalmente). Además, seguramente volverán a reventar Paladium los sábados (nunca viernes) 18 y 25 de octubre».
Lo de «repartir literalmente» el disco deja en claro lo difícil que fue todo para la banda, en particular en sus comienzos. Las primeras dos mil copias de «Gulp!» (editado en 1985), por ejemplo, fueron distribuidas personalmente por Carmen Castro, La Negra Poli, mánager, productora ejecutiva e “ingeniera psíquica” del grupo.
Al no tener el respaldo de una compañía discográfica, el grupo nunca contó con simples de difusión, rotación consensuada en las radios ni distribución masiva. El Indio Solari comentó que siempre trabajó con DBN para que sus discos lleguen a todo el país porque «es una empresa familiar». «Oktubre» fue grabado entre agosto y septiembre de 1986 en los estudios Panda y publicado por el sello independiente Wormo, creado por el grupo. «Lo bautizamos Wormo, medio en broma, porque así le decíamos a Mex Urtizberea (antes de ser Mex), que era amigo nuestro», comentó Lito Vitale, quien había tocado los teclados en «Gulp!».
Los músicos que participaron de la grabación de «Oktubre» son Carlos Indio Solari (voz), Skay Beilinson (guitarra líder), Tito «Fargo» D’aviero (guitarra rítmica), Semilla Bucciarelli (bajo), Piojo Ávalos (batería) y Willy Crook (saxofón). Como invitados estuvieron Daniel Melero (teclados, en ese momento parte de la banda Los Encargados) y Claudio Fernández (percusión, de Don Cornelio y La Zona).
En 2007, en su crónica de los 100 mejores discos del rock nacional (donde «Oktubre» aparece en el puesto número 4), la revista Rolling Stone escribió: «Pese a las explosiones iníciales, el verdadero comienzo del segundo álbum de los Redondos es más bien un advenimiento, la aparición en el horizonte de una tropilla de sobrevivientes después del desastre (¡Chernobyl!). Una escalada sonora rústica le gana terreno a la catástrofe nuclear y a los fuegos de una revolución oscura (…). Las voces llegan de la agonía de la Guerra Fría y de un futuro de éxodos, terrorismos y sueños teledirigidos».
Y ese compendio de situaciones hace que 1986 sea un año único. «Oktubre» se sitúa en esa Guerra Fría que empezaba a descongelarse: un año después Mijaíl Gorbachov implementaría en la Unión Soviética las reformas necesarias de lo que sería conocido como Perestroika. También deja en claro que la «primavera democrática» del gobierno de Raúl Alfonsín demostró que sólo con la democracia no se come, no se cura ni se educa. A comienzos de 1986, el Plan Austral logró reducir significativamente la inflación. Sin embargo la alegría duró poco tiempo y nuevamente los precios comenzaron a crecer. La experiencia que le siguió al Austral (el Plan Primavera) fracasó y la Argentina comenzó a transitar un camino con un destino final hasta entonces desconocido: la hiperinflación.
«Oktubre» también echa un vistazo a la Rusia soviética con «Fuegos de Oktubre», que se entremezcla con una gran ciudad como Buenos Aires (aunque también podría ser La Plata) en «Preso en mi ciudad» (¿quién no se sintió preso en su ciudad alguna vez?). La televisión en colores aparecida en la Argentina en 1980 toma una dimensión inusitada («Divina T.V. Führer») y la mención a la catástrofe de Chernobyl en «Ji Ji Ji».
“¡No mires por favor! y no prendas la luz… la imagen te desfiguró”, dice el himno ricotero que musicaliza el «pogo más grande del mundo». La canción concluye con el significativo grito de “Olga Sudorova…Vodka de Chernóbyl ¡pobre la Olga! ¡crepó!”. Para que el pánico no cunda entre las víctimas, el gobierno soviético les sugirió que bebieran vodka en mucha cantidad, como remedio para subsanar lo que según ellos llamaron un virus que provocaba malformaciones. Por supuesto, eso era mentira: la radiación y la misma explosión nuclear provocaron múltiples males entre cáncer y mutaciones. Olga Sudorova fue una víctima fatal de Chernobyl que bebió vodka hasta morir.
«Nosotros tuvimos diez años para hacer el primero y sólo un año para el segundo», recordó Skay en declaraciones a la revista La Mano, confirmando que para cualquier artista es más fácil grabar su primer disco que el segundo. «En aquella época, cuando entrábamos a grabar, en realidad ya todos los temas habían sido tocados en vivo. Con el paso del tiempo eso cambió, pero en ese momento, todas ya las habíamos tocado. No recuerdo cuál fue la primera cronológicamente, creo que ‘Divina T.V. Fuhrer’ es una de las más antiguas, pero todo lo que pueda decir no tiene por qué ser cierto».
Para cerrar los 41 minutos del disco, Solari canta «Esto es efímero / Ahora efímero / ¡Cómo corre el tiempo!», dejando al escucha con ganas de más, al tiempo que propone zafar del «secuestro del estado de ánimo».
«‘Oktubre’ es un disco especial, pero como lo son todos los discos», explicó Skay. «Cada disco en su momento ha reflejado lo que nos estaba pasando como grupo, como sociedad, como existencia. Creo que esas eran épocas interesantes, toda la década de los ochenta fue de exorcizar los miedos, porque veníamos de las persecuciones y la dictadura. Todos esos años están cargados un poco de desparpajo, de reencuentro con otros. En esa época empieza a florecer lo que es el under, lugares como el Parakultural, Zero Bar, La Esquina del Sol. Aparecen un montón de grupos haciendo cosas diferentes, porque hasta ese entonces el rock venía siendo muy solemne. En cambio, el rock de los 80 tiene esa cosa de desparpajo y transgresión que el rock anterior no tenía».
30 años después de «Oktubre», el mundo continúa desbalanceado, planteando la lucha de los oprimidos contra los opresores y por sobre todo, un sistema depredador. El arte de tapa del disco refleja a un grupo de personas con deseo de liberación, de revolución, tomando las cadenas con las manos ya desatadas y dispuestas a derrotar aquello que los oprime.
Como en toda la discografía de los Redondos, el arte de tapa estuvo a cargo del artista plástico platense Rocambole (Ricardo Cohen), Parece inspirada en Antonio Berni y en Serguéi Eisenstein, pero teñida del dark de mediados de los 80. La imagen representa la Revolución Rusa de 1917.
En la contratapa del vinilo original no aparecen los títulos de las canciones, como era -y es- habitual. Sí puede leerse la letra “de regreso a Oktubre, sin un estandarte de mi parte te prefiero igual”, con un dibujo de la catedral de La Plata incendiada por las masas revolucionarias.
Según la propuesta original de Rocambole, esa imagen de la catedral de La Plata en llamas iba a aparecer en la portada. El 16 de julio de 1955, tras un intento de derrocamiento del presidente Juan Domingo Perón, grupos de adherentes peronistas atacaron e incendiaron templos católicos, atribuyéndoles haber instigado y participado en el golpe de Estado. Reunido con el alto mando militar en la sede del Ejército, Perón se enojó: «Tomen medidas, porque éstas son bandas comunistas que están quemando las iglesias, y después me lo van a atribuir a mí».
Sobre el icónico arte de tapa de «Oktubre», Rocambole comentó: «Las ideas salieron de una noche de fernet: el Indio veía banderas, multitudes. Primero iba a ser todo rojo y negro, pero cuando lo fui haciendo más abstracto le agregué el gris. La tipografía parece soviética al estar invertida una letra. En el reverso se ve la catedral de La Plata en llamas: un símbolo revolucionario». Y agregó: «Me resulta raro ver mis obras en remeras y tatuajes: la gente se apropió de cosas como el puño y la cadena, hechas en 15 minutos para un aviso».
«Durante mucho tiempo, con el Indio nos pareció que ‘Oktubre’ había quedado demasiado cargado de reverbs, tal vez por eso el disco siguiente tuvo un sonido más directo», mencionó Skay. «Pero bueno, si entonces los elegimos por algo será».
La influencia de «Oktubre» es innegable, desde lo musical, lo lírico y lo estético. Muchas bandas han tomado como referencia el sonido ricotero -algunas con más suerte que otras-, las letras del Indio son repetidas por todos, desde estudiantes de filosofía hasta chicos de barrio, pasando por los títulos de los diarios. Y es muy difícil no toparse en alguna parte con la imagen del oprimido rompiendo la cadena, ya sea en un afiche, un graffitti o un tatuaje. «Oktubre» es una obra que, con seguridad, llegó mucho más lejos de lo que sus propios creadores hubiesen imaginado.